Las parejas suelen tener problemas para marcar en el calendario el día en el que empezaron a salir. Se tiende a tomar como referencia el primer beso, la primera “cita formal”, el primer meneo o el primer “te quiero”. La mitad de las veces ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo y establecen un día de aniversario oficial pactado, un gesto que me deja como cuando veo a mi perra chupándose el culo, no lo acabo de pillar, pero cada uno puede ser feliz como le dé la gana.
La gente se crea la ilusión de que fueron esos grandes momentos de despilfarre de glucosa y hormonas los que transformaron su historia de algo informal a una relación, cuando hay circunstancias mucho más determinantes a la hora de valorar si ese rollete a pasado a novi@ formal o no.
Las 3 etapas
De todos los sentidos, el que más impasiblemente atacado se ve a medida que se va consolidando una relación de pareja es, sin duda, el olfato. Y a partir de él, podemos definir en qué punto de compromiso y confianza se encuentra una pareja.
1. Primer pedo, el punto de inflexión
Suele suceder de manera sorpresiva, en un ataque de risa o cuando estás quedándote dormido. O puede tratarse del clásico “creo que no va a sonar” y va y suena, el muy cabrón. Puede que los dos finjáis que no ha pasado o puede que os descojonéis muy fuerte, lo importante es que si ninguno de los dos se da a la fuga después de ese cómico momento de romanticismo efervescente, ya podéis consideraros novios.
2. Aliento mañanero, la consolidación
Hay muchos detalles que pasamos por alto en el frenesí inicial y que nos llegan como un hostiazo en la cara cuando las cosas se asientan un poco, y el más evidente de todos es, sin duda, el aliento mañanero. Al principio, cuando todo es frungir y comer chocolate en la cama, abundan los despertares sexuales y es habitual comerse el filete sin miramientos cuando aún llevas puestas las legañas. En esa primera etapa todo es pasión, desenfreno y poco reparo con la higiene bucodental.
Y de repente, casi de un día para otro, el encantamiento se acaba y empiezas a sentir algo que te había pasado desapercibido hasta ahora: su aliento. Bueno, y el tuyo. El de los dos. Y no entiendes cómo coño no lo habías notado hasta ese momento. Ese día en el que te levantas corriendo a lavarte los dientes y los besos de buenos días pasan a ser piquitos antisépticos, habéis cruzado a una etapa nueva, ya sois una pareja formal.
3. Guerra biológica y opiniones olfativas hirientes, convertirse en un matrimonio
Con el paso del tiempo y el aumento de la confianza, tanto los olores corporales desagradables como los comentarios al respecto empiezan a fluir con enorme naturalidad. El disimulo característico de la etapa inicial puede verse transformado en una dura guerra biológica bastante marcada por los gustos gastronómicos de cada uno.
Y, sobre todo, se puede percibir una actitud cada vez más agresiva a nivel verbal que podría resumirse en frases como “Estás podrido por dentro”, “Si comemos lo mismo, cómo lo haces para que los tuyos huelan tan mal”, etc. Si has llegado a esta fase, no importan que no hayáis hecho el papeleo, sois un matrimonio.
Consejo milenial: no hay mejor forma de decir te quiero que fingir que no te has enterado de su pedo.
Crédito de la imagen: Corbis.