Ser adicta al ‘cushioning’ podría destrozar mi vida amorosa

El flirteo por fuera de la pareja ya sea en persona o a través de redes sociales es una de las problemáticas que afectan a las parejas más jóvenes

Es un sábado por la noche. Me estoy pidiendo un gin-tonic en la barra del pub que solemos frecuentar mis amigas y yo. Miro a la derecha porque escucho a un grupo de tíos riéndose muy fuerte. Veo a uno que me llama la atención. Se queda mirándome mientras le hago ojitos y cojo la pajita que he puesto previamente en la copa para metérmela en la boca y dar un trago, muy lento y con el nivel justo de sensualidad. Separo la mirada despacio —como tomando las riendas del flirteo— y vuelvo a la mesa donde están el resto de chicas. Mi móvil suena, es mi novio, que me envía un mensaje para decirme que se va a dormir, que no lo despierte al llegar y que esta noche me lo pase muy bien. Le tomo la palabra.

El fuego que casi quema

El coqueteo incesante en directo o a través de redes sociales me ha acompañado a lo largo de mi vida y en cada una de mis relaciones a mayor o menor nivel. Es lo que actualmente se denomina cushioning, una forma de ir teniendo varias personas en las que apoyarse o con las que tener ese juego basado en el flirteo. Vamos, una subida de ego constante. Lo cierto es que nunca han llegado a algo más que eso, ningún flirteo ha terminado en infidelidad. De hecho, desde mi punto de vista, se trata de una forma natural de no perder esa intimidad o ese rincón en donde podemos ser un poco ‘libres’, sin dejar de amar a la pareja bajo ningún concepto y sin llegar al engaño. Sin embargo, este comportamiento podría tener un lado muy negativo.

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En el momento del coqueteo, al igual que cuando nos enamoramos o cuando sentimos ilusión por el hecho de haber conocido a alguien, nuestro cerebro experimenta una explosión bioquímica de serotonina, dopamina y adrenalina. Todas sustancias que pueden generar una sensación positiva, animada y energizante. Esta segregación de hormonas nos conduce a la excitación. Cuando flirteamos teniendo pareja el cosquilleo podría llegar a ser peligroso pero hay que aceptar que ese riesgo, sumado al hecho de sentirnos atraídos por otra persona ajena a la relación personal, nos potencia el deseo. Al menos eso es lo que me pasa a mí.

Júlia Pascual, psicóloga y directora del Centro de Terapia Breve Estratégica de Barcelona, explica que “no se puede negar ni afirmar que sea infidelidad intercambiar directora del Centro de Terapia Breve Estratégica de Barcelona o el ordenador ya que eso está en cada pareja. Son las dos personas las que deben comunicar y acordar qué es ser fiel y qué acciones romperían dicho acuerdo”. Antes de sucumbir en este tipo de ‘traición’, el llamado cushioning aparece, en una de sus vías, como para tener a alguien en el caso de que suceda una ruptura con la persona con la que se tiene una relación, es decir, que es una forma casi de autoprotección y que demuestra la dificultad de enfrentarse a un periodo o a una situación de soledad.

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Otra de las caras negativas de este comportamiento surge porque uno no está preparado para asumir una situación de compromiso. En gran parte de las ocasiones la persona que ejerce el cushioning se encuentra al principio de lo que podría ser una relación estable y ese punto de seriedad le atemoriza o no sabe cómo lidiar con él. El hecho de coquetear con otros, de tener la posibilidad de acceder a ese flirteo otorga a la relación menos compromiso: como aún sigo permitiendo que otros me seduzcan y como me tomo la libertad de seducir a otros, hay un claro indicador de que no tengo por fuera de este juego nada serio con nadie. En definitiva, otro de los motivos para dar pie a esta actitud es el miedo a estar comprometido.

Las consecuencias del plan B

Como explica el psicólogo y sexólogo Germán Gregorio Morassutti para el diario informativo Los Andes, el término alude a una especie de colchón que “se basa en construir diferentes contactos o tipos de relaciones con personas que están fuera de la pareja para así intentar cubrir un todo”. Cubro la caída tras una posible ruptura, cubro la sensación de estar comprometida hasta las trancas y, además, me llevo un subidón de autoestima constante. Este último es otro de los aspectos que aparecen con el cushioning. Es más, Júlia Pascual explica que “esto puede suceder porque las personas buscan nuevas experiencias y se siente mucho placer al gustar a los demás”.

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Todo tipo de decisiones tienen su parte buena y su parte mala pero el cushioning se mueve por un limbo en el que es posible no perder nada, lo cual lo hace más peligroso. Si nuestra pareja pilla ese juego que puede producirse a través del móvil o el ordenador, podríamos tener un problema. Obviamente esto depende de cada relación y de lo que se haya acordado entre ambos. En el caso de las relaciones que he tenido, estoy segura que a ninguno le hubiera hecho gracia que me pusiera a coquetear con otros en bares, discotecas o chats de Facebook. La peor parte de este enjambre de parejas y coqueteos con otros es que a mí tampoco me gustaría que me pasara. Ya, ni como ni dejo comer.

La experta apunta que estos comportamientos han existido desde siempre pero que la era virtual actual y el progreso tecnológico han potenciado estas conexiones mediante likes, iconos o mensajes que pueden darse en cualquier momento del día a golpe de ‘click’. Es por ello que resulta fundamental establecer ciertas pautas en las relaciones, ser sinceros con la otra persona pero sobre todo con nosotros mismos. Adquirir conciencia de nuestros comportamientos, buscarles los motivos y trabajarlos para no dañarnos ni establecer conexiones que tengan como objetivo rellenar un vacío emocional. Estar bien internamente para poder crear vínculos sanos y dejar la toxicidad fuera.