Por qué seguimos necesitando el reggae para curar el racismo del mundo

La Unesco acaba de nombrar al reggae Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por su contribución a la lucha antirracista

Comúnmente asociado en el imaginario popular con la marihuana y la vida sedentaria, a veces olvidamos la importancia social que ha tenido la música reggae en el avance mundial de los derechos humanos. Pero la Unesco no: acaba de nombrar al género musical de Bob Marley, Peter Tosh o Jimmy Cliff como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por su “aportación a la reflexión internacional sobre cuestiones como la injusticia, la resistencia, el amor y la condición humana”, según un comunicado de la organización. Pero no hablamos de música del pasado. El mundo continúa necesitando la lírica antirracista de los dreadlocks. 

No en vano, y según alertó el pasado mes de octubre Nourredine Amir, director del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU, nuestro planeta está registrando un “aumento muy preocupante” de los niveles de racismo, discriminación racial y xenofobia. Como él mismo explicó en un discurso en la Asamblea General de la ONU, “la década pasada ha sido testigo del resurgimiento del populismo nacionalista y aunque algunas políticas racistas fueron confinadas a plataformas extremistas, ahora se han convertido en la corriente principal”. Trump, Bolsonaro, Vox... La ultraderecha renace con sus discursos de odio.

Por eso hoy, más que nunca, necesitamos el reggae. Aquel “no necesito nada para ser un hombre, porque nací hombre y merezco el derecho a vivir como cualquier otro hombre” de Bob Andy en My Time resuena como una premisa brutalmente sencilla pero incomprensiblemente imprescindible en este mundo loco. Y el Revolution de Dennis Brown, con su “¿estás preparado para luchar por la revolución correcta”?, o el Get up, Stand up de Bob marley y los Wailers, siempre invitando a levantarse y protestar, nos siguen recordando que la batalla continúa ahí afuera para millones de personas que padecen el demonio del racismo.

El reggae jamaicano, desde hoy elevado al altar de la música junto al tango argentino-uruguayo, el flamenco español, el fado portugués, la rumba cubana, el merengue dominicano, el mariachi mexicano y la ópera china, no es perfecto. Si bin es cierto que el movimiento rastafari, hijo de su época, estuvo cargado de homofobia y misoginia, no menos cierto es que, como recuerda la ministra de Cultura de Jamaica, Olivia Grange, la decisión de la Unesco “subraya la importancia de nuestra cultura y nuestra música cuyo tema es amor, unión y paz”. Con sus lados brillantes y los que no lo fueron tanto, nadie puede poner en duda que la aportación del reggae a la lucha contra el racismo institucional en el contexto del postcolonialismo ha sido fundamental y por eso deberíamos seguir recordando sus letras para siempre.