El amor de verano no es solo revolcarte con el turista francés que visita tu pueblo

Las películas sobre las relaciones fugaces de los meses más calurosos del año van mucho más allá de Dawson Crece

A pesar de que es posible que alguien en alguna ciudad más árida que la mía me maldiga al leer esto, voy a decirlo: el aire acondicionado es un veneno que nos niega una parte importante de nuestra vida. Sin querer sonar muy “en otro tiempo se vivía mejor”, y menos con el calentamiento global que nos viene encima, hay algo en experimentar plenamente un verano con demasiado calor para movernos, siempre dependientes de una fuente de agua ya sea riachuelo, el mar o una piscina comunitaria, que es incomparable a ninguna otra estación, y no en el nivel físico, sino en el mental. Sin mucho que hacer todo se intensifica, el tiempo se expande y tu percepción del mundo exterior se convierte en una ensoñación despierta.

El amor, como sentimiento primario, se vive de forma totalmente diferente: condensado en el marco temporal de meses, o semanas, con la estampita que marca su fecha caducidad visible desde el primer día. Este formato es un bollito para el cine y sus creadores, y hace que haya autores como Nicholas Sparks que han encontrado su molde de fabricación aquí y han acabado basando la mitad de sus novelas que luego se harían películas en este tipo de amores. Otros harán obras claves en la filmografía aprovechando la autorreflexión que acompaña a las altas temperaturas, y la falta de preocupaciones que permite estar en el presente. Como este cine no se puede disfrutar igual durante las cuatro estaciones, proponemos empezar ésta entrando en calor, haciendo un viaje al centro del romance veraniego en 5 películas.

Vacaciones en Roma sentaba en 1953 las bases de lo que son este tipo de amores. Tal vez no seamos princesas agobiadas como Audrey Hepburn aquí, escapándose de los guardias reales en su visita a Roma y encontrándose en sus calles con un Gregory Peck haciendo de periodista estadounidense dispuesto a ayudarla a explorar la ciudad, pero esto no es más que una exageración del escape de lo cotidiano y de las responsabilidades que lleva consigo un buen verano. La suya es una comedia fugaz y ligera, adecuada para cualquiera que nunca haya visto cine clásico, que explora la capital italiana con códigos familiares que hemos visto mil veces replicados. Más tarde desde Francia la Nouvelle Vague se obsesionará con esta fórmula, desmenuzando el tópico a manos de Rohmer, Godard, dilatando el plano existencialista y político y convirtiendo los ligues veraniegos en visionados obligatorios de cualquier estudiante de Comunicación Audiovisual.

De estos nombres franceses bebe directamente Call Me By Your Name, el nombre que se ha colado en las vidas de todos en los últimos dos años. Elio y Oliver viven su propio anuncio de Estrella Damm en una casa italiana, rodeados de vegetación mediterránea y alejados de miradas de la gran ciudad. Su romance ha dado espacio y buena acogida a más películas de temática LGBT con foco en retratar verdaderamente el romance y poder dejar de lado el tener que pelear con el resto del mundo por ser respetados, que no siempre ha sido el caso. Con la entrada en Julio, mientras los logos de las corporaciones vuelven del arcoiris a sus colores habituales, las barreras que tienen los miembros estos colectivos por ser ellos mismos se disipan en la ficción. En But I’m a Cheerleader, Megan es enviada por sus padres a un campamento de verano con terapia de conversión para gente gay, que para sorpresa de nadie rodeada de lesbianas como ella resulta el primer safe space que ha conocido para sacar a relucir sus sentimientos por otra interna. Ojo con el cameo de RuPaul como ex-gay.

La noche de San Juan servía tradicionalmente para alejar a los malos espíritus y a las brujas, dotando de esa cualidad depuradora al verano. No todos los meses de agosto pueden ser rebozarte con el turista francés que se está quedando en tu pueblo, y hay cosas que llevamos arrastrando del resto del año que merecen ser atendidas. Esta estacionalidad del “amiga date cuenta” está plasmada en una de las comedias anti-romanticas de la década que en julio del año pasado se dedicó a romper cientos de parejas: Midsommar. Ari Aster necesitó el día más largo del verano para deshacer la pareja formada por Dani y Christian, quitándole el trono a Sé lo que hicisteis el último verano en el ranking de películas de terror estío.

Es gracioso que el quid de la cuestión de este subgénero, así como en la vida real, se encuentra acompañado de sectas escandinavas. Los amores de verano no han sido nunca sobre amor, ni siquiera sobre romance: son siempre sobre uno mismo. Tanto las películas como personas con las que pasas por estas cosas duran en el pensamiento cuando llevan a una transformación en el interior. American Honey de Andrea Arnold lo refleja muy bien en lo que se ha convertido en una de las cumbres del cine indie de los últimos años. En ella la actriz Sasha Lane interpreta a Star, una chica que se junta con un grupo de chavales que estafan en casas de ricos vendiendo revistas. Sin nada que perder y enrollándose con Shiah Labeouf, lo que para muchos resulta un retrato generacional también tiene una capa de autodescubrimiento en la libertad del verano.

Valoramos con fuerza los años que pasamos en la escuela, en la universidad o de Erasmus porque son finitos y un día los dejaremos atrás. Los veranos pasan el mismo proceso sigilosamente. Un día de septiembre habrás pasado tu último verano y no te habrás dado ni cuenta: pronto empezarás a trabajar y ya los veranos no serán veranos, solo serán días en los que hace mucho calor y tendrás que ir a trabajar igual, y con suerte tendrás dos semanas libres en agosto.

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