“Estoy muy a favor de la familia, pero la familia está evolucionando y no puede dejar de lado a las identidades trans”

Hablamos con la directora de ‘20.000 especies de abejas’, cuya película ha sido subtitulada a 24 idiomas tras su paso por el Premio del Público LUX, donde estuvo nominada junto a otros cinco films

Un año después de su estreno en cines, ‘20.000 especies de abejas’ continúa ganando espacio entre la audiencia con una puesta en escena brillante y un tema, el de las infancias trans, que se representa en la película a través del personaje de Cocó, al que todo el mundo llama Aitor, aunque pronto descubre que en realidad quiere que le llamen Lucía.

El film, de la directora vasca Estibaliz Urresola, ha estado además entre las cinco nominadas del Premio del Público LUX, un certamen que organiza el Parlamento Europeo y la European Film Academy y que tuvo lugar este martes en Bruselas.

En esta ocasión, la película alemana ‘Sala de profesores’ (Iker Çatak) se hizo con el galardón de la noche, sin embargo, tuvimos la oportunidad de hablar con la directora de ‘20.000 especies de abejas’. Una película que cuenta con tres Premios Goya, un Oso de Plata y que ha sido además ganadora del festival de Málaga y que obtuvo el premio Forqué a mejor largometraje. Galardones que reconocen el trabajo cuidado y delicado de una historia en la que todos sus personajes buscan la manera de resignificarse.

¿Qué significa para ti haber estado entre las cinco películas seleccionadas para el ‘Premio del Público LUX’ ? ¿Cómo has vivido esta nominación después de todo lo cosechado ya?

Es difícil superar todo lo que hemos vivido. La película nos ha regalado ya muchas cosas, más allá de los premios. Nos ha dado la oportunidad de entablar diálogo con la audiencia y trabajar con asociaciones de padres y de madres. Para mí el gran premio de esta nominación es que la película ha sido subtitulada a 24 de los idiomas oficiales de Europa y esto nos ha ayudado a llevarla a nuevos foros, a nuevas plazas y no solo a contextos cinematográficos, sino educativos. Esto para una directora es un regalo.

¿Cómo está siendo recibida le película en el resto de Europa? ¿Te estás encontrando con gente que se siente identificada y que también la siente como suya a pesar de esa apuesta por lo local de la que parte la historia?

Desde luego. Cuando estaba haciendo la película, recuerdo que la sentía muy personal porque la mayoría de las localizaciones tienen que ver con mi experiencia de vida, o es el pueblo donde nací o es algún lugar que he transitado. Pero mi sorpresa ha sido después, al comprobar esa universalidad que la película ha demostrado tener.

Estoy muy sorprendida y muy agradecida de esa recepción en los distintos países porque; independientemente del grado de desarrollo en materia legislativa de derechos o de visibilidad de las temáticas trans o diversas del colectivo LGTBIQ+, siento que en general la respuesta de la audiencia está siendo muy emotiva. Conectan con la historia.

Código Nuevo es un medio joven, con un público entre los 18 y los 30 años. Para ellos y para todas, ¿qué tipo de deseo o mensaje querías lanzar al futuro y a las nuevas generaciones con esta película?

Es muy difícil reducir en una frase el mensaje de toda la película, que dura dos horas porque intenta permear por distintas áreas del ser humano y las relaciones. Creo que es una película que habla sobre, básicamente, la necesidad de ser querido y ser visto por quien uno es. Y esto le pasa a Lucía, le pasa a su madre, le pasa a la abuela, y les pasa a todos los personajes que están involucrados en la trama.

Cuando una no es vista por quien es, la relación con el otro de alguna forma se intoxica. Esa intoxicación no es solo en dos direcciones, sino que es en tres, porque se hereda en la cadena hacia abajo. Todo esto va generando como una cadena de sufrimiento de la cual, en este caso, Lucía es la última a la que le llega ese testigo. Y también ella es el eslabón que decide inconscientemente romper con ese legado.

Por lo tanto, también es una película sobre reivindicarse y reafirmarse. Quería reflejar la tensión entre lo individual y lo colectivo, sobre que somos seres interdependientes. Pero sí, definitivamente, he pretendido que termine con un espíritu de esperanza, donde hay lugar para todos, todas y todes. Un lugar de respeto también es un lugar de aprendizaje para la comunidad.

