Ni el ruido blanco ni el ruido rosa te vienen bien

Sus beneficios se limitan a las personas que padecen TDAH

Tu capacidad de concentrarte está a la altura de la de una ardilla. Y es una movida. La sobreestimulación de las redes tiene muy mal acostumbrado a tu cerebro y cada vez que tratas de hacer un trabajo de la uni o de teletrabajar un poco en silencio te das cuenta de que no puedes. De que te vas del focus una y otra vez. De que estás como con ansiedad e hiperactividad. Y es ahí donde entran en escena los ruidos blancos y los ruidos rosas. Los primeros son los constantes. Como el aire acondicionado. Los segundos son constantes pero más suaves. Como la lluvia lejana o las hojas de árboles meciéndose. Precioso todo, pero parece ser que no valen de nada.

Es la conclusión de una investigación realizada por un equipo científico estadounidense. En concreto, y tras analizar 13 estudios sobre este tipo de ruidos supuestamente relajantes y favorecedores de la concentración, han descubierto que solo tienen estos efectos en lxs niñxs que padecen TDAH. Les ayuda a estar más atentos a lo que tienen que estar. Les ayuda a pensar y a tomar decisiones. Y, oye, estupendo porque es un trastorno bien jodido para el que toda ayuda viene genial, pero que sepas que en ti no los produce y que simplemente te estás poniendo piedras en la rueda. Porque sí, no solo no sirven, sino que encima te perjudican. Está chunga la cosa.

En palabras de la psicóloga Emily Reynolds, “este efecto se invirtió en las personas sin TDAH: el ruido blanco y el rosa de hecho afectaron negativamente al rendimiento en las tareas”. Te lo pone más difícil. Te distrae más de lo que logra ayudarte a hacer las cosas. De todas formas, ni esta investigación es infalible ni sus resultados tienen por qué ajustarse a cada una de las personas de este mundo. Quizás a ti SÍ te vengan bien esos ruidos a la hora de hacer tareas complejas o creativas que requieren de toda tu concentración. Lo único que puedes hacer es probarlo estando muy pendiente de los resultados. Tratando de estar presente. De sentirte.

En cualquier caso, lo que está muy claro es que no a toda la gente le benefician estos ruidos tan de moda en los últimos años y por tanto su escucha debe ser individual. Esto vale para tu casa compartida con otras personas, tu biblioteca, tu clase o tu autobús. Los auriculares se inventaron para algo. Para que escuches bien lo que quieres escuchar y para que nadie más escuche lo que no quiere escuchar. Como cierra la propia Reynolds, “implementarlos en espacios compartidos puede ser perjudicial para las personas sin dificultades de atención”.