El efecto del bótox en una capacidad cerebral clave

¿Merece la pena no poder interpretar las emociones ajenas para luchar contra algo tan inevitable y natural como el envejecimiento?

La toxina botulínica, producida de manera natural por la bacteria Clostridium botulinum, lleva décadas utilizándose para disminuir las líneas de expresión asociadas al envejecimiento. El motivo es, explica la científica Sandra Jurado, del Instituto de Neurociencias de Alicante, que el bótox bloquea la liberación de acetilcolina, “un neurotransmisor esencial para la contracción muscular”, lo que provoca que los músculos del rostro se paralicen y no puedan moverse y mostrar esas líneas de expresión. El problema, acaba de demostrar una investigación realizada en la Universidad de Irvine, California, es que esta neurotoxina reduce la efectividad de una capacidad cognitiva indispensable.

Todo comienza con la imposibilidad de realizar determinadas microexpresiones. Como indica Jurado, “las expresiones faciales, especialmente las microexpresiones, que duran solo una fracción de segundo, pueden revelar emociones a nuestros interlocutores incluso antes de que sepamos conscientemente qué sentimos”. Son mecanismos de comunicación que la especie ha desarrollado durante cientos de miles de años. Y la toxina botulínica te los arrebata. Aplicártela supone obstaculizar tu expresión emocional, hacerte menos comprensible al resto de las personas y encerrarte un poquito más en ti mismx. No obstante, los males no terminan ahí: tú tampoco podrías leer emociones ajenas.

Es la misma investigación citada anteriormente, lxs autorxs decidieron registrar la actividad cerebral de diez mujeres mientras contemplaban imágenes de rostros ajenos mostrando diferentes emociones. Lo hicieron en dos fases. Primero, antes de la aplicación del bótox. Segundo, tras la misma. “Inesperadamente, los resultados mostraron cambios en la actividad de la amígdala, una región cerebral clave para reconocer e interpretar las emociones”. O dicho de otra manera: el hecho de que esas mujeres carecieran de pronto, tras someterse al tratamiento, de las microexpresiones faciales naturales, hizo que repentinamente tampoco supieran interpretar las microexpresiones de lxs demás.

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Pero no es magia. Lxs autorxs del estudio plantean una hipótesis bastante plausible: la hipótesis de la retroalimentación facial. En palabras de Jurado, “según esta teoría, cuando vemos una cara enfadada o feliz contraemos o flexionamos los músculos correspondientes para recrear esa expresión y ayudarnos a identificar la emoción reflejada”. Es como una chuleta. ¿Pero qué pasa si tus músculos no pueden moverse porque vas de bótox hasta las cejas? Que no puedes recrear las expresiones emocionales ajenas y tu mente no termina de entenderlas. La pregunta es: ¿de verdad merece la pena perdernos la comunicación humana, lo más bonito que hay, para luchar contra algo tan natural como envejecer?