Mis antepasados traficaron con esclavos y es probable que los tuyos también

España todavía no ha hecho un proceso de revisionismo histórico, y por eso los profundos vínculos de la burguesía con la esclavitud siguen silenciados

Todos conocen la historia del esclavismo en América y sus efectos. Y, aunque sabemos que España también jugó un importante papel, solemos pensar que el monopolio es de Estados Unidos. Pero no. España tiene un pasado esclavista profundamente silenciado que cada vez que se recuerda se abre un intenso debate con las muchas opiniones: ¿hablar de ello es abrir heridas? ¿Hay una deuda histórica que todavía no hemos reparado?

Quizá el silencio que se esconde en estas opiniones se debe a que es difícil reconocer que los antepasados de muchos españoles participaron en el tráfico de esclavos. Catalanes, vascos, cántabros, andaluces, gallegos… La esclavitud en España no era exclusiva de nadie, todos contribuyeron al mercado de personas. Es fácil estirar del hilo de las élites burguesas de territorios de toda España para encontrar familiares que se enriquecieron con el oro del mercado de personas. El ejemplo más ilustrativo es el de Antonio López y López, primer marqués de Comillas, una figura muy polémica por su relación con la esclavitud cuyas estatuas de Barcelona se retiraron por este mismo motivo.

Jaime González, un documentalista catalán, empezó a investigar la relación de su familia con la esclavitud en 2018, tras la retirada de la estatua. “Seguí con interés todo este debate, que hizo plantearme por primera vez si era posible que algunos de mis antepasados, que como López formaron parte de las élites económicas de la Barcelona del siglo XIX, hubieran participado en el comercio de esclavos”, explica a BBC Mundo.

Esclavitud en Chile

Rápidamente encontró muchos vínculos de sus antepasados del 1800 con esclavos. Uno de ellos, Pedro Nicolás de Chopitea, el tatarabuelo de su abuelo, originario de un pequeño pueblo de Vizcaya, emigró a Santiago y se convirtió en un importante hombre de negocios, comerciando con todo tipo de bienes entre Europa y Sudamérica. También esclavos.

Chopitea, sin embargo, no vivía de esto. Pero eso no le resta implicación, porque hacía de intermediario, movía los esclavos que llegaban desde África a Chile hasta los mercados de Perú. González lo descubrió gracias a las cartas que le facilitó el historiador chileno Francisco Betancourt Castillo, guardadas en la sede del Archivo Nacional en Santiago.

En estas cartas se relatan las durísimas condiciones que los esclavos sufrían en el tráfico auspiciado por los españoles. “Eran travesías que se podían prolongar durante dos meses en las que, si no morían víctimas de las duras condiciones del viaje o de las enfermedades, los esclavos perecían tras escapar y tener que sobrevivir en un territorio que les era totalmente desconocido”, recuerda González.

Las cartas no solo relatan las condiciones de los esclavos durante el viaje, Chopitea sabía el duro estado psicológico y emocional que sufrían cuando llegaban a América: a algunos les decían que los llevaban a mala tierra, “donde la gente tenía cuatro ojos y comía gente, y que a ellos se los comerían luego que llegasen, echándolos en calderas de aceite hirviendo”, “en otra carta se explica cómo uno de los líderes de un grupo de esclavos se había arrojado a un río en Argentina, pensando que así llegaría a su Guinea natal”, la colonia española.

Aunque las cartas reflejan que había cierta preocupación por el bienestar de los esclavos, no era porque fueran personas, sino porque los consideraban mercancía y, si morían, los traficantes perdían dinero. Al fin y al cabo, como González explica, en las colonias españolas de América los esclavos mantenían la economía local, porque eran la mano de obra en todos los sectores, desde minería y agricultura hasta labores domésticas e industriales.

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Esclavos desde Barcelona a América

Chopitea no es el único familiar que González relaciona con la esclavitud. Otro tatarabuelo suyo, Mariano Serra, tuvo fuertes vínculos con el tráfico de personas en época colonial, incluso después de que fuera prohibida la esclavitud internacionalmente. España fue el último país europeo en prohibirla y, además, incumplió constantemente las normativas internacionales sobre esclavitud porque se resistió hasta el último momento a perder el dinero que hacía con el tráfico de personas en sus colonias.

“Documentos notariales muestran que [Serra] fue el fiador de una expedición esclavista que partió del puerto de Barcelona y que fue interceptada por los buques de la armada británica que patrullaban las aguas del Atlántico en esa época, en la que la trata ya estaba prohibida. De esa expedición sabemos que estaba dedicada al tráfico de esclavos, por tanto era una expedición ilegal”, le explicó el historiador Martín Rodrigo Alharilla a González.

Barcelona tenía profundamente arraigada la esclavitud, según varios estudios que explican que la burguesía estuvo “de una u otra manera implicada en el tráfico de esclavos”, y utilizaron instituciones como el Banco de Barcelona para financiarla. Los catalanes responden en gran parte ante la esclavitud en Cuba. Según Rodrigo Alharilla, la junta de gobierno de Barcelona facilitó el tráfico de personas del puerto de Barcelona hasta La Habana.

En un libro co-firmado por Rodrigo Alharilla, se asegura que los catalanes llegaron a traficar con medio millón de personas una barbaridad en comparación, por ejemplo con la población de Madrid de 1840: 57.000 ciudadanos. No obstante, Barcelona no fue la única. En la mayoría de capitales burguesas de España se puede indagar por el pasado negrero de muchas familias adineradas.

La esclavitud, silenciada

La esclavitud es un tema muy silenciado en España. Se sabe muy poco sobre la participación española en la trata "porque es un tema incómodo que genera cierta preocupación y rechazo en algunos sectores de las élites actuales, que intuyen o saben que sus antepasados pudieron estar involucrados", explica el historiador.

Este proceso de revisión histórica sobre la esclavitud ya se ha hecho en Francia, Holanda o Inglaterra. Sin embargo, en España y Portugal todavía no ha habido un profundo debate sobre sus innegables vínculos con la esclavitud más allá de casos particulares y valientes como el de Pedro Nicolás de Chopitea. “Está pendiente”, reflexiona González. Un pasado que hemos obviado y que ya va siendo hora de asumir.