Roland Barthes lo integraría entre sus mitologías. El pollo asado da mucho juego literario porque simboliza una cotidianidad de pantuflas y olor de grasa chamuscada, un plato apetitoso y económico, una comida que no requiere ningún esfuerzo. Ya la joven Marta F. Soldado (por cierto, desaparecida de las librerías) explotó el tema del pollo en su debut, La felicitat d’un pollastre a l’ast, en 2018. Ahora es Alba Dedeu (Granollers, 1984), premio Mercè Rodoreda en 2012 por los cuentos Gats al parc, quien escribe una historia de amor conyugal que orbita alrededor de este plato típico de la gastronomía catalana tan jugoso y popular.
La conformista, su primera novela, está ambientada en la actualidad y se centra en un personaje, Eva, que lleva una tienda de pollos “a l’ast” con su marido Pere, un negocio familiar y humilde que les permite tirar adelante sin demasiados lujos y al precio de trabajar prácticamente cada día largas horas.
El lector atraviesa diferentes etapas de la vida anodina de una mujer que podríamos de entrada definir como una anti-Madame Bovary. Una mujer apoltronada, de sueños cortos y gusto fácil. Tanto es así, que ya de joven se conforma con el hermano del chico que realmente le hace tilín y con él funda, un poco por inercia, una familia. A partir de ahí, todo son concesiones, todo es acomodarse y trabajar duro para comprar el piso.
Ausencia de pasión
Si en la novela de Gustave Flaubert la protagonista huía del principio de realidad, buscaba vivir intensamente y deseaba el amor pasional por encima de todo, aquí la protagonista asume la ausencia de pasión con un simple suspiro, y a otra cosa mariposa. La vida de Eva es banal, como todo lo que la rodea. No ha terminado los estudios y tampoco ha viajado. Eso sí, es madre de dos hijas y tampoco tiene tiempo para lamentarse. Pero, aun así, siente que se ha abandonado y se plantea si es feliz.
Con una estructura sencilla (seis capítulos) y una clásica primera persona narrativa, la novela (123 páginas) retrata desde dentro y con ágil precisión lo que supone la derrota de la cotidianidad. Encontramos a la protagonista saboreando la amargura de encontrarse atrapada en una vida mediocre, al lado de un hombre que de repente ve desaliñado, calzado ridículamente con unas chancletas de piscina de las que sobresalen unos dedos peludos y pálidos, y que es incapaz de poner el extractor cuando fríe croquetas. Lo que desde fuera puede verse como una escena idílica de una familia unida que se dispone a cenar, para Eva es la constatación de su fracaso total. Siente rabia.
Sin embargo, Dedeu, que trae a la luz lo que hay de más profundo en estas vidas que Michon definiría como minúsculas, ofrece una mirada reconciliadora de este amor de madurez, atravesado por la maternidad y la paternidad, una perspectiva que busca más la asunción de esta realidad gris que una crítica al statu quo familiar. Aparte, injerta en forma de tramas secundarias una serie de temas actuales (la sexualización de las menores, el trasplante de órganos, la anorexia...) que vienen a reforzar esta visión tan realista del amor y que son un canto agridulce al “mañana será otro día”.