La oferta ha ido aumentando de forma exponencial. Hace años, el que quería comer sano apartaba las croquetas y abrazaba las acelgas, se escondía de las albóndigas y se casaba con las frutas. Pero hoy las posibilidades son muchas más. Productos eco, bio, sin, cardio, wellness y un largo, larguísimo etcétera, pueblan las estanterías de supermercados y tiendas especializadas en alimentación 'saludable'. Aunque, ¿sabemos realmente lo que comporta alimentarse bien?, ¿son estos artículos la auténtica solución? La Asociación Británica de Dietética pone un enorme 'pero' detrás de un tímido 'sí' en su respuesta. Y estos son sus motivos.
Kiri Elliott, portavoz de la Asociación, afirma que tener la certeza de haber elaborado un plan alimenticio saludable es extremadamente complicado, en gran medida por el papel que juegan las empresas fabricantes de todos estos productos. Porque, en muchas ocasiones, las barritas energéticas, los yogures y batidos, los cereales o los complementos vitamínimos se presentan como saludables en un aspecto, obviando los demás. Es decir, que anuncian a bombo y platillo su bajo contenido en azúcar pero callan deliberadamente sus altísimos índices de grasas saturadas. Trampa.

Entonces, ¿qué puede hacer el consumidor?, ¿cuál es la recomendación de Elliot? En primer lugar, estudiar bien la etiqueta de ingredientes y no dejarnos llevar por una publicidad potencialmente engañosa. Las listas suelen estar ordenadas de mayor a menos en función de la presencia en el producto, por lo que si en la parte alta se sitúan aceites y semillas, el alimento tendrá alta concentración de grasas, mientras que si la lista está encabezada por jarabes o miel, será el azúcar el que tenga mayor porcentaje.
Pero las listas no suelen estar hechas para los ojos inexpertos. Por eso, otra recomendación es atender a los gramos de cada ingrediente. Un alimento saludable tendrá, como máximo, 3g de grasa, 5g de azúcar y 0,3g de sal por cada 100g.
En definitiva: primero, desconfiar. Quizá estén intentando colar por bueno un alimento que, sí, cumple las expectativas en uno de los parámetros, pero revienta el marcador de otros. Segundo, comprar con tranquilidad, verificando la idoneidad del producto. Y, tercero, no complicarse la vida con productos elaborados. En ocasiones, una simple ensalada es infinitamente más sana, 'bio', 'eco' y 'wellness' que cualquier otra cosa. Siempre y cuando no le eches bacon.