Motivos genéticos para seguir jugando de adulto

La creatividad es el principal mecanismo para mantener tu cerebro sano

Puedes entender tu infancia de dos maneras diferentes: como una etapa de tu pasado a la que solo deberías volver a través de los recuerdos o como una dimensión de tu presente a la que puedes volver emocionalmente cuando necesitas refugio. Y, contrariamente a lo que debes creer, pues la sociedad en general te insta a madurar y dejar atrás a tu niñx interior, lxs especialistas de la psicología recomiendan lo segundo. Como escriben desde El Confidencial, basándose en las investigaciones de la científica Jacqueline Harding, de la Universidad de Middlesex, en Reino Unido, “entrar en un estado de juego puede tener impactos más beneficiosos” que permanecer en modo adulto toda tu existencia.

En concreto, y esta vez en sus propias palabras, Harding opina que “los humanos son sistemas abiertos que quieren participar y explorar y que utilizan sus sentidos para hacerlo”. Alejarte del juego, alejarte de ese entretenimiento creativo, supone reprimir una parte de ti que nunca va a dejar de estar ahí. Porque no es una particularidad de la infancia. No es cosa exclusiva de tu yo pequeñx. Es cosa de los sapiens y harías bien en encontrar espacio en tu vida para recrearte en el jugueteo. Echando una partida a un juego de mesa. Construyendo un fuerte en tu salón para meterte ahí con tu pareja. O practicando cualquiera de los millones de juegos infantiles que ya están inventados.

No solo te lo pasarás bien. También estarás más sanx. Según esta experta, “la imaginación puede activar o desactivar genes dentro de las células nerviosas, que luego crean proteínas que cambian la arquitectura del cerebro”. Renunciar al juego supone limitar la presencia de la creatividad y la fantasía en tu día a día. Sobre todo si no tienes un trabajo que requiera imaginación. No dejes que se atrofie. Tal como agrega Harding, “a medida que envejecemos es absolutamente necesario que mantengamos esa visión infantil del mundo porque la capacidad de desarrollar nuevas neuronas la necesitamos durante toda la vida”. Incluso la gente con ochenta o noventa años debería jugar.

Piénsalo: ¿no te ha apetecido alguna vez revolcarte en la arena de mala manera como cuando eras unx niñx? ¿O coger algo con las manos que se supone, según las normas no escritas sociales, no deberías porque no es propio de unx adultx? ¿O reír a carcajadas en cualquier lugar sin la sensación de estar haciendo algo mal? Ese impulso biológico de descubrimiento permanece muy vivo en tu cerebro. “Todas esas cosas realmente sucias y mugrientas de las que la mayoría de nosotros huimos son en realidad nutrientes para el cerebro”. Además, y cuando das con alguien dispuestx a compartir ese estado de juego contigo, descubres lo mucho que puede reforzar vuestro vínculo. Mantenle cerquita.