Sexo y drogas sin rock'n'roll: el fotógrafo de toda una generación perdida

Larry Clark desafió la moralidad de su época y retrató a todos aquellos jóvenes cuyas miserables vidas nadie quería ver. Puedes ver su obra en Valencia hasta el 22 de noviembre

Tenemos una obsesión por la pureza, lo correcto, lo apropiado y lo limpio. Queremos una vida casta, proyectar una imagen de personas sanas y responsables, de ejemplos a seguir y de ciudadanos sin vicios ni obsesiones reprochables. Pero no es así. Y aunque sepamos ocultarlo bien, hay ambientes en los que esta bajeza moral y social vive se escampa con rienda suelta, condenados a vivir en los márgenes de la sociedad.

Esto es lo que fotografía Larry Clark retrata: miseria, bajeza y desesperación humana. No tiene intención de enfocar hacia lo bonito —nunca lo ha hecho, ni en su carrera fotográfica ni en la cinematográfica—, sino que espera crear incomodidad en el puritanismo reinante capturando a aquellos perdidos en vida. Además, en nuestra sociedad es muy importante la infancia y la adolescencia. El cristianismo nos enseñaba que los niños son el futuro y, al igual que Cristo, debemos amarlos porque son la supervivencia de la especie y de nuestros valores. Clark escupe en esta moralidad y los convierte en protagonistas de sus retratos sobre la bajeza humana.

$!Sexo y drogas sin rock'n'roll: el fotógrafo de toda una generación perdida

Bajo el título de Tulsa 1971, su ciudad natal, Clark recoge en un libro de fotografías, que ahora se expone en Valencia en la galería Espaivisor hasta el 22 de noviembre, los excesos de la juventud, tomando drogas duras, teniendo sexo sin tapujos, sufriendo, infringiendo violencia y mostrándose abiertamente rotos y descompuestos. Un retrato terrible de una juventud que no tiene nada, ni tan siquiera expectativas de futuro y que conoce bien porque es una obra, en parte, autobiográfica. Él era un adicto a las drogas durante el tiempo que tomó las fotografías, y aseguró en los textos que acompañaban el libro que las vivencias ahí expuestas podrían haber sido perfectamente las suyas. Lo deja bien claro en el prefacio de su libro: "nací en Tulsa Oklahoma en 1943. Cuando tenía dieciséis años comencé a tomar anfetaminas. Me drogué con mis amigos todos los días durante tres años hasta que abandoné la ciudad. Pero he vuelto con los años, porque una vez que la aguja entra, nunca sale".

Sus imágenes son en blanco y negro, lo cual refuerza la falta de vida y esperanza en estos ambientes marginalizados por el agresivo capitalismo y liberalismo estadounidense. Además, la crudeza y la falta de filtros en sus imágenes le han conllevado muchas críticas de los sectores conservadores de Estados Unidos, que lo han acusado de promover la violencia, el sexo, el consumo de drogas y el suicidio. Él ha negado categóricamente estas afirmaciones, asegurando que lo que retrata en estas imágenes es, simple y llanamente, la vida, que así es para muchos aunque quieran negarlo.