Ocurre cada vez que una tienda decide usar mujeres de tallas más grandes para promocionar su ropa, cada vez que una cuenta postea una foto de una persona con sobrepeso en Instagram diciendo que todos los cuerpos son válidos. “Esto no es sano”, “Estáis haciendo apología de la gordura”, “Qué asco”.
Quizás es de esta actitud defensiva por la que Gabrielle Deydier, autora del libro "On ne naît pas grosse" "No se nace gorda", publicado en 2017, comienza este documental homónimo diciendo que esta no es una película sobre una persona gorda buscando redención ni una en la que va a acabar adelgazando. “Gordofobia: No se nace gorda”, Gordofobia, es simple y llanamente un documental sobre el día a día de una persona con obesidad.
Gabrielle, protagonista de la misma, con 39 años, 1,54m de estatura y 125 kilos, dice “me gusta decir que mido una Kylie Minogue y peso tres” mientras la cámara la sigue haciendo lo que más le gusta hacer: ir a nadar a la piscina. Su gesto es valiente y es político. Muestra espacios de su casa, el gimnasio, el bar donde hace stand-ups, la escuela a la que solía ir cuando empezó a hacer dietas por primera vez y señala como el estigma se expande a todos los huecos de su vida. La discriminación que sufren en la escuela hace que los adolescentes obesos tengan tasas mucho más altas de fracaso escolar. En su vida laboral van a cobrar menos que otra persona con sus mismas aptitudes y experiencia pero delgada. Tienen un riesgo más alto que la media de padecer depresión y de tener conductas suicidas.
La historia de Gabrielle, que empezó a hacer dietas a los 16 años, no es una que suene ajena. Unos cócteles hormonales empujados por su madre intentando que bajase de la talla 42 hicieron que ganase 30 kilos en un solo verano estando en el instituto. A partir de ahí es un constante tira y afloja con las dietas, con la hiperfagia trastorno que hace que ingiera cantidades ingentes de comida en muy poco tiempo y luego se odie a si misma por ello y una relación disfuncional y abusiva con la comida.
El documental se entrelaza con trozos de ficción, extractos de la novela que está escribiendo Gabrielle sobre una distopía donde las personas con sobrepeso son perseguidas por el gobierno, obligadas a internar en centros para adelgazar y son rodeadas de trabas un poco más institucionales de las que tienen en la actualidad. En esta sátira, la gente con obesidad es culpada entre otras cosas hasta del calentamiento global ¡con toda su lógica puestos a culpar!. Como otras distopías que se estudian en bachillerato en las escuelas Un mundo feliz, 1984…, la de Gabrielle también tiene trazos estirados de realidades que vivimos. ¿Alguien se sorprendería si las compañías aéreas empezasen a cobrar un extra a las personas que superen cierto peso? ¿No lo hacen ya algunas obligándolas a comprar dos asientos?
Gordofobia no necesita de sátiras ni exageraciones para hacer que el espectador cuestione sus propias respuestas instintivas ante esta aversión y culpabilización hacia las personas con obesidad, es demasiado obvio que están presentes. Basta con ver a Gabrielle cuestionando a un grupo de adolescentes los prejuicios que tienen hacia su persona, preguntándoles por qué creen que una persona obesa tiene la culpa de ser así, por qué existe una adicción a la comida, por qué nos violentan tanto los cuerpos de la gente gorda.
Ni el documental ni Gabrielle no nos dan datos nuevos, no hay nada sorprendente, ya lo sabíamos todo y ahí está la cuestión: nos obliga a pensar en las cosas que ya sabemos racionalmente, a deconstruir prejuicios de manera lógica y a argumentarnos hacia soluciones –crear un mundo que no discrimine por el peso, ayudar a construir una sociedad en el que sea más fácil tener una buena relación con la comida y ayudar a que un buen trozo de la sociedad, el 17% de los franceses, se integren–.
Gabrielle apunta tímidamente a que este pueda ser el remedio que buscamos, una aceptación y un esfuerzo activo contra la gordofobia. Subrayando que no es un estilo de vida y que definitivamente no es algo que desearía nadie, busca una aceptación y respeto, al entender por experiencia que el estrés y los golpes a la autoestima son claramente contraproducentes. No hay que ser obeso para entender las disonancias cognitivas que se nos crean con la comida ya que todos los tenemos en un grado o en otro. Gordofobia: No se nace gorda es un alegato a que quizás el problema resida en esta disonancia, y que la única forma para aliviar esta tensión sea dejando de excluir a la gente gorda de la sociedad. La de Gabrielle es, con este mensaje, una voz a escuchar y una mirada de visionado urgente y obligatorio para todos.