¿Dónde van a parar los colegas que desaparecen cuando tienen pareja? ¿Los tendrá Paco Lobatón para cuando TVE decida retomar el programa y hacer un especial de 'Quién sabe dónde: Colegas desaparecidos'? ¿Estarán acaso todos juntos tomando cerveza riéndose de nuestros mensajes absurdos en los que suplicamos por favor volver a verles?
Todos lo hemos vivido y todos alguna vez hemos estado ahí. Teníamos un amigo y de repente ya no estaba. Se esfuma, desaparece y, aunque juraríamos haberlo visto en línea alguna vez, la investigación del caso nos lleva al único punto viable de partida: se ha largado. Entonces tú entras en el círculo de autodestrucción donde empiezas a acordarte de las cenas de instituto, las notitas en los estuches, de las veces que no pudiste dormir porque cada puto zumbido del Messenger te recordaba que él seguía ahí. Con sus dramas, sus historias, sus emoticonos, sus abreviaturas de: "ola, k acs, CNT URGNT?". Y tú, tú siempre estuviste. Nunca fallaste. A las buenas y a las malas porque, joder, friends forever y sangre con sangre hasta el final.
Y ahí, en el momento en el que te descubres recibiendo excusas y conformándote con momentos rápidos y fugaces tintados de "ey, chicos, tengo que irme que he quedado", es cuando, por fin, decides que tienes que hacer algo.
Y vaya si hay gente dispuesta a hacerlo. Los amigos de Keiran Cable, un joven inglés de 20 años, cansados de mantener viva la llama de la esperanza y tras más de 18 meses de silencio y mensajes sin respuesta, resolvieron su desaparición de la única manera posible: enterrándolo. Según uno de sus amigos, Ben Sullivan, Keiran tenía una relación desde hacía ya varios meses y durante ese tiempo nadie había vuelto a saber de él, por lo que no era tan descabellado pensar que todos sintieran que de alguna forma había muerto.

Una de la tardes en las que el resto estaban reunidos en el bar haciendo una puesta en común de lo que estaba sucediendo y, tras repetir, entre bromas, 'RIP Keiran', algo encendió la luz y todas las ideas tuvieron su pistoletazo de salida. Enterrarían a su colega y prepararían todo lo necesario para que fuera un entierro por todo lo alto. El modus operandi para engañar a Keiran fue citarlo para un partido de rugby, pero al llegar se encontró con su billete hacia el reino de los cielos.

El ataúd fue creado exclusivamente para él, y la ceremonia contó con un cura y la lectura del Antiguo Testamento. Aunque en un principio Keiran se quedó en shock, accedió a meterse dentro y acabó siendo enterrado con vida, entre risas y seguramente muchos zascas del tipo: "eso te lo tienes merecido". Ojo también al paseíto épico que le dieron por el pueblo con las calles cerradas exclusivamente para la ocasión.
Ahora ya sabemos qué hay que hacer cuando nuestros amigos se nos largan de nuestra vida sin avisar. Llorar es demasiado aburrido, mejor vamos a organizar algo gordo para pegarle un toquecito, que la vida con amigos siempre mola mucho más.
Cuando se van porque se echan pareja, ¿la esperanza es lo último que se pierde?