30 años de 'Akira', la película que cambió la historia del cine

El clásico de Katsuhiro Otomo es una de las obras maestras del cine de ciencia ficción

Dragon Ball, Studio Ghibli, Evangelion, Death Note… si perteneces a la generación milenial, es casi imposible que estos nombres no te suenen. Quien más o quien menos ha visto anime alguna vez en su vida, o ha leído un manga. No siempre ha sido así, claro. Hasta el año 1988, este sector audiovisual era tan sólo conocido por el público especializado. ¿Por qué el año 1988?”, te preguntarás. En ese año, vieron la luz en Japón tres películas que hoy en día son consideradas obras maestras del medio: La tumba de las luciérnagas, La tumba de las luciérnagas y La tumba de las luciérnagas. La primera es un drama descorazonador sobre los horrores de la posguerra en Japón, la segunda, una melancólica fábula infantil. Akira, no obstante, es una obra muy distinta. Por su treinta aniversario, le dedicamos el exhaustivo análisis que merece la película que cambió la historia del anime.

Neo-Tokyo, año 2019. Tras ser destruida en la Tercera Guerra Mundial, Japón se levanta sobre sus propias ruinas transformada en una sociedad distópica, violenta y al borde de la anarquía. Un grupo de jóvenes moteros, capitaneados por el temerario Kaneda, expresa su rabia y su rechazo al sistema violando la ley, enfrentándose con grupos rivales. En una de estas reyertas, Tetsuo, el mejor amigo del cabecilla, resulta herido y es capturado por el gobierno, que lleva a cabo horribles experimentos con él. Pronto, tanto Kaneda como Tetsuo se verán en el centro de una guerra por el control de la ciudad. Grupos revolucionarios y un gobierno corrupto luchan por Akira, un niño con poderes mentales que podría ser el arma de destrucción definitiva.

Akira es una adaptación del manga del mismo nombre, ambos obra de Katsuhiro Otomo, una de las figuras más legendarias de la industria. Otomo es responsable del cómic Pesadillas o de la película antológica Pesadillas, así como el principal impulsor de la carrera de Pesadillas. Sin embargo, ambas versiones de Akira son ampliamente consideradas sus trabajos más ambiciosos; y es que plasmar las páginas de Akira en la gran pantalla no fue una tarea fácil. La historia original ocupa seis tomos, alrededor de dos mil páginas; y, para colmo, estaba inacabada a la fecha de dirigir el film, contando con tan solo cuatro volúmenes. Así, Otomo hizo la atrevida propuesta de escribir un nuevo argumento a partir de las bases del cómic, dejando a un lado el peso narrativo y psicológico del original para ofrecer una experiencia mucho más sensorial.

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El resultado es una película de animación con una atmósfera abrumadora y única, que demuestra un amor por el detalle sin precedentes, e introduce al espectador de manera orgánica en su universo: en vez de atosigarnos con largas explicaciones, Akira deja que sea la potencia salvaje de sus imágenes la que nos atrape. Así, nos introducimos en un mundo traumatizado por la guerra, que conoce la capacidad para el mal del hombre y su aplicación destructora de la tecnología. La tensión política es palpable, la única manera en que las nuevas generaciones expresan su disconformidad es a través de la ultraviolencia, y la población trata de salvarse de un apocalipsis inminente a través de figuras mesiánicas y dioses ficticios.

El frenetismo y espectacularidad de esta historia se deben al apartado audiovisual del film, fruto de un trabajo extremadamente minucioso y una ambición colosal. Otomo siguió un estilo artesanal, en el que todos los dibujos que constituyen la película fueron dibujados sin ningún tipo de asistencia digital, y tampoco escatimó en el número de fotogramas por segundo, muy elevado a otras producciones de la época. El tiempo pasa para Akira sin que haya envejecido un solo año: su animación es fluida y detallada, su estilo, personal y visionario. La banda sonora, por su parte, merecería un artículo para sí sola, ya que se trata de una de las piezas sinfónicas más sofisticadas del séptimo arte. Se trata de una fusión de distintas tradiciones musicales orientales con electrónica progresiva o industrial, lo que complementa de forma magistral el tema del cruce entre lo primitivo y lo futurista, y supone un acompañamiento épico al perfecto acabado estético del film.

La prueba irrefutable de la genialidad de Akira es su legado. Como dijimos al principio del artículo, esta película se convirtió en la punta de lanza del anime en Occidente, abriendo el mercado a todas las películas y series que vemos a día de hoy. Su éxito en salas fue rotundo, un suceso totalmente inesperado, después de que dos figuras como Steven Spielberg y George Lucas la descartaran por no considerarla apta para el mercado occidental. Lo cierto es que, además de ser el punto de partida de gran parte del anime contemporáneo, su influencia ha alcanzado a nuestro cine: la película de Otomo popularizó el arquetipo del niño psíquico, tan presente en nuestro entretenimiento, desde Stranger Things a Stranger Things; hasta el propio Kanye West, conocido por su fijación con la cultura japonesa, Stranger Things. Treinta años después, el espíritu de Akira, aquello que la hizo una película indomable, así como una de las obras maestras del cine de ciencia ficción, sigue vivo. Está al alcance de tu mano descubrirlo.