Los tatuajes de los prisioneros de los campos de concentración nazis se convertían, nada más aparecer en su piel, en un recordatorio constante de algo que les acompañaría de por vida. Pero el hombre apodado como 'El tatuador de nazis , Lale Sokolov, no sabía que una de las prisioneras a las que marcó con su tinta se convertiría en el amor de su vida. La escritora Heather Morris refleja esa historia de amor basada en hechos reales que, como tantas otras, luchó contra el Holocausto y el paso del tiempo, en su libro 'El tatuador de Auschwitz'. La obra se publica hoy en el Reino Unido tras años de esperar para proteger a sus protagonistas.
El eslovaco aunque por aquel entonces, Checoslovaquia todavía estaba unida y judío Lale Sokolov ingresó voluntariamente en el campo en 1942, con la esperanza de que su gesto salvara al resto de su familia. Sin embargo, años después supo que sus padres habían muerto unos meses antes de aquella decisión que le llevó, por otro lado, a encontrar a la que sería su mujer hasta el final de sus días. Sokolov aprendió el oficio de tatuador de a un francés llamado Pepan, quien le marcó su número de preso en la piel y le cuidó cuando enfermó de fiebre tifoidea.
Gracias a su nueva habilidad y a que hablaba seis idiomas, fue nombrado tatuador del campo y pudo salvar su vida y, además, conocer a Gita Fuhrmannoba, una prisionera también eslovaca a la que tatuó igual que a tantos otros antes. Pero con Gita fue distinto. Sokolov se prendó de ella y empezaron a mandarse cartas en secreto, le conseguía raciones de comida extra e hizo que fuera trasladada a una mejor posición de trabajo en el campo gracias a sus relaciones con los oficiales de las SS. Pero a pesar de lo mucho que se querían, Gita dudaba de la relación por miedo a que no existiera un futuro.
Años después, ambos sobrevivieron a aquel horror y dejaron el campo por separado y en momentos distintos. Sokolov volvió a su ciudad natal, Krompachy, donde se reunió con su hermana y el resto de su familia que había sobrevivido, y Fuhrmannoba regresó a Bratislava. Pero su historia no iba a terminar así porque el tatuador de Auschwitz viajó hasta la capital y, tras semanas de búsqueda, finalmente dio con ella.

Por fin eran libres para quererse y pasar toda la vida juntos. Se casaron en 1945, tuvieron un hijo y vivieron en Viena, París y finalmente en Melbourne, Australia, lejos de los recuerdos de aquella Europa aun convaleciente. Querían olvidar y disfrutar de aquella segunda oportunidad, por eso, ocultaron su historia temiendo que condenaran a Sokolov por colaborar con los nazis. En 2003, Gita falleció y Lale ya no tuvo a quién proteger más que a sí mismo, así que decidió contarle toda su historia a Heather Morris. Esta le visitó varias veces por semana durante años para construir ese libro que, ahora que tanto Gita como Lale ya no están, se ha convertido en otro recuerdo imborrable.