"Está En Línea y No Me Contesta". Este podría ser el título de una superproducción de Hollywood, pero de momento no lo es y la única superproducción que existe son las paranoias que se forman en nuestra cabeza cuando alguien no nos responde a ese mensaje en el que tanto esfuerzo, cariño y ganas hemos invertido aunque sea un hola. Eso sí que es ficción y no lo de Spielberg. Podrían nominarnos a mejor actor por el papel de drama, y bien a gusto subiríamos a por el Óscar dando un discurso sobre cómo vivimos las experiencias whatsapperas cuando no recibimos lo que esperamos creemos que debemos recibir. Ya me imagino las disertaciones encima del escenario, poniendo cara de me meto mucho en lo que estoy diciendo y soltando lindeces del tipo:
"No me hizo falta prepararme para el papel. Lo cierto es que mi día a día es un caos desde que el WhatsApp llegó a mi vida. Gracias a todos los que han sabido apoyarme en los momentos duros que atraviesa mi vida cuando alguien no me contesta. He sufrido, he sufrido mucho. Y las personas que me conocen bien lo saben. Pero sé reponerme de las cosas difíciles y ahora he entendido que lo único que necesito para ser feliz es quitarme la hora de la última conexión. Sin embargo, amigos, cuando me acuesto y hago un análisis de mi vida y consulto con mi almohada las cosas verdaderamente importantes, me pregunto: "¿Seré yo el '¡Está en línea! ¡Está en línea!' de alguien?"
¿Sí o no? ¿A que sí? Venga, di la verdad. Sí. Que nos ponemos de un dramático y un sensible con estas cosas que cualquiera se pone a pensar en las opciones normales que pueden pasarle a alguien para que no nos conteste un mensaje. Es que, claro, es más rápido ponernos en uno de los extremos y empujar y empujar y empujar para que lo que no es malo se vuelva macabro y tétrico. Y es que, poniéndonos serios un poco, los españoles nos conectamos a nuestro smartphone alredededor de unas 35 veces al día para consultar asuntos como los me gusta en Facebook, interacciones en Twitter o Instagram, o mensajes leídos versus contestados en WhatsApp. Y el dato ya de por sí es cuanto menos peligroso, sobre todo si no hacemos un uso responsable de la tecnología que ya sabemos la sociedad distópica a la que nos enfrentamos, y sino, un poco de Black Mirror no nos vendría nada mal.
Pero, a lo que vamos, ¿y si no nos contestan porque la gente está viviendo? O aún mejor, ¿y si no nos contestan porque no les da la gana? Desconecta el móvil y piérdete un poco en el ritmo de la vida diaria. Que la tienes ahí a tu alcance. A tus pies, pidiéndote a gritos cariño. Mímate, respétate y dale una tregua a los demás. Ya verás como empiezas a vivir la vida distinta y a apreciar las cosas que importan. Te prometo que hay un entorno off que mola, y mola mucho. Ahí es donde están las cosas que vale la pena conservar. Y si no, ya sabes, quítate la hora de la última conexión y vive y deja vivir. Hazle un favor al mundo y déjate el WhatsApp. Sé libre, como el viento, como un pajarito que sale de su jaula, como el sol cuando amanece. Sé libre como el mar. De verdad, las cosas irán mejor. Repite conmigo: por un mundo sin doble check. Firmemos, amemos. Amén.
Fuente: las experiencias de mis amigos, los amigos de mis amigos, los amigos de los amigos de mis amigos, la NSA y yo.
Crédito de la música: Ludwig van Beethoven intérprete, Vadim Chaimovich