'Motomami' o cómo Rosalía calló todas las bocas

El disco 'Motomami' tiene todo lo que Rosalía nos ha ido enseñando condensado y es una obra maestra que durará para siempre

Saoko reventó pero no gustó a todos, con su ritmo nervioso no acababa de brillar la voz de Rosalía, Chicken Teriyaki parecía un más de lo mismo que no convencía -algunos ahí blasfemaron y dudaron de ella- y La Fama con The Weeknd tampoco acabó de arrasar con su aire bachatero. Así que Motomami, el nuevo disco de Rosalía, apuntaba a posible decepción después del vanguardista El mal querer y su locura de flamenco trap. Perdónanos dios porque dudamos: Motomami es una obra maestra. 

Rosalía nos ha engañado con los singles, aunque en el último, Hentai, ya recogía una esencia de sad pop que prometía maneras. Motomami más que un disco es un palacio con un recorrido sonoro de muchas habitaciones diferentes donde disfrutar de lo más desnudo, de lo más folclórico, de lo más moderno, de lo más latino, de lo más español, de lo más electrónico. Minimalista y rompepistas. 

Un disco con el que Rosalía sigue reivindicando, aunque menos, el flamenco, elevando su voz y a la vez innovando en la experimentación electrónica y con el sello reguetonero muy presente pero nunca de manera demasiado obvia. El disco de todas las Rosalías a la vez sin que suene a pastiche está más cerca del mejo rap experimental que de cualquier disco de reggaeton. Como si Kanye West, M.I.A, Natti Natasha, Niña Pastori y Fernanda de Utrera se hubieran juntado a hacer un disco. 

Pero vamos a hacer un recorrido canción por canción para poner un poco de orden en tanta magia.

1.- Saoko: “Una mariposa, yo me transformo”. Con su nervio reguetonero y sus ecos de jazz, esta canción es el mejor resumen del cambio de Rosalía. Se acabó la plañidera, os reviento a todos, os reviento las pistas y me subo a la moto. Una canción para levantar autoestimas. 

2.- Candy: Una joya en que se escuchan hasta los labios de Rosalía al cambiar de sílaba. Recuerda vagamente a Brillo, la primera canción que hizo con J Balvin. “Pero tú no me has olvidado”. ¿Mensaje para C.Tangana? 

3.- La Fama: No sabemos muy bien qué pinta en el disco. 

4.- Bulerías: Para quien diga que Rosalía se ha olvidado del flamenco. Desnuda con un cajón que muta en beat, “igual de cantaora con un chándal de Versace que vestidita de bailaora”. Y unos coros infantiles que ponen los pelos como escarpias. 

5.- Chicken teriyaki: Nos acaba hasta gustando en medio de tanta joya. 

6.- Hentai: ¿Puede la canción más dulce ser la más lasciva de todas? Pues igual que el amor. Toma “enamorao de tu pistola”, tiroteo y pianito irresistible. 

7.- Bizcochito: Mejor escúchala. Tarara tarara y no puedes parar. 

8.- G3 N15: La épica del organito eclesiástico nos vuelve a recordar al Mal Querer o a los The Doors. Y las reflexiones de la abuela en catalán te hacen sentir como en casa. “Cuando lo miro, pienso, qué complicado es el camino donde se ha metido la Rosalía. Pero bueno, si eres feliz yo soy feliz”. 

9.- Motomami para romper la paz de la abuela. Un interludio de un minuto con un montón de mensajes encriptados que ya nos encargaremos de descifrar otro día. 

10.- Diablo: De la Rosalía más aguda a un autotune acelerado para dar paso a la Rosalía más cantaora de nuevo. Una canción con todas las Rosalías dentro e incluso lo que parece un nuevo cameo de James Blake. 

11.- Delirio de grandeza: Un bolero del cubano Justo Betancourt para recordar los ritmos latinos de antaño. Eso sí, con un toquecito rapero de fondo en una voz sampleada.

12.- CUUUuuuute: Un nuevo salto de lo más bailable y agresivo a la voz desnuda en medio tiempo y de nuevo a una percusión loca. Y ahí se mueve Rosalía que da gusto. 

13.- Como un G: Baladita nocturna con base finísima. Más pianito con efectos electrónicos sin abusar. Un final brillantito brillantito. 

14.- Abcdefg: El abecedario de Rosalía leído para entender sus principios. Z de zarzamora o de zapateao. O de zorra también. 

15.- La combi Versace: Éramos pocas y llegó Tokishca.

16.- Sakura: De nuevo la Rosalía más cantaora, un directo con aromas de Mal querer y poco instrumento. La fama es efímera como una flor, nos canta, aunque la suya tiene para rato.