El emblemático edificio barcelonés de colores, la Torre Agbar, con tantas comparaciones como críticas, dejará de iluminarse a partir del 31 de julio. El rascacielos de 34 plantas fue diseñado por Jean Nouvel hace 10 años y costó 132 millones de euros. Situado en el llamado "distrito tecnológico" de Barcelona, el 22@, ha albergado durante una década Aguas de Barcelona, pero en 2003 la cadena hotelera estadounidense Hyatt adquirió el inmueble para convertirlo en un hotel de lujo.
El nuevo propietario del rascacielos, Emin Capital, que gestiona la cadena hotelera Hyatt, no encenderá el edificio a causa del recorte de gastos que deberá efectuar por la moratoria del Ayuntamiento de Barcelona, que ha ampliado el tiempo para conceder la licencia hotelera a Hyatt hasta nuevo aviso. Por este motivo, el proyecto de convertir la emblemática Torre Agbar en un hotel queda en standby.

El anterior alcalde de Barcelona, Xavier Trias, tendió la mano a las empresas hoteleras internacionales, pero ahora que Ada Colau es la alcaldesa, el turismo de la ciudad es un tema que se observará muy de cerca. Está claro que este edificio -ya simbólico para la ciudad- no puede apagarse, ya que perdería toda su esencia y sería como desaparecer.
¿Pero queremos un hotel de lujo de propietarios americanos en un edificio emblemático como la Torre Agbar? O quizás la pregunta inicial debería ser: ¿qué turismo queremos? A partir de aquí que cada uno saque sus conclusiones. ¿Beneficios económicos a cambio de vender un barrio al turismo o menos beneficios pero respeto a un vecindario y a su día a día?