No lavar tu ‘ropa sucia emocional’ es lo que te ha convertido en un hater

Te invaden las frustraciones y en cambio de gestionar tus movidas tú solx, prefieres proyectarlas en los demás. Este es el argumento de 'Sentimental', la recién estrenada película de Cesc Gay

“Hoy en día abundan las frustraciones mal llevadas, resentidas, muy visibles porque las diseminamos en las redes sociales”, explica el periodista Ignasi Franch, entrevistando al cineasta Cesc Gay, que acaba de estrenar en cines la película Sentimental. En ella, Javier Cámara interpreta a un hombre ácido y amargado porque después de 15 años de relación ya no tiene vida sexual, y que tiene que aguantar en una cena a los vecinos de arriba Belén Cuesta y Alberto San Juan, muy ruidosos en la cama. Por eso, le caen mal, por culpa de una proyección de sus propias frustraciones.

Franch lo define como un personaje muy generacional, porque parece que a partir de cierta edad y de vivencias acumuladas, todos pasamos por lo mismo. Tenemos una maleta llena de toxicidad que, por los ritmos tan frenéticos, no tenemos tiempo de gestionar y la forma más fácil es volcándola en las relaciones con los demás, porque nos frustra pero no sabemos cómo aliviar esta desesperación más allá que buscando terceros culpables. “Nos ha tocado vivir esta época y no sabría compararla con otras, pero me parece que vivimos tan deprisa que acumulamos ropa sucia emocional sin tiempo de lavarla. De vez en cuando, abrimos el baúl y vemos que toda está sucia. Creo que hay un ritmo diario que no te permite ni tener tiempo de sentir las cosas que sientes. Y se acumulan, sean reproches u otra cosa”, coincide Gay.

La proyección psicológica, este sentimiento que describe la película, “es un mecanismo de defensa que utilizamos con frecuencia”, explica la psicóloga Valeria Sabater. En la película se demuestra con el personaje de Cámara que decide enfadarse con sus vecinos en lugar de aceptar sus propias decepciones y afrontar los problemas de su relación. De buenas a primeras, cree que los que tienen la culpa de su ira son los vecinos, en quienes proyecta sus frustraciones, y no su relación llena de altibajos y falta de deseo sexual con su mujer. La psicóloga pone otro ejemplo: “tu pareja es una persona insegura que teme al compromiso. Lejos de asumir esa realidad, empieza a castigarte a ti, asegurándote que no le pones las cosas fáciles. Que siempre estás dándole muestras de desconfianza y de claro deseo de hacerle daño”.

El problema, por lo tanto, es algo que tenemos por dentro pero que, por irresponsabilidad emocional y falta de gestión de nuestras movidas, preferimos volcar en los demás. Es mucho más fácil culpar a otros antes que entrar un proceso largo y retrospectivo sobre lo que va mal en nuestra vida y que por dejadez emocional se ha sedimentado. La película aborda esta forma de castigo emocional tristemente, tan común, sobre todo en relaciones largas, y aunque la mejor forma de gestionarla es con acompañamiento profesional y muchos viajes a nuestro yo interior, el director tira por otro camino: la batalla campal. “Después de la batalla, después del conflicto, surge algo. Y ese algo no tiene porqué ser negativo. De los conflictos también pueden surgir cosas positivas, cosas que regeneran”, asegura.

Y tiene razón: quizá se necesita una "pelea" emocional, se entiende para sacar todo lo que tenemos reprimido. Quizá una explosión emocional porque no nos cabe más ropa sucia en el baúl es la forma de darnos cuenta que tenemos que cambiar, que no podemos seguir así. Una solución poco madura y que puede acabar rompiendo la relación, pero que siempre es mejor que vivir reprimiendo o proyectando en los demás.