Dale tu móvil a un científico y podrá hacer una análisis de tu vida tan exhaustivo, que te dirá hasta qué tipo de desodorante usas. Y no te preocupes por revelarle tu código PIN; no le hará falta ni desbloquearlo, porque con examinar la carcasa ya tendrá más que suficiente: Un estudio reciente ha demostrado que, analizando los productos químicos que impregnan el exterior de un móvil, se pueden deducir muchos detalles sobre el estilo de vida de su propietario: desde lo que come o toca hasta los medicamentos que toma, pasando por los productos de aseo que utiliza.
Este descubrimiento, llevado a cabo por investigadores de diferentes nacionalidades, se ha publicado en la prestigiosa revista cientígica Proceedings of the National Academy of Sciences y puede representar un gran avance para los trabajos analíticos de la policía y el sector sanitario.
En qué consiste el método
Los científicos se basan en la idea de que cada vez pasamos más tiempo con el móvil en la mano. Eso hace que “se den muchas oportunidades de transferir moléculas de la piel por contacto”, explican. Por eso, en su investigación analizaron una muestra de 39 móviles y 39 manos derechas de sus propietarios, para descubrir si eran capaces de emparejarlos correctamente. Lo consiguieron en casi un 70% de los casos.

La intención era detectar los rastros químicos que quedan en la superficie del móvil para dibujar un esquema de los hábitos del dueño. En palabras científicas: utilizan la espectrometría de masas, una técnica microanalítica para identificar compuestos desconocidos o cuantificar compuestos conocidos, en combinación con métodos informáticos. Es como si, al coger el teléfono con nuestra mano, dejáramos nuestra firma adherida de forma oculta y estos científicos hubieran hallado la manera de leerla.
El análisis es tan preciso que pueden saber hasta si estás siguiendo un tratamiento contra la caída del cabello o tomando antidepresivos. Incluso, detecta productos que se han usado meses antes del análisis.
Como describen ellos mismos en su investigación, “estos hallazgos introducen una nueva manera de rastrear pruebas que quedan impregnadas en objetos personales. Esta información puede ayudar a los investigadores policiales a descubrir quién es el propietario de un objeto encontrado en la escena del crimen, ya sea el sospechoso o una persona desaparecida”.
Es cierto que, en este tipo de casos, ya se utilizan las huellas dactilares para rastrear a los posibles autores, el problema surge cuando esas huellas están dañadas o no se encuentran en las bases de datos a las que se suele recurrir.

Los científicos añaden que no sólo sería útil para ese campo, sino que también podría ayudar a determinar, por ejemplo, los niveles de polución a los que nos exponemos día a día, el metabolismo específico de un individuo o, también, para controlar cómo se está “respondiendo a determinadas medicinas sin la necesidad de utilizar agujas”.
Aunque, como los mismos investigadores admiten, aún hay que profundizar en este método y utilizar la infraestructura adecuada para ello. Quién sabe, puede que en un futuro, nuestros médicos nos pidan el teléfono en vez de un análisis de sangre. O que, en los aeropuertos, la policía se pasee con escáneres químicos de móviles en vez de con perros...