El manual de guerra de Todorov para desactivar a los racistas de tu alrededor

Los argumentos se disfrazan de sabiduría pero no hay forma de sostenerlos: la discriminación se basa en falacias y hay que desmontarlas

Después de la trágica muerte de Gorge Floyd y de todo lo sucedido con el movimiento #blacklivesmatter es más que probable que hayas tenido una conversación con alguien de tu entorno sobre lo que es o no es racista. Es normal. Al fin y al cabo es un tema que no deja de estar en todas partes y sobre el que muerte de Gorge Floyd. Y seguro que también has tenido que tragarte una serie de argumentos o de frases que consideras racistas y que a lo mejor no sabías bien cómo rebatir. Pues Tzvetan Todorov tiene respuesta para todo eso. Fue un filósofo búlgaro, uno de los intelectuales más importantes del siglo XX, y en su libro Nosotros y los otros tiene un pequeño capítulo en el que explica cuáles son los argumentos principales a los que se agarra un racista. Y, también, te explica en qué errores caen. Aquí un resumen, para que nunca te pillen en un renuncio:

“Cada uno con los suyos”

Aunque hoy en día este argumento es, probablemente, el más desfasado, durante muchísimos años fue el que sostenía la tremenda segregación que había en los Estados Unidos. ¿Has visto la clásica foto en la que un afroamericano tenía que beber en una fuente que específicamente era para gente negra? Pues eso sucedió por la idea de que “cada uno tiene que estar con los suyos”, es decir, con los de su mismo tono de piel, etnia o lugar de origen. Todorov dirá que la trampa del argumento está en pensar, precisamente, que la raza existe. Una cosa es un pulpo y otra cosa es un caballo, hasta ahí todos de acuerdo. Pero esa distinción no se puede aplicar entre un caucásico y un asiático, o entre alguien de Oriente Medio y una persona indígena del Amazonas. La idea es la de que, con independencia del lugar de origen, todos son seres humanos, esa es nuestra misma especie.

“El color define el comportamiento”

La frenología era una pseudociencia del siglo XIX que sostenía que, en función de la forma del cráneo, se podía saber la personalidad de cada persona, así como sus hábitos o bien delictivos o bien ejemplares. El clásico “tú tienes cara de bueno” pero llevado a tus propios huesos. Evidentemente esto fue algo que a todas luces era falso. Pues muy similar es el argumento de fondo que hay en el racismo: la idea intrínseca de que el color de piel de cada uno va a definir su comportamiento. Todorov dirá que esto lanza una idea terrible y tremendamente falsa: la de que la educación o el entorno no pueden, en absoluto, cambiar el comportamiento de una persona, sino que esta nace ya predeterminada.

“Eres lo mismo que tu entorno”

Este es el argumento estrella del racismo contemporáneo. Cuando se habla, por ejemplo, del porcentaje de personas afroamericanas que están en la cárcel o que tienen historial delictivo, dando a entender que cualquiera, por el hecho de ser afroamericano, tiene más probabilidad de cometer un delito. Esta idea es también un argumento racista.

¿Cómo se desmonta? Muy sencillo. El grupo al que pertenece uno no siempre determina el comportamiento individual de cada miembro, aunque evidentemente puede condicionarlo. Es como la clásica frase de madre del tipo “¿y si todos tus amigos se tiran de un puente?”. Pues, evidentemente, se te pasará por la cabeza la idea de por qué está tan de moda saltar de un puente. Pero otra cosa es que lo intentes, por mucha gente a la que veas hacerlo.

“A esa gente se le dan muy bien los números”

Otra idea bastante racista es la de cada grupo étnico tendría una serie de atributos mentales más destacados y otros más atrofiados. Frases como “los asiáticos son muy buenos en matemáticas”. Lo que se hace aquí es negar la individualidad de cada uno. Todorov dirá que las capacidades no van por lotería, no vienen por el color de piel o por la procedencia genética de una persona. Algunos asiáticos serán buenos en matemáticas, y otros no, obviamente.

“¿Es que no podría irse todo el mundo a su casa?”

Si una persona tiene todas estas ideas anteriores en su cabeza, más pronto que tarde va a llegar a una conclusión que le parecerá del todo evidente: ¿por qué no se va cada uno con los suyos en lugar de tener que mezclarnos todos con todos? Al fin y al cabo, podría pensar, alguien del sureste asiático es por esencia diferente a alguien occidental primer argumento, lo que hará que haga cosas raras en público y en privado segundo argumento, para luego comer bichos crudos o lo que sea que hagan en el sudeste asiático tercer argumento y aun por encima va a venir aquí a quitarnos los trabajos de matemáticos que tengamos cuarto argumento. Así que: ¿por qué no se queda en su país donde entenderá mejor cómo funcionan las cosas? quinto argumento.

Y, siguiendo a Todorov, si los otros cuatro argumentos no tienen sentido, tampoco este lo tendrá.

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