Desde que escuchamos el sonido del despertador y la modorra se disipa, nuestra cabeza empieza a funcionar. En décimas de segundo repasamos mentalmente lo que nos depara el día. Una larga lista de 'tengo que' y 'hay que' coloniza nuestros pensamientos y no suele liberarlos en toda la jornada. De vez en cuando, también la aderezamos con la anticipación de problemas todavía inexistentes.
"Cuando una persona rumia las preocupaciones, uno piensa en lo que está viviendo sin darle una solución", explica Cristina Larroy, profesora del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid y Directora de la Clínica Universitaria de Psicología.

"Cuando nos ponemos nerviosos se produce un exceso de cortisona y si tenemos unos niveles altos constantemente, nos van bajando las defensas y nuestro cuerpo está más expuesto a infecciones que, a su vez, tardan más en curarse", asegura Margarita Olmedo Montes, Doctora en Psicología y profesora titular del Departamento de Psicología, de la Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la UNED.
No es necesario apuntar muy alto ni buscar grandes problemas. De hecho, "las preocupaciones cotidianas son las que más relación tienen con los problemas de salud", señala Larroy. Es decir, el atasco de cada mañana, ir con el tiempo justo, pensar en todo el trabajo pendiente, en la reunión con el jefe de esa mañana, en la discusión de anoche con tu pareja... En nuestro caso, el de la generación milenial, las relaciones sociales, las relaciones con el otro sexo, las cuestiones económicas o la situación laboral centran nuestras comeduras de cabeza.
Cada persona es un mundo
El cuerpo, esa estructura de huesos que nos sostiene, de músculos que los protege y de piel que lo recubre, se va resquebrajando y nos envía señales. "Psicológicamente vamos perdiendo fuerzas, vemos problemas por todas partes, no nos encontramos bien y afecta a nuestra eficacia", enumera Olmedo. En el plano físico, las pistas más frecuentes son "los dolores de cabeza, de estómago, la sensación constante de tener la boca seca... ", explica Larroy.

"Alopecia, problemas de piel - de hecho el estrés produce brotes de soriasis-, empeoramiento de problemas de asma, te puedes provocar una úlcera de estómago o tener problemas de corazón", explica Olmedo.
Larroy, por su parte, señala las cefaleas como el más importante de los problemas de salud derivados de las preocupaciones. "Tanto en su versión migrañosa como tensional. Tendemos a tensar los músculos y si nuestro cerebro, que está entrenado para relajarlos, detecta que están todo el tiempo en tensión, acaba por considerar que ese es su estado normal".
Además, también indica que la diabetes de tipo 2 tiene mucha relación con el estrés asociado a las preocupaciones cotidianas. "La persona produce una serie de hormonas que generan reacciones internas en nuestro cuerpo, impidiendo al páncreas reconocer que hay una cantidad excesiva de azúcar en sangre. Ante esto, el órgano no libera las suficientes sustancias para absorber el azúcar".
Prevenir en lugar de curar
Por eso, ambas expertas nos dan una serie de pautas con las que evitar llegar a estas situaciones.
- Tener unos hábitos de vida saludables, practicando deporte. De la modalidad que sea. Insisten en que no hace falta matarse, con caminar a buen paso una media hora al día ya estaríamos favoreciendo la liberación de endorfinas.

Si todo esto no ha funcionado y el nivel de preocupaciones es excesivo, Olmedo y Larroy consideran recomendable visitar a un especialista que, entre otras cosas, con técnicas de reestructuración cognitiva nos ayude a trabajar una manera nueva de interpretar las preocupaciones.
Fotos: Jared Tyler, Jared Tyler, Jared Tyler, Jared Tyler y Jared Tyler