Los reality shows han transitado un curioso camino hasta llegar al día de hoy: fueron muy criticados en sus inicios en la televisión, acusados de apelar a los instintos más elementales de la gente y lobotomizar sus cerebros, pero más tarde se fueron reivindicando como una manera legítima de desconectar de una realidad cada vez más incomprensible. En estos momentos, hay pocos contenidos audiovisuales capaces de competir con programas como La isla de las tentaciones en audiencia e impacto mediático. También en sexismo. O al menos eso es lo que refleja una película, Diamante en bruto, que llega ahora a los cines para contarte la violencia que sufren las mujeres en estos shows.
Ópera prima de la cineasta francesa Agathe Riedinger, Diamante en bruto narra la historia de una chica de 19 años de un barrio marginal que sueña con alcanzar la fama a través de un reality show llamado La isla de los milagros. Y es un poco rollo La sustancia sin llegar al horror movie ni a lo fantástico: para seguir siendo trendy cree tener que encajar en lo que la sociedad espera de las mujeres y empieza a gastarse un dinero que apenas tiene en transformar su cuerpo mediante retoques médicos. Es aquí donde Riedinger pone su crítica sobre la mesa: estos programas viven del sacrificio de unas mujeres que son tratadas como meros productos de entretenimiento basados en lo físico.
Como explica el periodista especializado en cine Javier Zurro, la directora tenía claro que quería “denunciar el desprecio de clase y la hipersexualización hacia las mujeres que se produce dentro de esos programas”. Sí, desprecio de clase, ya que para muchas jóvenes el mensaje que reciben de la sociedad es que su única salida de la pobreza es explotar tanto como puedan su cuerpo. No es casualidad que, según datos de la Sociedad Española de Medicina Estética, el porcentaje de jóvenes de entre 16 y 25 años que se somete a retoques estéticos haya aumentado entre un 14% y un 20%. Ni que el 69% de quienes lo hacen sean mujeres. La presión que ellas reciben es muchísimo mayor.
En cuanto a la peli, dice Zurro, tienes dos grandes aciertos. Por un lado, la no hipersexualización de la protagonista, con el objetivo de no convertir Diamante en bruto en algo parecido a esos programas que sacan rédito del cuerpo de la mujer y de su cosificación. Por otro lado, el acercarse a la violencia que padece el personaje principal sin melodramatismo. De un modo crudo y real. Porque es una realidad lo suficientemente desagradable como para no necesitar de efectismos. En palabras de la propia cineasta, “no queríamos resaltar algo en la imagen que dijera al espectador mira la miseria que hay en este lugar. Tenía que ser más orgánico. Y parece que lo han logrado de sobra.