Escribiendo con faltas también se puede hacer una buena novela

El Word marca las palabras del léxico canario como erróneas pero por qué tendríamos que escribir la palabra 'huevo' si realmente cuando la pronunciamos decimos 'güevo'. "Panza de burro" Editorial Barrett, 2020 es la primera novela de Andrea Abreu y es la historia de una amistad posesiva entre dos niñas y está escrita con una oralidad canaria muy presente

“Cielo color panza de burro o simplemente panza de burro es una expresión para denominar un fenómeno meteorológico característico del norte de casi todas las Islas Canarias. Consiste en una acumulación de nubes de baja altura que actúa como pantalla solar”. Eso explica Wikipedia si googleas panza de burro. Pero panza de burro es mucho más que eso. Panza de burro es el título de la primera novela de Andrea Abreu, editada por Sabina Urraca y publicada por la Editorial Barrett. La imagen de la portada, de la artista Alessandra Sanguinetti y de la serie fotográfica Las Aventuras de Guille y Beli nos da una pista sobre lo que descubriremos con las palabras de la autora.

Una relación entre dos niñas, una amistad que, como dice la propia Andrea Abreu Tenerife, 1995 al otro lado del teléfono mientras charlamos, “narra la historia de los límites entre lo sexual y lo romántico y de cómo a veces es imposible expresar las emociones por esa educación que nos dan que nos impide expresar cómo nos sentimos. La Panza de burro, las nubes, son como una especie de metáfora de ese bloqueo emocional”.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Cuando terminé de leerlo me quedé tumbada en la cama con el libro apoyado en el pecho. Estaba asimilando la historia, recorriendo los rincones por los que acababa de viajar. Sentía que había acompañado a esas dos niñas desde cerca. Sobre todo porque la historia se ubica en Tenerife una de las Islas Canarias donde también me crié y cada una de las anécdotas también pueden adherirse a mi historia personal. Pero el libro tiene una magia que se extiende, porque no hace falta que hayas vivido ahí para identificar las emociones que se expresan. No hace falta para entender una fragmento del libro: “La noche de San Juan mi abuela formó una fogalera gigante. La hizo en el medio de la güerta y tenía varios metros de altura. La noche de San Juan no se podía respirar porque todo el mundo quemaba la yerba seca que había acumulado en el año”.

La importancia de la región

El teléfono da tono. Me estoy tomando un café y tengo el libro delante de los ojos. Voy a hablar con Andrea Abreu para que me cuente cómo está viviendo la llegada de su primera novela después de la cuarentena y también para que me explique cuál es el origen de la forma de escribir el libro. Y esto, os preguntareis si no lo habéis leído aún a qué se debe, y es que el léxico canario está presente en toda la obra: jedionda, pollaboba, güevos, montensen, nadien o echadita palante. Estos son algunos de los ejemplos del vocabulario que está presente en las islas y que en el libro está escrito tal y como suena, todo el rato, aunque Word lo subraye con una línea rojo advirtiendo que hay algo que está mal escrito. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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“Cuando tuve que tomar la decisión de qué palabras escribía o qué palabras no y cómo iba a desarrollar lo de la oralidad al final quise, dentro de unas reglas establecidas por mí, llevarlo al límite. Me di cuenta que no solo me servía usar el léxico canario introducido en frases que tuvieran una forma completamente estándar, pensé que para poder realmente plasmar la oralidad de mi barrio tenía que escribir palabras como por ejemplo ‘güevo’ en lugar de huevo, como se escribe normalmente.

Esta decisión la tomé porque cuando empecé a escribir acudí al diccionario canario de la lengua para buscar las palabras, para ver cómo se escribían. Toda la vida las había escuchado pero no estaba segura de cómo se escribían. De repente me daba cuenta que muchas palabras que yo había usado toda mi vida o que mi abuela, mi padre o mi madre las habían usado, en el diccionario estaban reflejadas de forma diferente. Me di cuenta que dentro de la periferia que es el habla canaria, hay como otra periferia que es el habla canaria dentro de los barrios rurales de Canarias. Así que dije ‘si realmente quiero ser honesta tengo que escribirlo tal cual lo he vivido’”, explica la autora.

