Casi nueve millones de personas de diferentes razas, etnias, religiones y procedencias. Convivencia tranquila en la capital del mundo. Tierra de oportunidades, ciudad integradora; sociedad abierta, plural, heterogénea. Pero, desde hace un tiempo y en según qué sectores, también un tanto radicalizada. La victoria de Donald Trump ha puesto en peligro la paz de Nueva York, a tenor de los datos de la Comisión de Derechos Humanos de la ciudad, que ha detectado un severo repunte en las denuncias interpuestas por causas relacionadas con la discriminación racial y religiosa. Por eso, las autoridades se han puesto en marcha. Este observatorio ha inundado las estaciones de metro con los carteles de una campaña informativa que avisa: "Independientemente de lo que suceda a nivel federal, la Ciudad de Nueva York defenderá la pluralidad".
Son palabras de Carmelyn P. Malalis, la presidenta de la Comisión. Ella ha coordinado la acción publicitaria, pensando en contrarrestar un clima tóxico que se plasma en las historias anónimas que llegan a la mesa de su despacho. 2.260 anuncios recogen los testimonios de ciudadanos anónimos protagonizados por mujeres y hombres musulmanes, latinos o asiáticos, en los que explican los derechos de las minorías y alientan a denunciar los casos de acoso.
En uno de ellos, un hombre hispano afirma que "Debería tener el derecho de hablar con mis hijos en español sin que alguien me diga que hable inglés".

Otro cartel, contando esta vez con el rostro de una ciudadana asiática, afirma que nadie debería escuchar la sentencia de "Regresa a tu país".

El anuncio del hombre judío recoge que "cualquiera debería tener el derecho a ser como es, sin temer por su seguridad".

Un hombre negro es el protagonista de otro cartel, anunciando que "debería poder acceder a cualquier trabajo, independientemente del tono de su piel y de su nombre".

Un tercer anuncio muestra el rostro serio de una mujer musulmana que proclama su derecho a usar lo que su Fe le exige "sin ser catalogada como una amenaza", aludiendo a los atuendos musulmanes.

Por último, el cartel que representa a la minoría negra afirma que cualquier ciudadano debería poder alquilar un apartamento sin que nadie les conteste que "no está disponible para ellos".

Porque, en 2016, los casos de discriminación aumentaron un 60% respecto al año anterior. En una entrevista concedida a BuzzFeed News, Malalis recordaba varios ejemplos: hace unos meses, un hombre entró en un comercio del Bronx e insultó al empleado llamándole "maldito pedazo de mierda inmigrante" y, meses después, una otra denuncia recogía cómo una pasajera proclamaba, en un autobús urbano, "odiar a los asiáticos", mientras golpeaba a otra mujer en la cabeza con su paraguas".
Y la raíz del problema, afirma Malalis, está en la Casa Blanca: "No creo que estén tomando una posición firme para proteger a la gente contra la discriminación y el acoso, o para hablar por los más vulnerables de nuestra comunidad". Por eso, y al menos en el metro de Nueva York, varios rostros anónimos defenderán los derechos de cientos de miles de personas que hasta hace poco no eran objeto, al menos con tanta virulencia, de la discriminación y el racismo.