Sus únicas opciones son huir del país o convertirse en esclavas sexuales

La razón por la que cada vez más adolescentes y jóvenes se ven forzadas a huir a otros países: convertirse en esclavas sexuales de los pandilleros centroamericanos.

Cada 17 horas una mujer era asesinada en Honduras en 2014, según datos del Instituto Universitario en Democracia Paz y Seguridad. Ese país configura, junto con Guatemala y El Salvador, lo que se denomina el Triángulo Norte. Una de las regiones más violentas del mundo, que no está inmersa en un conflicto militar. Pero hay algo más que las mujeres de allí temen, además de la muerte. La razón por la que cada vez más adolescentes y jóvenes se ven forzadas a huir a otros países, para escapar de un futuro terrible: convertirse en esclavas sexuales de los pandilleros centroamericanos.

“Me dijo que ninguna mujer le había rechazado nunca y que si me negaba a ser su novia, me mataría a mí y a mi familia. No quería irme de casa, pero después de eso no nos podíamos quedar. Nos fuimos a México en plena noche”, cuenta la joven salvadoreña Sara Rincón en el medio británico The Guardian. Hay miles como ella, acosadas en la escuela, perseguidas cuando caminan por la calle, amenazadas

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En la revista digital Slate, se narra el caso de una niña salvadoreña de 12 años a la que un grupo de pandilleros de la Mara Salvatrucha –una de las bandas más importantes del Triángulo Norte, junto con Barrio 18- intentaron violar a la salida del colegio. Su hermano y su primo, que estaban con ella, se lanzaron a defenderla, pero los pandilleros sacaron una navaja. Por suerte, más gente empezó a acercarse y los de la mara huyeron, no sin antes asegurarles a los niños que lo pagarían con su vida. Así fue, unas semanas más tarde, los salvatruchos mataron al primo de 12 años de un disparo a quemarropa. Pero eso no bastaba y, durante tiempo, continuaron las amenazas a su familia. Los padres de la adolescente ya habían emigrado a los EE.UU. y, ante aquella situación, decidieron pagar a un traficante para que les llevara a sus dos hijos –de 13 y 14 años respectivamente- con ellos.

En 2012 El Salvador se convertía en el país con más feminicidios del mundo y un el país con más feminicidios del mundo asegura que, según fuentes oficiales de El Salvador, "39.000 estudiantes abandonaron la escuela a causa del acoso o las amenazas de las maras en 2015, tres veces más que los 13.000 que se habían visto obligados a hacerlo el año anterior". Pero, según los maestros, las cifras reales podrían ser mucho más altas. Porque la violencia ha vuelto a estallar en los últimos años en todo el Triángulo Norte, después de que se haya roto la tregua que las pandillas firmaron en 2012.

La dureza de emigrar siendo mujer

Por eso muchas mujeres, muchas veces menores, se ven obligadas a abandonar sus hogares en Guatemala, El Salvador u Honduras y huir a otros países, a veces solas o a veces acompañadas de sus familias. Según afirma The Guardian, desde el 2014 casi 15.000 niñas procedentes del Triángulo Norte, de entre 12 y 17 años, han sido detenidas en la frontera con México. Pero no son sólo menores, ni sólo mujeres, el éxodo masivo de todo tipo de ciudadanos de estos países centroamericanos hacia México y EE.UU. se está convirtiendo en una crisis de refugiados menos conocida que la que acontece en Europa, pero cada vez más grave.

Pero el caso de las mujeres es especialmente duro, porque una vez salen de su país, no está el cielo ganado, en la travesía hacia la libertad se enfrentan todavía a muchos peligros, como el abuso sexual o la muerte. Por eso muchas de ellas, antes de llegar a México se toman lo que llaman la "inyección anti-México", un anticonceptivo de largo efecto para evitar embarazos si son violadas en el camino. 

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Y lo peor es que, después de conseguir sobrevivir y llegar a la 'tierra prometida', pueden ser deportadas, con un altísimo riesgo de que sean asesinadas al volver a su país o explotadas sexualmente. Es el motivo por el cual el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR advierte de que tanto a ellas como otras personas perseguidas por las maras se les debería aceptar la petición de asilo, ya que presentan perfiles de riesgo.

El problema es difícil de solucionar porque sus raíces son varias y están demasiado anudadas. Por un lado, el inmenso machismo que predomina en estos países, por otro, los altos índices de pobreza que, en muchos casos, conducen a la violencia y, además, la inestabilidad de sus gobiernos y la corrupción de sus fuerzas policiales. Por eso es importante darle visibilidad y llamar la atención internacional, para unir esfuerzos y contribuir a acabar con la explotación sexual y con la violencia que sufren las mujeres -y también los hombres- en el Triángulo Norte.

Crédito de la imagen: Olivier Lalin