Posar medio desnuda, ¿me convierte en objeto sexual o me empodera?

Con el auge las redes sociales, se ha reavivado el debate sobre los desnudos femeninos y la perpetuación o no de su papel como objeto sexual.

Una mujer a la que admiras, famosa o no, acaba de subir por primera vez una foto suya en lencería con una postura estereotípicamente considerada ‘sexy’. Mientras la observas, es probable que se encienda tu Pepito Grillo feminista interior haciéndote cuestionar si exhibir así su cuerpo no va en contra de los ideales emancipadores de la mujer. Es decir, que debería dejar de considerarse ya objeto de decoración o de placer, o de hacer de sus tetas su carta de presentación.

Pero eso, te dirá una parte del feminismo, es una soberana tontería, una muestra más de la misoginia subyacente que nos oprime y nos divide, porque las mujeres deberían poder hacer lo que quieran con su cuerpo y, por eso mismo, publicar fotos de él como le plazca, sin que eso sea una invitación sexual ¡o siéndolo, si le apetece! y sin convertirse por ello en un florero. Y te dirán que de hecho, las mujeres deberían poder incluso vender sexo legalmente si les apetece, porque ya se nos ha dicho lo suficiente qué tenemos que hacer con nuestro cuerpo y ya se nos ha reprimido bastante y esto, compañeras, esto es empoderamiento sexual.

Vale, entendemos tu cara de plátano. ¿En qué quedamos? ¿Dónde está la diferencia entre objetificación y empoderamiento sexual? Hemos encontrado un cómic brutal escrito y dibujado por Ronnie Ritchie que expone el debate y sus complicaciones.

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 ¿Quién tiene el poder?

Bueno, parece que tenemos la respuesta. La clave es el poder. Pero, ¿cómo sé yo quién tiene el poder según la situación? El cómic continúa explicando que, a menudo, el poder proviene del consentimiento, es decir, que esa persona entra en la situación ‘sexual’ por voluntad propia, y si ya no quiere estar allí, puede irse sin consecuencias. Es decir, que si alguien se pone ropa sexy y sale en público o comparte un selfie, tiene el poder, porque lo ha elegido ella misma. En definitiva, es empoderador.

Pero esto se complica cuando entran en juego motivaciones invisibles como los estándares de belleza y la política de respetabilidad. Este concepto se refiere a la represión entre miembros de un mismo grupo marginado en este caso las mujeres, que en ocasiones se empujan unas a otras a adaptarse a los valores mainsteam en lugar de cuestionar la falta de inclusión de estos. Esta presión invisible puede llevar a alguien a ponerse ropa sexy porque cree que si no "no estará guapa" o bien a taparse más porque si no se las llamará guarras o se las avergonzará por ello.

Entonces, ¿Miley Cyrus encima de una bola completamente desnuda, cantando y rompiendo paredes, es ella misma vendiéndose al heteropatriarcado, o abrazando su cuerpo y su sexualidad sin tabúes? Ella ha dicho muchas veces que hace lo que quiere con su cuerpo y es dueña de su sexualidad. ¿Y por qué nos ibamos a meter con Emma Watson si decide hacerse una foto mostrando parte de sus pechos? ¿No nos quejamos tanto de la censura de los pezones en Instagram? ¿Y qué daño le hace Emma Watson a nadie con sus vestidos microscópicos?

Me temo que, aun teniendo el poder como variable principal, no hay respuestas absolutas para estas preguntas. Pero cuando la publicidad se empeña en exponer parte o totalidad del cuerpo sexualizado de la mujer sin justificación alguna para vender cosas que nada tienen que ver, es difícil considerar eso empoderamiento sexual. Otros creen que la diferencia está en que si al sacar el sexo de la ecuación, allí sigue habiendo una mujer, entonces es empoderamiento y no objetificación sexual.

Todo este debate podría irse al garete si pensamos, como nos recuerda el cómic, que no hace falta ir destapada para poder ser objetificada. Ya puedes ir cubierta de arriba a abajo, que si quien te está mirando convierte una situación no sexual en una sexual sin tu consentimiento, eso es cosificación, porque siempre habrá quienes prefieran soltarles piropos por la calle a quienes van más tapadas. Y la cosa se complica más todavía cuando recordamos que hay gente que al menos legalmente, y para muchos moralmente no es capaz de dar ese consentimiento y por lo tanto ejercer ese poder, como las menores o personas con según qué discapacidades.

¿Y qué hay de los personajes de ficción? Según el cómic de Ronnie Ritchie, dado que los personajes no pueden dar su consentimiento, ya puedes decir que Wonder Woman está empoderada, que en realidad lo que está es subyugada a las decisiones de sus creadores. Así que toda especulación sobre el consentimiento es eso, especulación. Según esta visión, es la responsabilidad del creador dejar claro ese consentimiento activo como si el personaje fuese de carne y hueso.

El cuerpo como mercancía

Hasta aquí hemos hablado de la imagen de las mujeres, pero con la prostitución, apaga y vámonos en el sentido argumental de la palabra. Una parte del feminismo considera que vender servicios sexuales es empoderador, ya que al poder ser lucrativo, puede llevarte a elegir incluso a tus clientes. Pero de nuevo, podemos argumentar que muchas proveedoras de tales servicios no tienen la opción ni si quiera de elegir proveerlo o no, y aquí entran en juego factores económicos, de etnia, de clase, de forma del cuerpo, de género,... que determinan las probabilidades que tienes de acabar siendo prostituta y en qué circunstancias. Muchas acaban sometiéndose a discriminación y criminalización, cosa que también pone el poder en manos de otros más allá de las proveedoras de estos servicios.

La activista transgénero Janet Mock cuenta que en el caso de las mujeres trans, mucha gente cree que eligen ser prostitutas antes de tener otro trabajo, pero si partimos de la base de que el trabajo sexual es trabajo, a veces es el único accesible para las mujeres marginalizadas. Aunque actuemos como individuos, dice Mock en una cita del cómic, no podemos salirnos del marco social en el que vivimos, y la opresión sistémica hace que muchas acaben eligiendo el trabajo sexual para sobrevivir.

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¿Que todo esto parece agotador, confuso y difícil de compatibilizar con la libertad profesional y creativa? Más agotador es que la cultura legitime que se te trate como carne. Cuando a mí misma alguna vez me dan palo estos debates tan "al dedillo", me recuerdo que A sirven para cuestionarnos nuestro comportamiento, y deconstruir es básico para construir, y B que no harían falta si hubiese igualdad, porque ya no habría que empoderar a nadie, el poder ya estaría repartido entre géneros, clases, etnias y demás.

Pero como no vivimos en el mundo de yupi, vale la pena recordar que no todo es blanco o negro y que lo importante no es juzgarnos unas a otras, sino empoderarnos, sin presiones, para que algún día el debate sobre cómo y cuándo posar en bolas, e incluso cobrar por sexo o no, llegue a ser realmente una gilipollez.

[Puedes ver el cómic completo en inglés aquí.]