El extraño y beneficioso efecto de tomar LSD en microdosis cada día

Este ácido lisérgico es utilizado, por algunas personas, de forma rutinaria como un pequeño empujón a la hora de ir a trabajar

“Esta mañana he tomado LSD. No me siento unida trascendentalmente con el universo ni con la divinidad. Al contrario. Estoy Normal. Bueno, salvo por una cosa: me siento satisfecha y relajada”, así comienza el libro Qué día más bueno, escrito por Ayelet Waldman en el que la autora, abogada y madre cuenta, durante un mes, el uso que hace del LSD —dietilamida de ácido lisérgico— en microdosis y cómo sus efectos le benefician en su día a día. En el libro también se exploran los mitos que rodean esta droga y otras muchas.

En dosis altas, el LSD altera la percepción, el estado de ánimo y una serie de procesos cognitivos. Puede, incluso, hacer que quien lo consuma tenga alucinaciones. Pero las microdosis de las que habla la autora no son lo suficientemente potentes como para causar dichos efectos. Es más, lo que sucede es que aumenta la concentración, la energía y la creatividad. Muchas personas que lo consumen, según cuenta el libro, cuando llega la noche, se detienen un momento y piensan: “Qué día más bueno”.

Dentro del experimento

El consumo de microdosis de drogas psicodélicas es un concepto bastante reciente. Fue popularizado por James Fadiman, doctor en psicología e investigador de drogas psicodélicas, alrededor del año 2010. Este autor se dedicó a recopilar testimonios de personas que han experimentado con microdosis periódicas de LSD y psilocibina, un producto químico que aparece de forma natural en diversas especies de setas. Así, Ayelet Waldman se puso en contacto con Fadiman que, después de un amplio diálogo y contacto, le facilitó un frasquito de color azul cobalto con LSD.

Las microdosis no pueden superar los 10 microgramos, o lo que es lo mismo, la quinceava parte de una pestaña mientras que para un viaje con alucinaciones se deben consumir unos 100 o 150 microgramos. Siguiendo las instrucciones de Fadiman, la autora tomó una microdosis cada tres días, monitorizó los efectos y tomó notas de su experiencia personal.

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Pareciera, ante toda esta presentación, que el experimento conjunto se trataba de una actividad ilegal y que se hacía en la clandestinidad. Y lo cierto es que era bastante así. El libro se publicó en inglés en el año 2016 y su versión en castellano, editada y publicada por Reservoir Books vio la luz en junio del 2018. Sin embargo, poco después de su publicación su impacto se vio aumentado con la aparición de uno de los primeros estudios con microdosis de LSD que se han hecho hasta la actualidad.

El Imperial College de Londres junto a la Fundación Beckeley lanzó en septiembre del 2018 el primer ensayo con humanos para saber si las pequeñas dosis de esta sustancia psicodélica tienen efectos cognitivos positivos o si bien actúan como placebo. El estudio no fue fruto de la casualidad ni tuvo nada que ver con el experimento de Waldman. En realidad, se debió a la enorme popularización del consumo de estas dosis entre los grandes empresarios del mundo de la tecnología digital en el sur de San Francisco, Imperial College de Londres junto a la Fundación Beckeley EE. UU.. Es decir, que los grandes genios de la tecnología iban de ácido lisérgico hasta arriba. 

En el ensayo del Imperial College y la Fundación Beckeley se utilizaron técnicas de escaneo cerebral para visualizar cómo el LSD altera la forma en que funciona el cerebro. Los resultados demostraron que una microdosis de LSD hace como una especie de ‘desorganización’ en la actividad del cerebro, lo cual le permite actuar de una forma más libre y menos restringida de lo normal. La sustancia funciona como una imitación de la serotonina lo que hace que se eleve el estado de ánimo, la  creatividad, se mejore el aprendizaje y la flexibilidad cognitiva. Este hallazgo ayuda a explicar el fenómeno de la microdosis y no solo eso, también ayuda a profundizar en la comprensión de la conciencia y su funcionamiento.

Aplacar la negatividad

La autora del libro se embarcó en este experimento buscando la felicidad y la posibilidad, sobre todo, de controlar los altibajos que le producían las emociones negativas. El mal humor, por ejemplo, la abordaba ante cualquier mínima situación incontrolable o de estrés y eso no lo le afectaba solamente a ella sino a su marido y a sus tres hijos. Hasta el punto de casi perder la relación con ellos. Varias fueron las maneras en las que Ayelet Waldman intentó resolver no solo esto sino también sus dolores físicos pero ningún médico o psicólogo consiguió ayudarla. El mes consumiendo microdosis de LSD le otorgó a la autora una nueva percepción y, al fin y al cabo, más empatía. Su entorno, como cuenta el libro, observó un cambio radical en ella: más alegre, más relajada, más divertida y en situaciones estresantes mantenía la calma.

Pero no es oro todo lo uqe brilla y menos cuando hablamos de una droga dura. Algunos medios que han escrito sobre el libro apuntan que peca de caer, en varias ocasiones, en las fórmulas que utilizan los manuales de autoayuda. Otro de las posturas contrarias es que podría instar al consumo de LSD y que este diario caiga en manos de gente inadecuada que no sepa cómo gestionar una microdosis. No solo este punto es peligroso: cada cuerpo reacciona diferente y, depende de la persona, esta droga puede beneficiar o no. Lo que sí es cierto es que ha conseguido erosionar el tabú no solo sobre esta droga en concreto sino sobre muchas otras, ya que la escritora cuenta sus experiencias con diferentes sustancias y como estas le perjudicaron y/o ayudaron.

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El relato biográfico junto al científico —el cual va mostrando algunos estudios en cuanto a drogas psicodélicas— consiguen hacernos entender más a fondo los efectos de las microdosis de LSD. Dicha línea narrativa ayuda a abandonar los prejuicios que se tienen antes de empezar el  libro. El formato de diario atrapa al lector en un recorrido casi inmersivo donde no solo se entienden las causas por las cuales Ayelet Waldman se inicia en el experimento sino que se ve cómo van menguando sus dolores y sus emociones negativas, casi como si estuviéramos al lado de la autora.

Más allá del interesantísimo relato, es importante tomar consciencia de que no se trata de un llamamiento a introducirse en este consumo. La obra de Waldman es una mera aproximación al mundo del consumo de drogas al cual le queda un amplio camino que recorrer. Las investigaciones deberán continuar y aparecerán otros estudios científicos que evidencien o desmientan su potencial beneficioso así como sus posibles efectos secundarios a medio y largo plazo. La decisión de consumir una droga nunca es fácil, pero quizás en el futuro todo aquel que decida hacerlo al menos lo hará en base a argumentos científicos y buscando mejorar su vida en lugar de dedicarse a destruirla.