¿Cómo de importante es para ti el lenguaje no verbal en el cine? ¿Cómo de necesaria ha sido la ausencia de palabras en 20.000 especies de abejas? En especial, en el viaje que hace el personaje que interpreta Sofía. A veces la incomodad, la vergüenza o el rechazo no se pueden explicar con palabras, ¿no?

Quería mostrar ese lenguaje no verbal en general, pero sobre todo me interesaba hacerlo en el personaje de Lucía. En esta sociedad adultocentrista en la que vivimos, cuando nos colocamos a la altura de los ojos de Lucía podemos ver cómo el mundo adulto está constantemente nombrándola, narrándola, construyéndola... En masculino, en realidad. Vivir toda esta narrativa que se da en el fuera de campo mientras la cámara está realmente a la altura del personaje de Lucía, al final, produce eso, que nos detengamos a mirar justamente todo ese lenguaje no verbal. Para ello hemos tenido que trabajar mucho con Sofía Otero su personaje, las distintas fases por las que está pasando y cómo se siente específicamente con cada personaje, porque está todo el tiempo rodeada de ellos. He tenido mucha suerte porque Sofía es una niña con un mundo interior riquísimo y con un diccionario emocional muy amplio. Para mí ha sido muy fácil comunicarme con ella.

Tras tu paso por esta historia, ¿qué crees está fallando en las aulas, en la educación en general, para que todavía, temas como la infancias trans sean cuestionados? ¿A qué le tienen miedo?

Obviamente tenemos un panorama a nivel internacional complicado con el auge de la extrema derecha, quienes no comprenden que pueda existir esta diversidad y que siguen empeñándose en valores ultra tradicionales. Yo estoy muy a favor de la familia, pero la familia está evolucionando como cualquier institución evoluciona en los tiempos que corren donde todo está en constante cambio, y la familia no puede estar ajena a esta idea.

Yo creo que el mayor miedo a aceptar, o a abrir un espacio a la comunidad de personas trans en esta sociedad, tiene que ver con el hecho de que la sociedad se ha construido sobre un binarismo que es muy útil para un sistema capitalista donde se establece una relación de poder entre hombres y mujeres, entre negros y blancos, entre ricos y pobres. En este caso, siempre hay una subordinación y un elemento dominante. Entonces, ¿las trans identidades qué hacen? Pues ponen todo este sistema en completo jaque.

Y creo que les asusta tanto porque nos haría replantearnos tantas cosas de nosotras mismas y de nosotros mismos. Y me refiero a los adultos, que son los que tienen ese terror y ese miedo absoluto. Los niños nos están demostrando que no tienen tanto problema para comprender esta realidad como una posibilidad más dentro de las ecuaciones posibles.

Se entiende el mensaje de por qué se eligen las abejas y las diversas formas de expresar el género que existen, pero... ¿si no hubiera sido una colmena, unas 20.000 especies de abejas, qué otro animal habrías escogido como referencia? ¿Por qué este y no otro?

Ha sido ese porque llegué a las abejas de forma muy intuitiva. Pero sí que es cierto que luego se ha ido confirmando a medida que iba investigando sobre la abeja y la colmena. Me atrapaba porque hay tantas y tantas capas... Por ejemplo, me llamaba mucho la atención eso que terminó siendo una escena en la propia película, de cómo se organizan los elementos dentro de la colmena y de cómo cada abeja tiene un rol específico y particular muy distinto al de la otra, pero todas absolutamente necesarias para la supervivencia de la colmena.

Eso por un lado, pero también me interesaba destacar cómo, dentro de la abeja, hay 20.000 especies de abejas. No todas viven en comunidad, no todas producen miel, no todas tienen un aguijón, no todas son amarillas y negras... La diversidad está ahí. Si ponemos el zoom en cualquiera de los elementos de la naturaleza, encontraremos que la diversidad es la norma. Y que nada más lejos en la naturaleza de encontrar límites divisorios o simbólicos construidos por la humanidad como hombre-mujer. También está luego el propio veneno, eso que nos amenaza, por lo que nos sentimos amenazadas y que, por lo tanto, rechazamos... Depende de cómo se utilice ese veneno puede ser sanador también. Hay una gran cantidad de elementos muy inspiradores en este sistema.