Okuda: 'El ser humano ha perdido su espiritualidad por la distracción de la tecnología'

El artista Okuda San Miguel, conocido por su estilo geométrico y colorido, nos cuenta por qué su obra vive en una constante contradicción

Murales, tapices, esculturas y hasta sillas de ruedas, cualquier tipo de estructura es susceptible de pasar bajo la creatividad de sillas de ruedas Santander, 1980, uno de los artistas españoles contemporáneos con más renombre en el panorama internacional. Se ha hecho famoso por sus obras coloridas y geométricas, que cogen referencias clásicas desde Venus hasta la Mona Lisa y las reinventan en un lenguaje digital y pop que reflexiona sobre grandes temas de la contemporaneidad: identidad, hombre y tecnología, mercantilismo, espiritualidad o el yo interior. Ha expuesto por toda España y alrededor del mundo, desde Los Angeles hasta Manila, pasando por París, Moscú, Londres o la Gold Coast de Australia. Hemos hablado con él sobre su estilo, trasfondo y sus obras más emblemáticas además de uno de sus últimos proyectos: la sillas de ruedas

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Código Nuevo: Tu arte se sintetiza en color y geometría, ¿cómo llegas a este estilo?

Okuda: Llevo trabajando mi estilo 22 años, y ha cambiado mucho. Primero hacía arte urbano, también tuve épocas surrealistas. La geometría empezó en 2006, a través de darle formas de triángulos, rombos o cuadrados a las letras de mis grafitis. Poco a poco me di cuenta de que todo podía pasar por la geometría. Así que de hacer formas orgánicas empecé con el 3D aunque siempre había tenido presencia en mi arte. Por supuesto todavía me queda mucha evolución, y aunque hay partes de mi obra que son intrínsecas y no cambiarán, voy a experimentar más para continuar creciendo.

CN: ¿Por qué tanto uso del color y las formas?

O: Es para crear volumen. En cambio de hacerlo con luces y sombras lo hago alternando colores fríos y cálidos, claros y oscuros. Las formas geométricas recuerdan al lenguaje digital, que he ido desarrollando casi sin querer, y que son una contradicción con mis temáticas, porque mis personajes siempre aparecen en parajes naturales. Mi trabajo plantea contradicciones de conceptos. Sobre todo, naturaleza y capitalismo, o pasado y futuro.

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CN: ¿Cómo reflejas los grandes temas de la existencia?

O: Utilizo la dualidad de conceptos. Por ejemplo, nunca hago ojos, siempre hago el universo dentro de las cuencas, para hacer ver que el universo interior es igual de infinito que el universo exterior. Otro ejemplo: dibujo jaulas con pájaros con el universo en los ojos. Lo que quiero demostrar es que, al final, te puedes sentir igual de perdido en un lugar muy amplio e infinito que en un espacio minúsculo mirando una pared. Es lo contrario, pero lo mismo.

CN: Una idea muy lovecraftiana: es más reconfortante una jaula, que sabes lo que es, que no la inmensidad.

O: Nos hemos criado con muchas referencias y un mundo muy reducido, y si te sacan de ahí y te pierdes en la inmensidad de las cosas, te vuelves loco antes de comprenderlo todo.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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CN: ¿Y cómo influyen los colores?

O: El mensaje más obvio es transmitir positivismo y alegría. Pero por supuesto, hay cosas más profundas, tristes y potentes que se entienden si te metes dentro de las obras. Uso una gama de colores muy variada en la piel de mis personajes para simbolizar todas las banderas y razas en una persona. Es un mensaje a favor de la interculturalidad y el antirracismo. Pero mis obras no plantean verdades absolutas, solo temas sobre los que espero que reflexiones y saques tus propias conclusiones. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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CN: ¿En quién te inspiras para crear?

O: En un principio me inspiraron Dalí y Magritte. También es muy importante El Bosco. Hoy en día, además, me gustan artistas más contemporáneos como Keiichi Tanaami o Tomokazu Matsuyama, Erik Parker, OSGEMEOS o Chris Cooksey. Y siempre observo la moda que me rodea desde lo más moderno, como Louis Vuitton, a lo más clásico o tradicional, como los motivos indígenas, y lo pongo todo junto, al mismo nivel.

CN: ¿De qué obras te sientes más orgulloso?

O: La Iglesia de Llanera, en Asturias, fue un antes y un después en mi carrera. Es el primer proyecto que hice por mí mismo: lo vi por Internet, me puse en contacto con los propietarios, hice un crowdfunding para financiarlo… Creo que tiene ese punto porque es la única cosa que salió exclusivamente de mí y al final la que más repercusión ha causado, porque se unen muchos mundos: arquitectura clásica y contemporánea con iglesia, arte y religión. Para mí, mis mejores obras son aquellas que aporta mi pintura contemporánea a arquitectura muy clásica. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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CN: Esta idea de coger cosas antagónicas como el arte contemporáneo y lo clásico recuerda a tu proyecto con las fallas, en el que reinventaste una de las muestras más típicas de arte popular valenciano a tu estilo. 

O: Me gustó mucho este proyecto porque tuvo una muy buena acogida, incluso dentro de los sectores más clásicos de las fallas. Fue, en cierto modo, volver a mis inicios, porque cuando hacía arte urbano pintaba en sitios abandonados y no sabías cuánto te iban a durar las piezas. Era un arte que sabías que se iba a destruir. Lo mismo pasa con las fallas.

Al principio, no sabía cómo me iba a sentar, porque eran obras muy grandes que se iban a quemar, pero cuando las vi arder lo entendí todo: son dos obras separadas. Primero, la que estás todo un año construyendo. La segunda, la magia de verlas ardiendo, la cremà. Fue precioso y espectacular, todavía tengo la imagen en la cabeza de las estatuas de las Venus ardiendo, cuando solo quedaba la estructura. No me dolió que se quemase, al contrario, lo entendí y me emocionó. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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CN: ¿Qué te gustaría hacer que no hayas hecho nunca?

O: Llevar mi arte a la arquitectura. No solo pintar edificios sino crearlos, hacer algo a mi estilo que sea habitable y tenga uso real. Otra cosa que me gustaría sería llevar mi obra al cine o a la animación, quiero verlo en movimiento. Y también llevar mis obras al Museo del Prado. Ahora estoy trabajando en dos obras, que son las más grandes de estudio que he hecho, de 5 metros de alto y de ancho, y son reinterpretaciones del Jardín de las delicias del Bosco. Junto a unos tapices que he producido con mi madre, querría presentarlo como colección en el Museo.

CN: Una de tus últimas obras ha sido pintar los murales de la Casa San Miguel Ibiza, ¿en qué te inspiraste para hacerlos?

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O: Cuando me lo propusieron, hubo mucha química porque querían hablar de multiculturalidad. Además, San Miguel nace en Filipinas, donde voy a exponer pronto. En el mural dibujé una persona bebiendo una botella con forma de la bola del mundo. Además, he pintado el bar de la casa con algunas banderas inventadas. Les pongo símbolos como estrellas o rayas que podrían formar parte de una bandera real para que queden creíbles, y luego intento darles la vuelta, poniendo detalles como arcoíris. Es un collage de banderas que tiene un mensaje muy claro: todos deberíamos estar juntos y mezclados, ¿qué importan las banderas, los colores de las personas o las fronteras? Todos deberíamos ser iguales.