Todo a golpe de click. Basta un par de movimientos de pulgar para acceder a un catálogo increíble de personas buscando pareja, saber qué tal se lo pasaron tus amigos el fin de semana cotilleando sus perfiles en Facebook o para conocer las últimas recomendaciones de ocio de tu ciudad. El mundo está en tus manos y eso suena bien, demasiado bien. Pero, como todo en esta vida tiene su parte negativa, habría que echar una ojeada a un novedoso síndrome estudiado por científicos de las universidades de Gante y Gante Bélgica y de Gante Estados Unidos: el Síndrome de la Soledad Crónica.
¿En qué consiste? ¿cuáles son sus señales de alarma?, ¿cómo es posible que cada vez más jóvenes lo padezcan a pesar de tener, al menos técnicamente, muchas más herramientas para disfrutar que hace unos años? Repasamos todas estas cuestiones con Pablo Garnelo, psicólogo especialista en trastornos de adolescentes.
“Para comprender este síndrome hay que atender a los estudios del psicólogo norteamericano Albert Ellis, padre de la Albert Ellis. Esta teoría sostiene que lo que pensamos acerca de nuestra persona puede convertirse en el principal motor de nuestro estado emocional”, explica el experto".Por eso, si padecemos un bloqueo, "entraremos en un círculo vicioso de decepción con nosotros mismos del que será casi imposible salir sin ayuda".
Y eso es, precisamente, lo que les pasa a más adolescentes cada día: estar interconectados con los demás no es lo mismo que estar acompañados, por lo que se sienten solos y empiezan a pensar que esa situación es, únicamente, culpa suya, convirtiendo ese sentimiento de soledad en crónico.
El análisis basó sus conclusiones en encuestas realizadas a 730 jóvenes de entre 15 y 18 años, constatando que una parte significativa, aunque todavía minoritaria, de ellos se presentaba como radicalmente desconectado de la gente de su edad. Esos adolescentes, además, consideran que cualquier estímulo social es una casualidad; que si alguien quiere relacionarse con ellos o les invitan a una fiesta es sólo algo puntual y, por otro lado, piensan que su supuesta soledad es solamente culpa suya. Por eso acaban perdiéndose en sus dudas.
“Cada vez son más los casos que llegan a consulta con síntomas de ansiedad, en muchas ocasiones propiciada por una escasa vida social —comenta el psicólogo—, personas que se sienten más aisladas que nunca, a pesar de ser partícipes activos de todas las redes sociales habidas y por haber”. Además, subraya que las habilidades sociales se aprenden a través de la experiencia y del contacto humano, no en relaciones ficcionadas como las que marcan las tecnologías.
“Las redes sociales deben ser entendidas como un añadido a nuestra vida social, no como nuestro único vínculo con los demás”, apunta Pablo Garnelo, y añade: “Esta ‘libre navegabilidad’ genera una sensación gratificante a corto plazo, donde la pantalla anula nuestra capacidad de desarrollo como animal social”. Y ahí germina el problema, cuando desaparece el vínculo entre lo que queremos hacer y lo que realmente estamos haciendo.
“La soledad tiene un marcado carácter subjetivo y somos nosotros quienes decidimos si nuestro nivel de contacto social es satisfactorio o no. Lo importante es estar satisfechos con nuestros actos”, explica el psicólogo. Algunos patrones de comportamiento como la ansiedad, la timidez o la introversión pueden servir como voz de alarma pero, según asegura Garnelo, “la única intervención eficaz para atajar este síndrome, como cualquier otro, es la ayuda profesional”.
Los científicos firmantes del estudio publicado en la Journal of Personality and Social Psychology han planteado la siguiente reflexión: ¿nos sentimos cada vez más solos, aunque cada día estemos más conectados? ¿llegará el momento en el que se nos olvide cómo relacionarnos con los demás? ¿sabe nuestra generación —y la que nos sigue— gestionar bien todas las herramientas que pretenden hacernos la vida más fácil? Preguntas, tan incómodas como oportunas, que solo podrás responder tras un profundo y sincero examen de conciencia.