El día que recibí una caja del futuro con instrucciones para sobrevivir

Dentro del paquete había un móvil y un papel doblado a la mitad con un mensaje escrito con mi propia letra

Cada mañana salgo de casa muy temprano y vuelvo muy tarde. En ese intervalo de tiempo no suelo recibir correo y, si por algún casual me llega alguna encomienda, mi vecina se encarga de guardarla. Siempre ha sido así hasta el pasado 12 de octubre del 2018. Era festivo y estaba recogiendo la casa para poner un poco de orden cuando sonó el timbre. Correos no trabajaba y yo no esperaba a nadie. Dejé lo que tenía en las manos y me acerqué a la mirilla. Estaba vacío. Abrí la puerta y sobre el felpudo de la entrada había una caja de cartón muy fina. Nada más. Sin remitente ni ningún indicador que mostrara de dónde provenía tal paquete. Solamente el siguiente mensaje: “Soy tu yo del futuro. Ábreme”.

Año 2060

Las luces y los carteles de colores llenaban las paredes del evento. Cientos de personas se saludaban e intercambiaban los comentarios sobre sus respectivos viajes. Dos puntos en el planeta, Milán Italia y Kuala Lumpur Malasia, crearon una reunión a nivel mundial para dar luz a una cita que marcaría una nueva era en lo que a teléfonos inteligentes respecta: 11 de octubre del año 2060, la presentación del Samsung Galaxy A9. Medios de comunicación, invitados estrella, influencers y los más prestigiosos entendidos de tecnología no faltarían. Entre ellos, como lanzada a un mundo nuevo jamás visitado, estaba yo. Todos los veteranos compartían opiniones y sospechas de cómo sería la forma del Smartphone, de sus capacidades y de lo que significaría para el mundo este lanzamiento. Mi tarea fue escuchar y recoger toda la información posible para cumplir mi objetivo personal.

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Antes de asistir al evento no dejaba de pensar en mi vida en el año 2018. Parecía ser un año en el que las herramientas, al alcance de todos, abrían las puertas de par en par para crear, representar y darse a conocer. Pero a los jóvenes de aquel entonces no solo nos faltaban ganas sino unos medios ideales para hacerlo. El boom de las redes sociales vivía aparentemente su auge: algunas plataformas perdían usuarios mientras otras los aumentaban de forma brutal. Instagram, en aquel 2018, se convirtió en el canal donde ser alguien, en una vía de comunicación y en el espacio donde los contactos futuros de cualquier tipo podían generar un lazo. Ahí, en un mar de posibilidades que ganaba fuerza, yo no conseguía subirme a la ola. Ese peso de no haber podido alcanzar el status social que las redes otorgaban —y la certeza de que no lo conseguiría— me empujó a querer cambiar mi historia, mi pasado.

Los asistentes nos sentamos a lo largo de una enorme sala que intentaba cubrir la larguísima pantalla que estaba ante nuestros ojos. Cuando se encendió y los colores nos deslumbraron el rostro, un silencio gigante se contagió y quedamos eclipsados por las imágenes que iban apareciendo: 24 megapíxeles para la cámara frontal, la de los selfies; cuatro cámaras por la parte trasera, cada una capaz de captar un mismo instante con un formato diferente; una de las cargas más rápidas de batería, para que estés donde estés puedas darle vida al teléfono; la última innovación en cuanto a Smartphones porque, entre otras cosas, ya no hará falta que busques la mejor luz para que la fotografía sea la ideal y, por último, un claro objetivo: creado y fabricado para que captes la realidad, compartas tu vida y tengas la posibilidad de contar la historia al completo.

Año 2018

Obviamente aquel paquete era producto de una broma. Los viajes en el tiempo —o en este caso los envíos en el tiempo— no existían, al menos hasta donde yo sabía. Mi escepticismo me hizo pensar en cientos de vías que dieran pie a que aquel paquete estuviera en mi puerta. Ninguno de ellos confiaba en absoluto en que mi yo del futuro me acabara de hacer llegar lo que sea que hubiera dentro: “no voy a abrirla”, pensé. Antes de que mi curiosidad ganara la batalla a mis incredulidades, empecé a enviar mensajes a mis amigos más cercanos. Incluí también a mi familia y a mi novio. Nadie sabía nada de ninguna caja. Apoyé el paquete sobre la cama y lo estuve mirando un rato largo. Cuando lo abrí había un móvil y una nota.

El móvil era realmente grande y liso, parecía nuevo. Nunca había visto uno igual, cuando me fijé en su parte trasera me quedé sin habla ya que vi que tenía cuatro cámaras, ¡cuatro! Pude leer su marca: Samsung. Justo debajo de aquel nombre una pequeña etiqueta marcaba, entre otras cosas, el tamaño: 64 gigas. Hubo algo que me llamó muchísimo la atención y que no tenía que ver con el aparato, debajo del móvil había un papel de color rosa pastel pero no era cualquier papel, era el mismo que yo utilizaba para envolver regalos o enviar paquetes. Era como un distintivo, como una firma personal. Empecé, de forma tímida y hasta asustada, a creerme que eso venía realmente del futuro.

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“Tienes una historia que contar, debes estar preparada para ello. Sé que no vas a tener los medios y que si no haces uso de este teléfono que te acabo de enviar no vas a llegar a nada. Créeme, el estatus social empezará a medirse a través de las redes sociales y aquellos que no sean nadie ahí, no tendrán posibilidades de acceder a nada. No te contaré nada más del futuro para que pueda ir descubriéndolo sola”, decía la carta. La releí varias veces. No podía ser falso porque, ¡era mi letra!, estaba realmente sorprendida. Debajo de la carta había un manual de instrucciones para el teléfono donde se detallaban todas las cualidades del mismo. No tenía mayor explicación. Se trataba, sin duda, de un aparato proveniente del  futuro.