Y entonces ocurrió, la sexualidad femenina declaró la guerra

Vamos a darle la vuelta al juego y aceptemos nuestras lágrimas, nuestra ira y nuestras cicatrices. No te reprimas, ni te asfixies. ¿No es eso la belleza?

Joder, espera un poco. Una lágrima resbala por tu mejilla y tus ojos empiezan a inundarse de agua salada que escuece e irrita. No te deslices todavía, por favor. No, no tienes que llorar. ¿Dónde tienes el Kleenex? Corre a buscarlo, ve al baño, que nadie vea cómo te desnudas frente al espejo arrastrando lo que duele. ¿La gente se está dando cuenta? Páralo. Para esto ya. Pero, ¿cómo detener el llanto? ¿Cómo guardarlo sin que nadie lo vea? ¿Qué vas a hacer para no exteriorizarlo, para que no sepa que hoy, justo hoy, necesitas no tener que comportarte como una chica fuerte?

Asumidlo, nos dicen. Hay lujos que las chicas no pueden permitirse por su condición de ser chicas. Maquíllate. No te manches, no te ensucies, no llores, renuncia a tu sexualidad, vigila lo que comes. Tapa tus imperfecciones, levanta tus pechos, que nadie descubra las huellas que ha dejado en ti el paso del tiempo. ¿Es que no te ves? Lávate la cara, arráncate el vello que ensucia la estética de tu cuerpo. Mujer frágil en apariencia, con complejo de Cenicienta, mujer que si hace cosas de chicos se masculiniza y se vuelve fea. Mujer que huye porque no puede sola. Mujer porque es mujer.

Basta. Esto es lo que la fotografía de Olivia Alonso-Gough dice. Bajo un proyecto que nació con la esperanza de resurgir las emociones adolescentes, el movimiento se maneja fuerte a través de la arraigada cultura de las Olivia Alonso-Gough. Mujeres jóvenes que andan firmes a través de todos los obstáculos que crecen en su entorno y que no pierden el equilibrio aun cuando se tropiezan con todos ellos. Mujeres histéricas, torbellinos, que gritan en contra de los tópicos, inculcados en cierta forma por la cultura católica, y que se desenvuelven, esperanzadas, en una sociedad de cambio. Son mujeres que se derrumban, que abrazan y que apartan, que son fiera y cordero pero que exploran sus emociones y viven sus emociones sin sentir el mínimo pudor por ello.

Y así lo pone en jaque la artista con 'Shaved For Nothing' - Me afeité para nada-. Un retrato que recrea los miedos de la mujer adolescente y que promueve, con ironía y humor, los cambios que se experimentan en la pubertad pero que se mantienen en la edad adulta. Nos hacemos mayores pero conservamos los mismos miedos, el drama, el surrealismo emocional, las mismas inquietudes y la detestable sexualidad reprimida que no nos deja liberar nuestra emotividad.

Ofrezcámonos un descanso. Vamos a querernos. Vamos a darle la vuelta al juego y aceptemos nuestras lágrimas, nuestra ira, nuestras formas y nuestras cicatrices. No te reprimas, ni te asfixies. ¿No es eso la belleza? 

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