Visité una perrera tan chunga que me hice vegano y ya no uso ni lana

Ojalá después de leer esto te lo pienses dos veces y en vez de comprarte un animal, lo adoptes

¿Alguna vez le habéis preguntado a alguien vegano que por qué lo es? Y si sois veganos, ¿cuales son vuestras motivaciones para serlo? Yo llevo desde 2013 siendo vegano y animalista, aunque llevo unos meses consumiendo de vez en cuando algún huevo de corral ecológico, así que debería decir que tengo dieta vegetariana actualmente veganos crucificándome en 3, 2,1.... Cuando me preguntan que por qué soy animalista suelo dar una respuesta que ya llevo preparada, pero a vosotras os voy a contar la versión extendida.

En la época en la que tomé la decisión de no consumir productos animales estaba estudiando Bellas Artes en Murcia y mi pasión era y es la fotografía, por lo que intentaba currarme al máximo los trabajos para la asignatura de foto buscando movidas que documentar sobre crítica social o proyectos emergentes, pero encontré poca hostia. El caso es que conocí a una chica en unas jornadas del consejo de estudiantes de la uni que trabajaba de voluntaria en una protectora de animales la cual no voy a nombrar por cuestiones del centro e hicimos muy buenas migas, así que un día la acompañé a su turno en la protectora para hacer alguna foto.

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Al principio fue una experiencia guay, me presentó a las trabajadoras del centro y me enseñó a los muchos perretes que cuidaban allí. Sin embargo, cuando pasamos a la parte trasera del recinto vi una escena que me cambió algo por dentro: una larga fila de pequeñas parcelas con todo tipo de perros heridos que habían sido rescatados en los últimos días, algunos de ellos muy graves. Esta chica me contaba que varios de los perros de presa que cuidaban allí habían sido desmembrados y mutilados en peleas de perros que se celebran clandestinamente en polígonos industriales de la misma localidad donde se ubicaba la protectora, y que las personas que las llevaban a cabo sabían de la existencia de este centro, por lo que temían sufrir algún robo.

La desoladora situación que presencié me hizo reflexionar sobre qué posición adopto ante los animales, cuál es su presencia y su importancia en mi vida, qué implican en mi alimentación, incluso en mi ideología, pero sobre todo, ¿qué podía yo hacer por ellos? Mi primer paso fue documentarme sobre animalismo, antiespecismo, veganismo, y muchos ismos pertinentes pero demasiado numerosos, así como leer a Nozick y leer recetas de versiones veganas de platos que solía comer. El segundo paso: adoptar un estilo de vida totalmente vegano, el cual implica no solo cambiar tu alimentación, sino dejar de consumir productos testeados en animales, devolverle a tu abuela la chaqueta de cuero del yayo y esconder el jersey de lana de rombos azules.

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Al poco de visitar el lugar comencé a colaborar con la protectora haciendo fotografías de los perros para sus fichas y ayudando a mi amiga en sus turnos. Entre tarea y tarea también aprovechaba para documentar fotográficamente la estancia de los animales de una forma más personal. Muchas de mis imágenes se utilizaron en campañas de concienciación sobre el maltrato animal en varias localidades de Murcia, por lo que mi forma de entender la fotografía documental y mi labor para con los animales adquirió más sentido que nunca, y comencé a sentirme un eslabón más de aquella cadena de cuidados.

Una calurosa tarde de junio, a eso de las tres, con el Lorenzo ametrallando nuestras nucas, estábamos sentados sobre el muro del recinto mirando hacia el infinito secarral que nos rodeaba y echando un cigarro antes de empezar nuestro turno. De pronto, un coche negro destartalado se salió de la carretera secundaria que lleva hasta la protectora y paró en mitad de un bancal a unos cien metros del muro en el que estábamos. De su interior salieron dos hombres vestidos con monos de trabajo azules, abrieron el maletero y sacaron dos sacos bastante abultados que dejaron en el suelo. Mientras el coche se alejaba, nosotras nos acercábamos a dichos sacos sin entender muy bien qué estaba pasando, memorizando entre todas la matrícula y modelo del coche.

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Dentro de cada saco había un American Pit Bull Terrier muerto, ambos con heridas en cara y cuello, probablemente realizadas por otro perro en una pelea debido a la brutalidad de algunas de ellas. En ese momento recibí un guantazo de realidad tan grande que durante dos semanas no pude casi comer ni dormir. Denunciamos el asunto a la policía y dimos los datos del coche, pero nadie nos hizo caso; ni siquiera la prensa local quiso publicar nada al respecto.

Mis visitas a la protectora comenzaron a ser más intermitentes a medida que avanzaba el curso y llegaba la época de exámenes, así como mis compromisos laborales crecían. También comencé a interesarme por otras organizaciones animalistas, santuarios de animales, voluntariado como captador a pie de calle, así como otras cosas relacionadas con la liberación animal. Al mudarme a Bilbao en 2015 para terminar la carrera tuve que reducir enormemente mi papel activo como animalista. Quizá algunas personas diréis que por mucho trabajo o compromisos que se tengan siempre hay tiempo para estas labores, y no digo que no lleven razón, pero en mi caso me vi desbordado y hay que estar preparado emocionalmente para algunas situaciones, y en la medida de mis capacidades, estaba ya algo desgastado.

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A día de hoy, la protectora sigue activa realizando una labor extraordinaria cuidando a sus más de 20 animales en adopción, y siendo solo un pequeño ejemplo de los más de 500 centros activos a nivel nacional; así que espero que tras leer esto entiendas al menos la importancia de adoptar, y si tenías pensado comprar un animal piénsatelo dos veces por favor.

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