Siempre he tenido la sensación de que hay demasiada gente que vive en el gris. "Es que en el gris se está bien", dicen. Claro, el gris es así como neutro. No duele pero tampoco hace cosquillas. No es que haga feliz, pero tampoco te hace estar excesivamente triste. Es como vivir a medio camino entre unas manos que no están llenas, pero tampoco vacías. El gris es estático, si lo tocas está frío y no se mueve porque dice que tiene miedo y no sabe dónde tiene que ir. Hay que aprender a escuchar los colores, decía mi profesor de arte.
Pero el gris no es solo un color, también sé que hay personas que están hechas de grises. Yo las he visto. He visto a gente caminar bajo una nube oscura que combinaba pálida y triste con el color plomizo de su rostro. He observado cómo las personas andan por las calles pendientes de un móvil, perdiéndose la maravilla de las ciudades que lo único que piden es que la mires, que la quieras, que la descubras.
¿Qué podría decirte la belleza de las cosas si pudiera comunicarse contigo? Yo también sé lo que tendría que decirte: que te juntes con las personas que están hechas de muchos colores. Con imaginación de colores, con labios de colores y con ojos que miran mucho más allá ilustrando mundos paralelos en los que más de cuarenta y ocho tipos de azul convergen y se abrazan creando una fascinante historia donde las cosas feas, si uno quiere, se dejan atrás.

Esto es lo que hace Matt Crump: encerrar las tonalidades grises e inventar ambientes donde el color es el único protagonista. Creador del movimiento 'minimalismo color caramelo', o como él titula en su origen #candyminimal, Crump recrea escenas de color pastel cuyo hashtag ha inspirado ya a más de 80.000 instagramers. Dice que no es fotógrafo, de hecho su profesión actual es la de Director de Arte, pero una vez sintió la necesidad de explorar mundo y hasta la fecha sus imágenes se han convertido en un icono que invita a recrearse en millones de partículas de inspiración.

Así es como nos sentimos cuando nos detenemos y observamos. Yo siempre he dicho que es posible enamorarse de las cosas más estúpidas. Y digo cosas porque el amor no siempre tiene forma de persona. A veces es la ola que te arrastra hacia dentro, la espuma de un café con leche o el roce de la almohada con tu pelo justo antes de dormirte. Y todo esto, aunque no lo creas, va curándote por dentro. Terapia de los colores, terapia contra las cosas que duelen, terapia quitapenas.
Contemplar la fotografía de Crump es algo así como enamorarse y tumbarse al sol. Pero ese tipo de sol que no pica ni escuece porque es suave y no quema. Una brisa que acompaña una tarde de verano mientras respiras tranquilo porque todo el trabajo está hecho. Es helado de fresa y composiciones surrealistas. Con sus imágenes vuelven las palmeras y las pulseras de colores. Las cervezas frías, el olor a verano intenso y los tachones de días de lluvia en el calendario. ¿Lo notas? Este es un paseo por la gente que está hecha de colores. Y créeme; de vez en cuando, el corazón te lo agradece.
¿Que qué nos diría el color si es que pudiera decirnos algo?
Esto:
Despedíos de lo mundano, levantad la mano y acariciad el cielo. Yo estoy aquí para salvaros.