Los juguetes sexuales han ido alcanzando, poco a poco, un reconocimiento a nivel mundial. Empezaron siendo un reclamo casi feminista y han ido evolucionando no solo en sus formas, en sus movimientos o en sus niveles sino también en cuanto a cómo se vive la sexualidad en la actualidad y cómo podría llegar a ser en el futuro. Se trata de un avance tecnológico que ha generado —y genera— una mejora en nuestro estilo de vida. Pero claro, como toda tecnología, resulta que también puede ser manipulada para que vaya en contra de los usuarios. Así se ha explicado en la pasada edición del DEF CON, una de las convenciones de hackers más antiguas que existen. Según comentó uno de los hackers conocido como Smea, el dispositivo que puede hackearse es un buttplug, una especie de supositorio que se controla a través de bluetooth con el móvil, lo cual hace posible que sea intervenido.
La conferencia levantó la expectación de miles de asistentes que no pudieron evitar reírse cuando se dieron cuenta que se trataba de un plug anal. Ahora bien, las implicaciones que esta revelación tiene para la industria de los juguetes sexuales son serias, sobre todo porque el hacker demostró que el juguete sexual puede ser manipulado por una tercera persona sin que exista consentimiento alguno del consumidor. Esto podría significar que estamos ante un delito sexual. No solo eso sino que, como mostró el propio Smea, el juguete puede ser previamente manipulado incluso para hacer que explote a través del bluetooth.
Ante la sorprendente respuesta de los asistentes, la revista Gizmodo decidió hacerle una entrevista al hacker para conocer el motivo de su trabajo y para profundizar un poco más en las implicaciones que tiene su descubrimiento. "Lo que sucedió es que salí del armario hace unos dos años y comencé a interesarme por juguetes sexuales para homosexuales. Conocí, entonces, el plug anal y, como mi trabajo siempre ha estado orientado a la seguridad en el mundo informático, pensé que si el juguete se controlaba por bluetooth desde luego no podía ser seguro". Y se ve que no lo era.
Obtener acceso a estos juguetes sexuales podría, también, hacerle conocer quiénes intervienen o quiénes lo usan, ya que el usuario debe rellenar con sus datos una vez que se compra el juguete y lo puede manejar con su dispositivo móvil. En conclusión, lo que se ha demostrado es que estos aparatos que funcionan con control remoto pueden ser controlados por otra persona que ni siquiera es su pareja. Las consecuencias pueden ser graves, incluso pueden afectar físicamente a la persona.