Fue Aristóteles quien, hace más de 2.300 años, en su obra De Anima, estableció por primera vez aquella teoría tan repetida de que los seres humanos tenemos cinco sentidos: la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. Y ya está. Recientemente, y con el avance de la neurociencia, lxs expertos han comenzado a incluir un sexto integrante: la propiocepción, la capacidad de sentir donde están las diferentes partes de tu cuerpo en relación con el resto y con el entorno. No obstante, especialistas como la zoóloga Jackie Higgins, de la Universidad de Oxford, están yendo mucho más allá. En su ensayo Sentient – What Animals Reveal About Our Senses plantea la existencia de hasta doce sentidos distintos.
¿Cuáles? Pues además de los seis mencionados anteriormente, Higgins, alumna del prestigioso biólogo Richard Dawkins, autor del célebre El gen egoísta, afirma identificar también como sentidos la capacidad de equilibrio, la capacidad de comprender la dirección, la capacidad de entender el tiempo, el deseo, el placer y el dolor y el sentido del color. Herramientas innatas sin las cuales no podrías funcionar de la manera en la que funcionas en tu día a día. Hacen que te mantengas en pie, que sepas que ha pasado el tiempo suficiente como para rayarte con que no llegue el autobús, que anheles una semana de vacaciones o que disfrutes del sexo. Es tu arsenal. El de todas las personas.
Aunque podría ser incluso más amplio. Como explican desde la BBC, medio que ha entrevistado recientemente a la autora británica, “la experta admite que su lista está lejos de representar un consenso entre los expertos en la materia: algunos estudiosos dicen que tenemos más de 30 sentidos diferentes”. En realidad, todo depende de la definición de sentido que se utilice. Si lo entendemos como una puerta a la información del mundo, como una abertura a través de la cual tu mente comprende y experimenta la realidad, caben muchos más que los cinco habituales a los que tanta atención suele dedicarse. Nos permite poner otros muchos en relieve. Cultivarlos más.
Y también respetar su diversidad. En la actualidad, y tras décadas de concienciación, la diversidad visual o auditiva no es una lacra social y se trabaja para fomentar la plena accesibilidad a quienes la presentan. ¿Y si hiciéramos lo mismo con quienes tienen una menor capacidad para experimentar el paso del tiempo? ¿Con quienes muestran un deseo alternativo? ¿Con quienes experimentan el placer de una manera menos normativa? Somos mucho más complejos y variados de lo que solemos pensar. Tú también. Y lo que recibimos del mundo no siempre es igual. Los escenarios que vemos, llenos de estímulos, no son los mismos. Pero eso no es malo: es de hecho precioso.