Gran parte del éxito de Élite se debe a que la lanzó la plataforma adecuada. Ahora, en su tercera temporada —estrenada el 13 de marzo— ha jugado la carta del momento adecuado. Salió el primer día y se ha convertido en la serie oficial de la cuarentena. Para estar al día en las charlas por Skype que tengas con tus amigos tienes que haberte visto la nueva temporada Élite, y muchos de nosotros hemos encontrado en ella el perfecto tiempo de relleno que estábamos buscando.
No voy a poner excusas de cómo llegue hasta aquí. Para ver la tercera, tienes que haberte tragado las dos anteriores y creo que todos los que hemos visto la serie hasta este punto tenemos sentimientos encontrados sobre ella: ni la ves irónicamente, ni puedes aceptar que sea buena, ni puedes dejar de devorar capítulos. A veces hacerse mayor es hacer las paces con la idea de que no tienes que ser extremista y odiar o amar todo lo que consumes.
Sin embargo, después de digerir el atracón de esta tercera temporada podemos afirmar que a pesar de adherirse a los mandamientos de “cómo hacer una temporada más de Élite”, ha sido decepcionante. No han sabido llevar con equilibrio los shippeos, crear momentos de tensión y a pesar de ya estar acostumbrados a que nos traten de tontos, esta vez se han pasado. Lo peor de todo es que de Élite esperábamos que “una temporada desastrosa” ocurriese como ocurre un accidente de coche, a lo loco y sin frenos, pero esto ha sido como ver a un coche quedarse poco a poco sin gasolina.
Sus pilares como serie
Élite, desde su primera temporada se ha basado en dos fundamentos principales: la diversidad de sus personajes y el drama de brocha gorda. Básicamente, cualquier persona que ve la serie tiene la sensación de que al inicio de todo han hecho un brainstorming de todos los colectivos que puedan ser representados con el típico jefe gritando “da igual lo estúpidas que penséis que son vuestras ideas, ¡decirlas!”, y luego juegan a la ruleta rusa, no para elegir cuáles de estos colectivos van a representar, sino para decidir en qué orden van a representarlos porque los van a meter TODOS. El drama como pilar se ve en que el thriller es siempre simplemente un vehículo para lo que nos interesa de verdad: ver cómo los chavales se enrollan y se pegan entre ellos. Si es que al final nuestros paladares han sido educados con Jersey Shore.
El camino a la irrelevancia
[Tomando en cuenta que hace solo tres días que salió la serie, no haré ningún spoiler pero sí que recomiendo que aquellos que no hayan visto la serie y sean muy sensibles a querer verla sin ninguna pista del exterior dejen de leer aquí. Querido viajero, vuelve cuando estés preparado.]
Si los dos pilares comentados antes tienen que estar en un equilibrio para que el mundo siga girando y Élite funcione, y aquí se ha torcido un poco todo. Esta temporada han dado demasiado peso a los personajes nuevos, que como todo personaje nuevo en serie establecida, nos dan igual. Más que eso, al ser tan fundamentales en las tramas de personajes ya conocidos envenenan todas las tramas con la más pura irrelevancia: no hay nada más aburrido que cotillear stories de amigos y ver que todas son con gente que no conoces.
No han dedicado ningún tiempo a tramas y romances que venían cultivándose desde hace dos temporadas, y simplemente las han usado para atar cabos en el último capítulo. ¿Qué hacemos con todo este potencial desaprovechado en triángulos amorosos? ¿Acaso se creen los guionistas que si fuésemos gente madura en busca de historias para reflexionar estaríamos viendo esto?
Más allá de los clichés a los que estábamos acostumbrados, las tramas son directamente repetidas Christian-Polo-Carla es ahora Cayetana-Polo-Valerio, y la relación con las drogas de Carla a través de Valerio es calcada a la relación con las drogas de Guzmán a través de Valerio, o paralelas una a la otra las vidas románticas de conformismo que viven Nadia y Carla a favor de un futuro mejor. Todo esto tapándonos los ojos a dos manos ante los agujeros de guión como ¿dónde está Christian? A parte de, obviamente, grabando La Casa de Papel por un cheque mayor.
En medio de este desastre lo curioso es que empezamos a apreciar más las historias secundarias, las pequeñas cosas de la vida: la amistad entre Nadia y Lu nos da los pocos momentos de emoción que vivimos en ocho capítulos enteros, a pesar de ser un topicazo. Y por supuesto la frase que dice Rebe: “los problemas hay que gestionarlos como a los follamigos: uno al día”. Shakespeare tiembla.
Una cuarentena para ti mismo
A pesar de ser un comienzo de cuarentena accidentado, de todos los errores se aprende: esta maratón de Élite ha sido un buen recuerdo para dejar de lado este círculo vicioso en el que llevamos años metidos de intentar estar siempre en la última, de ver el último disco que sale, la última película que se estrena, la serie de la semana en Netflix, con la única intención de no quedarnos atrás en nuestras interacciones sociales. Ver la tercera temporada de Élite estos días es una lección: no perdamos esta oportunidad y aprovechemos estas semanas de confinamiento para dejar de consumir cultura de una manera social y empezar a hacerlo por disfrute propio. Es el momento de coger esa lista de recomendaciones de amigos que te conocen y llevas posponiendo meses. De usar el arte para regar tu alma.