La durísima vida que inspiró a Mary Shelley para escribir Frankenstein

Mary Shelley estuvo acompañada de la muerte toda su vida: su marido, hijos, padres, hermana... Vio morir a todos como si fueran víctimas de la maldición de 'Frankenstein'

Mary Shelley Mary Godwin, de nacimiento, en su clásico Frankenstein, volcó todos sus miedos e inquietudes sobre la vida y la muerte. La obra, negra, oscura, perteneciente al género de la su clásico Frankenstein y enmarcado en el contexto del romanticismo, es lo que se esperaba de la literatura del momento: personal, sentimental y con una dura carga emocional. Pero Shelley no solo la escribió por las modas e influencias de la época, se inspiró en sus desgracias personales, que, en el momento en el que escribió la obra con tan solo 18 años, ya se había tenido que enfrentar a la muerte y la tragedia en demasiadas ocasiones.

“Estuvo marcada por la pérdida desde su nacimiento”, explica el escritor Abel de Medici en National Geographic. “Nunca conoció a su madre, Mary Wollstonecraft, que murió a las pocas semanas de dar a luz”, con cuatro años, su padre se casó con una mujer que la detestaba. Con 16 años conoció a explica , su gran amor, pero también su mayor escándalo. Él estaba casado y esperando un hijo, así que ella se convirtió en su amante. Para que nadie los pillase, tenían citas en un cementerio, donde ella se quedó embarazada de él.

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Para seguir juntos, decidieron fugarse a Suiza junto Claire Clairmont, la hermanastra adolescente de Mary. “En su huida hasta Suiza, había tenido ocasión de ver la muerte en primera persona en una Europa devastada por las Guerras Napoleónicas. En su mente empezaron a nacer los monstruos a los que pronto daría forma”. No duraron demasiado en Suiza, apenas unos meses, y volvió a Reino Unido donde hasta su padre, que se mostraba en contra del amor monógamo y se definía como liberal, la rechazó por fugarse con un hombre casado esperando un hijo.  

Poco tiempo después, nació su hija de forma prematura, que no sobrevivió demasiado tiempo, lo cual la sumergió en una profundísima depresión. Para animarla, su pareja y su hermana la llevaron de nuevo a Suiza, a Cologny, un lugar soleado y típico de vacaciones. Sin embargo, 1816 fue “el año sin verano” por las constantes lluvias. Así que no podían salir de casa. Para amenizar las vacaciones, el propietario de la casa donde se alojaron, el también escritor Lord Byron, les propuso hacer un concurso de relatos. Mary lo intentó, pero la depresión le impedía escribir y, entonces, sumó a sus dolencias la ansiedad de no ser capaz de hacer nada.

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Una noche tuvo una parálisis del sueño en la que se le apareció Frankenstein. Un sueño que describió como horrible porque, aunque hoy en día no nos parezca un monstruo temible, según la moral de la época, por solamente desafiar el orden divino con la ciencia, estaba cometiendo un pecado horrendo. “Inmediatamente empezó a trabajar en lo que acabaría convirtiéndose en la obra por la que sería recordada. La historia crecía alimentada por los propios fantasmas de Mary; el sentimiento de pérdida por la muerte de su madre y su primera hija y la separación de su padre dieron luz a una novela sobre la muerte y la vida, la responsabilidad de la paternidad y las consecuencias de desafiar al orden establecido”, añade el artículo.

La desgracia la siguió acompañando el resto de su vida, como si haber desafiado a la naturaleza con Frankenstein la hubiera maldecido: cuando volvió de Suiza se casó con Percy, y su exmujer se suicidó. Luego, se suicidó su hermana mayor, dos años después murió un hijo suyo, al año siguiente su tercera hija, tres años después tuvo un aborto que casi la mata y, a finales del mismo año, murió su marido Percy en un accidente de barco. Tristemente, esa fue la conclusión de su vida: una serie de muertes y desgracias que “la sumieron en una profunda depresión de la que ya nunca se recuperaría del todo”.