Puedes cerrarle las puertas en la cara o puedes abrir las ventanas para que entre. Puedes hacer que se largue o con todas tus fuerzas intentar que se quede. El amor es libre y está para quien lo quiera. Y hay gente que lo quiere mucho, y lo lee mucho, y lo escribe mucho. Y esto, para esa gente.
1. 'Charlotte', David Foenkinos
Charlotte es de esos libros que te aprieta la garganta y te desenfunda todo el polvo. De un plumazo. A ostiazos con la dureza y a golpes con la realidad deCharlotte, una joven pintora judía que falleció en una de las cámaras de gas de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Escrita ligera y con un estilo literario atípico consigue detener tu atención desde la primera línea, y hacerte llorar y gritar con ella hasta la última página. Enamorada y exiliada en Francia con sus abuelos, abandonó la Alemania ocupada para intentar sobrevivir en una época donde cualquier judío estaba destinado a la muerte. Es desgarradora, experimental, poética, y triste, pero está llena de una singular belleza que solo los corazones nobles son capaces de apreciar. Un must de los libros que hay que leer y un must de los libros que jamás se pueden olvidar.

2. 'Los amores difíciles', Ítalo Calvino
Los amores difíciles es uno de esos libros que en cuanto lo tienes en tus manos sabes que el único camino es empezar a leerlo. Estructurado a través de cuentos cortos, hace un balance del amor y de lo jodidamente difícil que resulta el fluir natural de la comunicación en pareja. Los silencios, los desencuentros, la rabia, las emociones, la desesperación y los estados de ánimo son el eje de este travelling literario. Un grito ensordecedor pero necesario hacia todo lo que suponen los silencios y las palabras que por sí solas, nunca bastan.
3. 'Castillos de Cartón', Almudena Grandes
Madrid. 1980. Una universidad. Tres amigos y tres variables: amor, sexo y arte. Cartillos de Cartón es un homenaje a la libertad, al amor libre, al sexo sin pudor y sin escrúpulos, a los triángulos amorosos y a la España libre ochentera que dejaba hacer y dejaba vivir. Sentarse entre sus páginas es algo así como experimentar por primera vez el deseo, el sexo y jugar con lo prohibido y no establecido de una forma atípica pero romántica. Caminas por las calles madrileñas, te detienes en los bares, te planteas preguntas. ¿Puede una persona estar enamorada de dos a la vez? ¿Puedes creer que formas parte de algo aunque ese algo esté dividido y desestructurado? ¿Se puede follar a tres y sentir que si una de las partes no está tu mundo no sería el mismo? Se puede. A todo se puede.

4. 'Algo tan parecido al amor', Carmen Amoraga
Es probablemente uno de los libros que más rápido puedas llegarte a leer. Algo tan parecido al amor no tiene grandes dilemas morales ni tampoco cuestionamientos pesados acerca de lo que son las relaciones. Lo que sí tiene son historias reales de mujeres que quieren pero no son correspondidas. Diálogos acerca del sexo, de las infidelidades, de la frustración, de los hombres que no quieren mujeres y de mujeres que se mueren por los hombres que no quieren a esas mujeres. Pero también va de esos mismos hombres que parecen fuertes pero a la vez son débiles, que llevan vidas que no quieren y que se quedan en el lugar donde no son felices. Un repasito directo y actual a las cotidianidades de cualquiera de esas personas que se muere por amar y ser amada pero que se come tres mierdas porque el amor llega y se va, o se va sin que nunca hubiera empezado.
5. 'La rendición', Toni Bentley el de sexo
Un libro sensual y sexual que se aleja de la típica novela erótica para romper tabúes y levantar una curiosidad desmedida acerca del sexo anal. Sí, hemos dicho sexo anal. En La rendición, una australiana que durante años fue bailarina en el New York City Ballet, cuenta cómo desde el momento en el que lo descubrió, su vida nunca más volvió a ser la misma. Un relato casi espiritual que contacta con las emociones más primarias y establece una relación absoluta con el compañero y colma un oculto deseo de sumisión.
¿Ya has decidido que te vas corriendo a una librería? Bien, esa era la idea.