Se acaban las discotecas

Desde 2008, han desaparecido el 64% de los clubes que había en España a causa de la crisis y de las pocas ganas de salir de casa que tienen los Z

Todo empezó con las galas de tarde. Una capa de maquillaje y unos tacones sin sentido con todo el solazo de las cuatro de la tarde. Te ibas en bus, te aprendrías de memoria el DNI de una amiga un par de meses o años mayor y entrabas por el túnel del tiempo a un fiestón que parecía un after. Los chicos llevaban la camiseta de Supermán y las chicas tops palabra de honor, bebíamos garrafón, nos emborrachábamos rápido con cócteles como el Cua-cua o el Malibú-piña y a las 11 ¡de la noche! estábamos listas para volver a casa. Escuchábamos Daft Punk en su apogeo antes, mucho antes, de Get Lucky y el recopilatorio Cultura de Club del gran Ministry of Sound de Londres. Poco a poco fuimos alargando las noches en una negociación permanente con nuestros padres, empezamos a amanecer de fiesta, a volver a casa desayunados... en fin, crecimos, y mientras nos convertíamos en criaturas de discoteca no nos dábamos cuenta que los clubes estaban desapareciendo.

Desde 2008, han cerrado el 64% de los locales que había en España. En una década nos hemos cargado la mitad de nuestras salas. Si has vivido en Barcelona, seguramente recuerdes la Zona Hermética de Sabadell, un polígono industrial lleno de garitos terribles, o el Dixi 724, en Madrid, Oh! y Atika, en Gijón, El Jardín, en Ibiza, Space y El Dorado, en San Sebastián, el Ku, en Valencia, solo por nombrar cuatro, han desaparecido Puzzle, Chocolate, Bananas, Rockola... en Sevilla, el Café Canalla, el Utopía, Elefunk, Malandar... basta con preguntar a tu alrededor y alguien te podrá nombrar un par de salas, o más, que han cerrado en su ciudad. Es un drama. "Yo es que estoy viéndome con un chico menor de 22 y no sale, como mucho va a cenar. Y le pasa a todos mis amigos que están con gente más joven", me dice Abel, un compañero.

Estamos ante una masacre silenciosa que marca el final de nuestra generación. Nuestros padres, esos boomers que ahora te parecen tan aburridos, fueron los encargados de importar el modelo de las discotecas londinenses a España, pero nosotros, los millennials, les seguimos la tradición y hasta la mejoramos. Pero el mundo de la noche se ha encontrado con una cruda realidad: la generación Z no tiene tanto interés en salir de fiesta como nosotros. De hecho, los informes que hablan de grandes tendencias generacionales explican que los nacidos a partir de 1997 son más comprometidos que nosotros, pero tienen menos interés en salir de noche porque sus relaciones sociales son online, y que consumen menos alcohol, más comprometidos que nosotros

3.200 discotecas menos

Este relevo generacional ha coincidido con que la crisis de 2009 borró del mapa los locales menos rentables y con un refuerzo de los controles legales de los establecimientos que hizo de criba. “Antes de la crisis, había 20.000 pubs y 5.000 discotecas y locales con espectáculo... ahora, hay 18.000 bares de copas y apenas 1.800 discotecas", explica la Federación de Asociaciones de Ocio Nocturno a La Vanguardia. Eso sí, si vives en una gran ciudad y ya has notado el declive, no quieres ni imaginar lo que ha pasado en la España rural, como siempre, la peor afectada por este apagón. Otro dato que arroja el diario catalán: los bares, restaurantes y cafeterías vendieron el 90% de sus productos antes de las nueve de la noche.

En fin, todos nos hacemos mayores y al final las costumbres pasan. Seguramente tú también has notado que tus amigos ya no están tan dispuestos a salir de fiesta, han crecido, algunos han tenido hijos y a otros directamente les da pereza seguir saliendo a los mismos lugares de siempre. Estamos creciendo, tenemos el presupuesto apurado y el ocio es el primero que se resiente, según las estadísticas. Así que todo apunta a que las noticias del futuro, las que escribiremos los millennials cuando los boomers ya no sean más que un recuerdo del pasado, contarán con nostalgia el cierre de las grandes salas de baile de nuestra juventud.

Como cuando desapareció La Paloma, en el Raval barcelonés, a la que los más mayores de nuestra generación todavía pudieron ir pero que recordaba más bien a historias antiguas que no han tenido que ver con nosotros. Ese día, lloraremos, hablaremos de cuando España tenía miles de discotecas, del poder de los DJs y de las peleas de los jóvenes con sus padres para poder salir de fiesta un poco más. Los de atrás solo nos dirán una cosa: "OK".