No existe temor por aquellas personas que no puedan entender el significado intrínseco de algunas palabras. Al final lo cierto es que por el contexto o por la forma en la que están escritas son perfectamente entendibles. El temor, realmente, es otro: “mientras escribía me generaba más miedo ya no el que no se pueda entender sino de quienes lo han vivido y sientan rechazo por verse representados. Tengo más miedo de la gente de mi barrio, de mis amigos de toda la vida que de personas completamente desconocidas que no entienden el léxico porque entiendo que cuando estás acostumbrado a no ver representado en contextos oficiales tu forma de hablar en principio te genera rechazo”.

Toda la escritura ha sido, una lucha contra ella misma y con su forma de hablar, es por ello que Panza de burro, como ella cuenta, “es como una especie de forma de intentar normalizar el canario en contextos oficiales” y detalla: “creo que como no estamos acostumbrados sentimos una parte de vergüenza. Para mí fue un proceso de aprendizaje, primero tuve que entender que quería utilizar el canario después de usarlo”. Es un viaje en el que debeos ser conscientes de nuestra propia identidad y reflejarla en la escritura.

Bofetada que acaricia

“Isora decía orgasmo yo pensaba que un condón era la unión entre un pepe y una cuca yo no sabía la diferencia entre yo e isora a veces pensaba que éramos la misma niña”, dice uno de los capítulos del libro de Andrea Abreu. El tono, en ciertos instantes, es distendido. Vas observando el día a día de dos niñas muy diferenciadas: una segura, líder y otra en construcción, imitando las formas o las decisiones de la otra. Caminas por el barrio, sabes hasta dónde pueden llegar andando, a veces hace más calor, a veces el día está más fresquito. Y parece que lo sintieras. Las acompañas caminando como sin pausa, relajadamente y las palabras de repente de dan un golpe. Un suceso que podemos entender como infantil e incluso tierno, de un momento a otro incomoda. La escritura de Abreu está en constante equilibrio, puedes reírte y puedes quedarte sin habla en un mismo capítulo. Es un viaje de sensaciones.

“Creo que tomé la decisión de que fuera este tipo de relación porque es la experiencia que me ha atravesado a mí. Cuando era pequeña mis relaciones más importantes eran las que tenía con mis amigas y creo que hay muchos elementos de la relación entre las niñas que no se narran con asiduidad en los libros, por ejemplo, la envidia o los celos. Pienso que son muy importantes porque seguimos sintiendo esa envidia o esos celos por nuestras amigas más queridas pero no somos capaces de expresarlo porque nos han enseñado que está feo tener envidia de tus amigas. También el primer descubrimiento sexual que vivimos muchas de nosotras fueron con nuestras mejores amigas, no con niños. Siempre que nos preguntan cuándo fue la primera vez que nos besamos hacemos referencia a la primera vez que nos besamos con un hombre, ya que parece que es lo más oficial”, explica la autora cuando le pregunto sobre esa relación de amistad entre dos niñas.

Realmente cuando somos más pequeñxs vamos construyendo nuestra identidad en base a la de nuestro entorno, hay figuras más potentes y otras menos potentes que nos influencian menos. En Panza de burro está tan bien reflejado que en ningún momento del libro se conoce el nombre de la protagonista: “Es una decisión premeditada. En un principio lo sentí así, como que no quería poner el nombre de la protagonista. Luego me di cuenta que esta fórmula me ayudaba a reforzar la idea de que la protagonista construye continuamente su identidad en cuanto a su mejor amiga, para mí la protagonista no tiene nombre porque es una personalidad en construcción y continuamente está buscando imitar a su mejor amiga Isora. Para reforzar el papel de la personalidad de Isora, ella sí tiene nombre pero la protagonista no. Es una especie de cristalización de la idea de que cuando somos pequeños la forma de construir nuestra identidad es a través de los demás”.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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La historia es como un impulso, como una especie de vómito. Seis meses de escritura han hecho que la autora coja el libro, lo agarre, lo vea por fuera, mire la foto y sienta casi que no es suyo. “Me he desprendido de los personajes, siento que el libro ya no me pertenece”. En este crecimiento que Andrea Abreu hace como autora hay una línea completamente novedosa que podría llamarse, como dice Sabina Urraca, "literatura millenial canaria". Hay una fuerza, una garra, una valentía y una defensa tan potentes de una narración tan propia que este solo es el primer paso de una carrera literaria con mucho futuro.

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