El grito de “Estefaniaaaaa” es ya un icono de la televisión contemporánea. Raro sería que no supieras lo que es. Se trata del grito desesperado que dio Christofer mientras corría por la playa cuando vio que su novia Fani le había puesto los cuernos con un tentador. Sí, estamos hablando de La isla de las tentaciones. Concretamente esto ocurrió en la primera edición de este programa que fue todo un exitazo. A partir de aquí llegaron dos ediciones más con parejas nuevas y tentadores y tentadoras también nuevos, al menos algunos de ellos.
Si sigues sin enterarte te explicamos la dinámica muy brevemente: una pareja que busca medir su confianza y ver si su amor es verdadero no se le ocurre otra cosa que ir a ponerse a prueba a una isla. Llegan allí y los separan en dos casas, hombres a una, mujeres a otra. En esas casas hay solteros y solteras que buscan “encontrar el amor” y tentar a estas parejas. Si caes en las redes de la seducción, oh vaya, tu pareja lo verá por una pantallita. Sencillo, eh, pero ULTRA tóxico. Porque lo ir a terapia sale más caro y, uf, qué palo.
Como las tres anteriores ediciones hicieron que Telecinco estallara de audiencia, ahora ha llegado una cuarta. Eso sí, esta no cumple exactamente el mismo formato. Esta edición es aún peor. Se titula Regreso a la última tentación y trae a concursantes pasados. Es un rizar el rizo de lo más nocivo que te puedes comer, ¿el motivo? La gran mayoría son personas que, ya en su paso por alguna de las anteriores ediciones, mostró que la fidelidad, la confianza y la seguridad, no eran las principales de sus características. Estas personas vuelven al programa o con nuevas parejas completamente desconocidas o con tentadorxs con los que, supuestamente, el amor triunfó. Vuelven para esta vez sí, de verdad verdadera probar si tomaron la decisión correcta.
A Telecinco le encanta echar leñita al fuego, así que en varios fragmentos de adelantos aparecen concursantes llorando a lágrima viva, perreos exagerados, acercamientos hot en piscinas y acción bajo las sábanas. Quienes observan la tele se llevan las manos a la cabeza a la exclamación de “¡OMG, qué pasará!” y así se te queda el gusanillo dentro para que, a la semana próxima, te plantes frente al televisor y no pienses en absolutamente nada más. Pero claro, que la tele está llena de basura ya lo sabemos, nosotrxs estamos aquí no para decirte que no lo veas sino para que, cuando lo veas, lo hagas con un poco de autocrítica y, sobre todo, consciencia.
Muchas de las relaciones que se ven en este programa son un reflejo de los rasgos más tóxicos que tenemos todas las personas. Es posible aprender mucho si observamos cómo nosotrxs también repetimos a escalas diferentes las mismas reacciones de muchos de los concursantes. No basta con señalar con el dedo y decir “qué tóxica es esta gente” porque la realidad es que si este programa te engancha y, en el fondo de ti aunque no lo digas, confías en que nadie se ponga los cuernos, es que estás esperando que la idea del amor romántico que todxs hemos absorbido triunfe por encima de todas las cosas. Y no acaba aquí la cosa, también es posible que viendo lo que pasa en estas relaciones, te sientas un poco mejor con las cosas chungas que pasan en la tuya. Al final lo que vemos en la televisión, aunque sea solo para echarnos unas risas, dice mucho de nosotrxs mismxs.
El amor no son los celos ni la posesividad que tan fuertemente promueve este programa. El amor debe tener otros ingredientes más sanos y debe optar por otras herramientas para mejorar: la comunicación, la honestidad, la individualidad y el amor propio son solo algunas de ellas. Pero claro, si hicieran un reality sobre responsabilidad afectiva y relaciones sanas seguro que no tiraba nada, así que está en nuestra mano entender por qué estos programas triunfan y tomar un poco de distancia con lo que vemos siempre desde una perspectiva crítica, porque puedes aprender muchas cosas de ti.