El infierno de trabajar en un supermercado durante el coronavirus

"Ojalá me despidieran", dice un pescadero de una cadena de supermercados. "Me han acusado de tener guardado el arroz en el almacén", cuenta un reponedor

Lo que me temía: las estanterías están todas vacías. Paseo por el súper buscando comida, pero la verdura es poca, la carne anecdótica y los rollos de papel de váter agotadísimos. “No quedan desde las 10 de la mañana”, me cuenta la cajera del Condis en el que estoy comprando. “¿Y a qué hora pasa el camión con más productos?”. “A las 10. No los hemos podido ni poner en la estantería”, añade con resignación.

Más compras que en Navidad

En cuanto empezó la alarma por el coronavirus, fuimos en marabunta a comprar. Primero, se agotaron las mascarillas en todas las farmacias. Luego, empezamos con el papel higiénico y la comida. Y todo bajo la misma histeria colectiva. “La gente se ha vuelto loca. Estamos vendiendo como si fuera Navidad, ni siquiera nos da tiempo a sacar los productos del almacén y llevarlos a las estanterías porque la gente nos los arranca de la carretilla”, confiesa un cajero de un Mercadona del centro de Barcelona.

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Todos coinciden en lo mismo: estamos comprando demasiado y, además, de forma obsesiva. “Le dije a una clienta que el almacén estaba vacío y que lo que teníamos era lo que estaba en las estanterías. Ella respondió: ‘¡Mentira! Seguro que tienes arroz en el almacén y no quieres sacarlo’”, explica Sergi Díaz, que trabaja en el supermercado de un municipio cercano a Igualada, el mayor foco de contagio del coronavirus en Cataluña.

Las cifras avalan la percepción de estos tres trabajadores. Como apunta El País, “la última semana de febrero las ventas aumentaron un 8,3% frente al mismo periodo del año anterior”. Eso, en general. Si miramos producto a producto, las cifras son muy superiores, especialmente en los objetos no perecederos que sirven, por ejemplo, para llenar un búnker.

Las ventas de arroz o legumbres experimentaron aumentos del 45% y 47%, mientras que la de pasta aumentó un 30% […] Las compras de algunos productos de higiene y antisépticos se duplicaron: jabón de tocador alcohol, antisépticos y termómetros clínicos, todos ellos con repuntes de más del 100% o incluso del 200%”, detalla el artículo. El aumento de ventas no es solo en tiendas, incluso Amazon contratará 100.000 trabajadores por el aumento de la demanda online.

“Vamos a contagiar a nuestra familia”

Este incremento, por supuesto, se traduce en grandes masas de personas visitando constantemente los supermercados. “Yo ya me he hecho a la idea de que me voy a infectar y, de paso, a toda mi familia. ¿Tú sabes cuanta gente pasa por aquí cada día? Y además tenemos que tocar el dinero... por mucho gel desinfectante que nos pongamos es imposible no contagiarse”, relata un trabajador de Mercadona. No es el único que lo ha vivido: “una señora iba a pagar con tarjeta, pero no quería hacerlo porque no le di guantes ni desinfecté la máquina. ‘Yo así no te pago’, insistió”, explica Sergi. “Un cliente me dijo que cogiera el dinero de su monedero, no quería tocar billetes”, cuenta Cristian, un pescadero de otro supermercado barcelonés.

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“Lo que más rabia me da son aquellos que compran productos que no son de primera necesidad. Que sí, tienes derecho a comprar lo que quieras, pero realmente… ¿Tienes que venir a comprar pulpitos en medio de la epidemia? Los trabajadores estamos constantemente expuestos a gente. Si no es obligatorio, por favor, no compres”, afirma el pescadero. Lo mismo me cuenta mi cajera del Condis, que se queja de aquellos que, en medio de la pandemia, vienen a comprar productos “tan útiles” como diez barras de chocolate, kilos de Nutella, tintes para el pelo o chucherías. “Que se queden en casa, por favor”.

“Es una tortura”

“Por lo que habéis visto en las redes sociales, os hacéis una idea del caos que habita en los súper estos días”, explica en un hilo Charo @PerkinsUnknown, que también es trabajadora de supermercado. “Pero creedme cuando os digo que es una verdadera tortura para nosotros. Estar tantísimas horas de pie, expuesto al virus que ha blindado el país, ya no solo con el cansancio que esto supone, sino porque, además, sumémosle la poca paciencia de la gente, tu propia poca paciencia y el gilipollas de turno que te viene a toser en la cara a propósito”, denuncia.

“No puedo más. No sé si el virus nos ha hecho estúpidos pero es que hay gente que viene a comprar carne en una pescadería, más de cinco lo han hecho ya. No entiendo por qué creen que vamos a tener una chuleta, no me entra a la cabeza cómo le pides eso a una pescadería”, asegura Cristian frustrado. A Sergi le sucedió algo similar: “Perdona, ¿tenéis algo de la marca Deliplus? Es que en el Mercadona no hay y vengo buscando el gel de ducha”, le preguntó una señora. “Deliplus es marca blanca del Mercadona, aquí tenemos esta, que es la de esta cadena”. “¿Y ahora de dónde saco yo el gel? ¿Me haces ir a otro pueblo? ¡Sinvergüenza!”, le respondió.

Epidemia, excusa para la explotación

Charo se ofreció para sustituir una compañera. “Por tanto, mi horario pasa a ser de 9 a 15 y de 17.45 a cierre”. Eso, sobre papel, claro. “Tal y como ha sucedido todo, ese horario ha pasado a ser desde las 8.20 - 15.15 y 17.15 - 22.00. Y como yo a saber cuántos compañeros del sector”. A eso le tiene que sumar “el no poder hacer un descanso porque el super va a reventar, ni siquiera para ir al baño”, o “el repartidor del súper, haciendo 14h diarias, llevando cajas a 5º sin ascensor”, pero, sobre todo, “el abandono por parte de los jefes un email para todos con un 'buen trabajo chicos, no sé ni cómo, ni cuándo, pero intentaré compensaros'. ¡Pero, usurero, manda gente a reponer!”.

Cristian también está trabajando más de lo que debería. “Cargando cajas, sirviendo pescado, y eso que lo fresco se acaba enseguida”. Además, constantemente se lava las manos a pesar de llevar guantes. “Me están saliendo sarpullidos de tanto lavarlas, pero es que no puedo evitarlo con la paranoia. Sinceramente… ojalá me despidieran. No me importa cobrar menos y estar en paro. Pero es que no aguanto más. Pero, obviamente, no lo dejaré porque necesito pagar el piso”, se lamenta.

Pero no todo son malas noticias. Como explica una cajera a La Vanguardia, por primera vez siente que su trabajo está siendo reconocido. “Algunos clientes incluso te agradecen que estés aquí, trabajando ¡sienten que les estás ayudando a superar todo esto! Hasta he leído algún tuit de agradecimiento que me ha emocionado. La verdad es que nunca me había sentido tan reconocida. Este trabajo no tiene mucho prestigio, la verdad...”.

La cajera del super en el que intento rebuscar algo decente que llevarme a casa añade algo similar. "Los casos malos son pocos. La mayoría es civilizada. Pero es que estamos en una situación límite, de estrés máximo, y si de cien diez son malos, estos se te hacen muy duros". ¿Su mensaje al mundo? "Facilitadnos el trabajo y no vengáis si no es necesario".