Ya vale. Nos hemos estado tomando la vida demasiado en serio. Con tanto amago de apocalipsis, con tanta catástrofe y con tanta incertidumbre nos hemos olvidado un poquito de lo absurdo. De lo tonto. De lo que no pretende decir mucho, sino simplemente hacernos pasarlo bien. Y la gen Z está reaccionando: desde hace un tiempito, y como cuenta Solomon Pace-McCarrick, periodista especializado en movidas musicales, está abrazando cada vez más la música tonta, la que se ríe de sí misma, la que ironiza, la que no pretende ser perfecta. Todo ello, según este experto, como una respuesta a esas presiones sociales que tiene que soportar en su día a día. Una vía de escape con flow disparatado.
Y ejemplos hay muchos. Pace-McCarrick cita por ejemplo a Skrillex, que durante muchos años fue objeto del desprecio y el odio de mucha peña y que ahora ha sacado un álbum absurdista que lo está petando. Sí, en ese nuevo Fuck U Skrillex You Think Ur Andy Warhol but Ur Not!! <3 hay narraciones sobre lo bajo que ha caído el grupo y cambios de género muy locos dentro de las canciones en plan estímulame la atención con cosas nuevas que me aburro. Y también está el nuevo disco del dúo A.G. Cook y Danny L. Harle, dice Solomon, “centrado en gráficos de memes, remixes pop caóticos y en la decisión de Charlie de no actuar en los premios BRIT para emborracharse”. Un lindo sinsentido.
Incluso las salas de fiestas están tirando poco a poco hacia este silly mood. “Hay eventos con temáticas de ranas, DJS con nombres como Banana del Ray y Willie Donka e incluso una línea telefónica 24 horas que reparte música de baile a ravers necesitados de todo el Reino Unido”. Los músicos Z ya no quieren transmitir una imagen enigmática y alejada. Les va más ser auténticos y actuar sobre el escenario con la naturalidad de quien simplemente está living con pasarlo bien y poco más. Menos personaje. Menos acting. Más locura. Más visceralidad. “Los millennials eran más nihilistas, pero la generación Z prefiere la inanidad a la desolación”, dice una experta entrevistada por Solomon.
Y esto dice mucho del estado emocional colectivo de la gen Z. Mientras que otras generaciones se entregaban al techno y a los psicodélicos como puertas a una revolución individual y social, la Z prefiere el ridículo, lo ilógico, lo que no parece responder a nada, precisamente porque se está encontrando con un mundo que tiene esas características. Como cierra el periodista, “ahora, con el trasfondo de la pandemia mundial, el genocidio ante nuestros ojos y la policrisis en el horizonte, es difícil ser optimista. Lo mejor que podemos esperar es hacer k-holing mientras un DJ vestido de Gandalf pincha versiones hardcore de Call me Maybe e intentar olvidarlo todo.