Lo que no te esperas encontrar cuando vas a un concierto de Justin Bieber

Oh Justin Bieber, I love you pero lo justito

Si ya has pensado que qué clase de deficiencia tengo por dejarme la pasta en un concierto de Justin Bieber, te felicito. Tu original disertación está dentro del 95% de personas que ha jurado jamás pagar ni un céntimo por verle en directo. Bien, no te juzgo. Igual que tampoco juzgo a los que escuchan reggaeton o a los que tienen una conexión especial con el segundo disco de Rocío Jurado o el último hit de David Bisbal. Todos sois bienvenidos. Pero si has hecho clic aquí, será por algo. ¿Tal vez porque esperas que te cuente que fue un concierto donde quedé absorbida por sobredosis de hormonas adolescentes? No, no fue de eso la historia.

1. Adiós al niñato aquel

Nada queda ya de ese niño que tú recuerdas cuando piensas en Justin.  Él, como producto, ya no valía como ídolo adolescente, empezaba a hacerse mayor y, de forma paralela a sus escándalos, sus productores cincelaron su nueva carrera musical. El Bieber que vimos el 23 de noviembre en Barcelona nada tiene que ver con el que un día sus productores intentaron dirigir hacia el camino de Timberlake o Britney Spears. Aquí se notaba a un producto con ganas de redimirse, un nuevo personaje, tal vez vulnerable pero más maduro. El tipo de personaje que, si cuatro años antes había sido abucheado, ese día salía triunfante, aunque con bastante desgana, al escenario.

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2. El brutal espectáculo visual

Belleza para los ojos. El show de leds y estructuras no tuvo ninguna fisura. Con los mejores arquitectos visuales, Justin se presentó con una escenografía que solo dibujaba asombro en la cara de sus fans. La ejecución americana aquí no falla. Todos esos trucos funcionan como un misil drone de precisión, directo a la línea de flotación del corazón de cualquiera. Hasta el del más duro. Dibujos, plataformas, luces, bailarines y efectos se dibujaron en un espacio tridimensional del Sant Jordi no apto para epilépticos.

3. La ronda de preguntas a los fans

Tras una primera parte en la que pudimos ver a un Justin mustio que prácticamente ni interactuó con el público catalán, llegó a la segunda un Bieber que quería disimular su desgana, pero no lo consiguió. Disfrazado de simpático, quiso dar rienda suelta a las dudas de sus fans que, con caras desecanjadas y lagrimas infinitas en los ojos, casi no sabían ni cómo mirarle. Preguntas básicas del estilo"¿cómo te encuentras hoy?" o "¿qué te gusta de Barcelona?" fueron las protagonistas de mini-infartos fugaces en aquellos Beliebers que, durante segundos, pudieron intercambiar una palabra con él.

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3. Su 'solo' en la batería

Con ganas de demostrar que seguía llevando consigo a aquel niño superdotado que tocaba todos los instrumentos a temprana edad, se subió con ganas a su batería. Errático y prescindible, el show parecía haber sido heredado de ese pasado que todavía parece que no ha sabido, o querido, eliminar. Como espectáculo, subido en esa plataforma que parecía llevarlo al cielo de Barcelona, estuvo de diez. Pero como manifestación de talento, regulero. Ni Justin es un prodigio de la batería ni tuvo una tarde para aprenderse un patrón convincente. Éxtasis, aplausos y vítores para el héroe hubo. Pero, next.

5. Ese final

Casi dos horas después, con un público casi afónico, el World Tour de 'Purpose' llegó a su fase final con un Bieber que parecía más venido arriba que nunca. Bajo una cortina de agua y con la fascinación total de un público que ni durante cinco segundos pudo quedarse dormido, 'Sorry' llegaba al escenario con una puesta en escena que, curiosamente, recordaba a la del concierto de Beyoncé: una coreografía en una piscina de agua y que salpicaba de éxtasis a los que estaban más cerca. Pero ya lo habíamos visto. En definitiva, un show que no llegó a ser convincente del todo pero que emocionó igual. Una operación de lavado de cara que por momentos funcionó,  pero que siguió pareciendo poco honesta con su personaje. Solo hay algo que sí nos devolvió al verdadero Justin: su puñetazo al gran Kevin. Ahí sí pudimos ver al problemático e ingobernable pero, al mismo tiempo, tan real Justin Bieber.

 Extra: 

Y si ahora tu pregunta es, "¿volverías a pagar?"

Yo, objetivamente, te seguiría diciendo: Por supuesto que sí.

Crédito de la imagen: El País