El reality perfecto para una generación que vive ocultando lo que siente

'Too hot to handle' consiste en estar muy buenx y sobrevivir en una isla con otra gente que está tan buena como tú sin tocaros

Según Wikipedia, la MTV Generation corresponde al grupo de gente que alcanzaron la edad adulta en los 90, en plena época de alza de los videoclips del mítico canal de televisión. Son aquellos americanos que durante los años 80 dedicaban horas a escuchar música y vieron el famoso Unplugged de Nirvana en directo. Wikipedia no habla de una segunda promoción que crecimos con lo que la generación anterior consideraría como el “declieve de MTV” y que hoy, recordándola con amigos, nos ponemos de acuerdo en llamarla “la edad dorada de la televisión”. 

La revolución de nuestra generación empieza en el 2009 con la entrada de Jersey Shore, peldaño insaltable para miles de adolescencias. Nos pasábamos las tardes, Risketos en mano, viendo Next, Parental Control y MTV Exposed, incluso los que tenían suerte de tener amigos con tele de cable antes de que el canal se pasase a abierto quizás hasta tendrán recuerdos de la actriz bisexual Tila Tequila y su dating show tanto con chicas como con chicos subidísimo de tono. El reality más modosito en el momento era Embarazada a los 16, literalmente sobre las consecuencias del sexo a cortas edades. Las relaciones superficiales han quedado grabadas en nuestro ADN como si consecuencia de una larga exposición a radiación nuclear se tratase.

La herencia de MTV

Too Hot to Handle traducida al español como Jugando con fuego, el nuevo reality show de Netflix, no es más que una respuesta a una necesidad que tenemos como generación condenada. La premisa del programa suena a lo que haríamos nosotros si fuésemos dueños de un laboratorio gigante que experimenta con humanos, o dioses maquinadores de un Sims 4 a escala real: los productores meten a un grupo de chicos y chicas guapísimos en estándares de belleza nada inclusivos, no vamos a abrir ese melón ahora en una isla habiéndoles dicho que esto va a ser una especie de Punta Mita Shore en el que no tienen que hacer nada más que ser ellos mismos. “Drama 4 the drama”. Es entonces cuando les comunican que tienen una regla: no pueden ni besarse ni mantener relaciones sexuales entre ellos. Se desata el caos. Una rompe a llorar y dice: “es como si hubiese perdido a mi madre”. 

Los impulsos que les rodean son tan contradictorios como los nuestros. En nuestro día a día la censura en las redes sociales sigue más vigente que nunca, una herencia conservadora que hace sombra institucionalmente en nuestras vidas. Por otro lado, se nos empuja a tener relaciones sanas ya sea dentro de la monogamia o poligamia, relaciones abiertas, etc, a que sintamos y desarrollemos conexiones profundas y nos alejemos del drama, del roce y del conflicto. Y en medio de todo nosotros, pre-programados desde hace años para buscar la infatuación superficial y los altibajos en nuestras relaciones que nos proporcionen un chute de adrenalina.

Al rescate de la mamarrachada

El argumento del programa es tan incoherente como nuestro entorno empujandonos a tener este tipo de relaciones. Too Hot to Handle va de centro de rehabilitación para adictos al sexo con actividades tan pseudocientificas que dejan a la homeopatía a la altura de la física.

Plantean dibujar el “yoni” de las concursantes en un cuadro como forma de conectar con las demás mujeres o escribir sus miedos en un papel y atravesarlo con una lanza como modos de superar traumas se tratan con años de trabajo duro. Ni siquiera se molestan en ocultar los pegotes del guión, apuntando con la voz de la narradora cómo están usando clichés de otros reality shows como la fiesta de blanco para mantener la trama durante solo ocho capítulos

Por suerte para todos este Fyre Fest de reality está salvado y elevado a los cielos gracias a un director de casting que apostó por elegir a un puñado de concursantes que no suman tres neuronas entre todos. Ellos, los flotadores de este Titanic, nos regalan momentos icónicos que quedarán grabados en capturas de pantalla y GIFs para la posteridad: Francesca preguntando cuál es el número de teléfono del 911, Bryce dudando de si los relojes empiezan con el 12 o con el 1, o Hailey no sabiendo dónde está Australia. Son las únicas personas cuyas habilidades de reflexionar son tan escasas que son capaces de llevarnos a la suspensión de la incredulidad y de hacernos creer que el resto del programa es correcto, que de esta forma se aprende y se crece aunque ellos, insensatos e impulsivos, muchas veces no lo consigan.

Escondiendo lo absoluto

Too Hot to Handle vende unos ideales de conexiones reales, cuando está diseñado ya partiendo de su superficialidad de meter a gente “too hot” en él, obligados a pasar el día en bikinis bebiendo alcohol para lo contrario. Tal y como nos pasa a nosotros con todos los estímulos externos contrariados que nos rodean, el reality funciona como centros de rehabilitación para drogodependientes construidos al lado de narcopisos. Y el sexo y las relaciones superficiales están siempre presentes sin que salgan nunca en pantalla. Jean-Michel Basquiat dijo: “Tacho las palabras para que las veas más: el hecho de que estén escondidas hace que las quieras leer”. Chris Marker dijo: “La censura no es la mutilación del show, es el show. El código es el mensaje. Apunta a lo absoluto escondiéndolo. Es lo que las religiones siempre han hecho.”

$!El reality perfecto para una generación que vive ocultando lo que siente

Por mucho que nos guste mirar estos programas y sentirnos superiores, no somos mucho mejores que Harry y Francesca, sino su reflejo en un espejo empañado. Para nuestra generación adicta al drama, la búsqueda de una vida sencilla y emocionalmente sana no es más que un cuento que nos contamos al irnos a dormir.