¿Qué podrían tener en común los indios precolombinos, John Travolta y Winston Churchill? Vale, que todos ellos han hecho de las suyas en el continente americano. Y que están bastante jodidos a estas alturas, claro. Espera, que aún hay otra coincidencia más: todos ellos, en mayor o menor medida, forman parte de una notable hermandad, la de los embajadores del vicio a la nicotina. Y sí, sabemos que Churchill era británico.
Amigos, el tabaco siempre ha sido igual de malo, pero ya se encargaron algunos de ocultar la verdad a las masas. De hecho, a lo largo del siglo XX, el tabaco se convirtió en una moda imparable. Un actividad a la que se lanzaban unos y otros con el mismo ímpetu, fuera en la mina o en los reservados de los salones más exclusivos. Fumar ya molaba, y lo hizo aún más con el paso de los años. Lo vimos en las películas de vaqueros, en las de Humphrey Bogart, en Grease -gracias, Travolta- y en el cine de entre los años 60 y 90, en general. Y, si ellos fumaban, ¿por qué no ibas a hacerlo tú?

A pesar de la buena fama que cosechó en el pasado, el tabaco está ya admitido, junto al alcohol, como una de las drogas legales que más perjudica a la salud. Su carácter nocivo es una obviedad y, a pesar de la matraca de las Autoridades Sanitarias, las personas adictas no lo tienen nada fácil para acabar con esa insaciable sed. Cada cigarro que te llevas a la boca introduce en tu cuerpo alquitrán, nicotina, monóxido de carbono, gas cianhídrico y otras 7.000 sustancias igual de malsonantes. No hace falta ser un doctorando en neumología para conocer perfectamente los peligros de liberar semejante cóctel molotov en el organismo. Por no hablar de la adicción resultante, que potencia los inconvenientes destructivos. Dejarlo es difícil, muy difícil.
Con el fin de concienciar aún más a los fumadores, la revista Circulation: Cardiovascular Genetics de la American Heart Association ha sacado a la luz un revelador estudio sobre el impacto del tabaco en el ADN de las personas. El ADN es ese ácido del organismo que alberga toda una colección de compleja información genética sobre quién eres y de dónde vienes, así que es bastante más importante para ti que tu Iphone, el BMW de tu padre o la casa en Baqueira.
Vaya, que debería estar guardado bajo llave en una caja de adamantium. Pues atentos, porque, según este estudio, fumar abriría sus puertas de par en par. Y, lo que es peor, atentaría directamente contra la metilación del ADN, un proceso esencial para la regulación genética, el control del envejecimiento prematuro y la prevención de enfermedades cancerígenas potencialmente mortales. Duro, ¿eh?

Para probar esta teoría, los investigadores tomaron muestras de 16.000 personas con problemas genéticos. Finalmente, descubrieron que los pacientes fumadores tenían afectado un tercio del total de sus genes; un dato un tanto inquietante para quien dio el paso y todavía no ha vuelto atrás.
No obstante, según Roby Joehanes, coautor del estudio, todavía hay esperanza para los que se animen a dejarlo: "La buena noticia es que, una vez se abandona el hábito, la mayoría de las señales de metilación del ADN regresa a niveles normales tras 5 años, lo que significa que el cuerpo está tratando de curarse a sí mismo de los efectos nocivos del tabaquismo”. Aunque, en algunos casos menos habituales, el riesgo de sufrir las consecuencias del consumo de tabaco podría persistir hasta treinta años después de dejarlo.
Lo que queda claro es que el estudio demuestra que dejar el tabaco es vital para regularizar los procesos del ADN y -una vez más- mejorar la salud en general. La buena noticia es que la sociedad ha empezado ya a asimilar estos conceptos y a preocuparse por llevar un estilo de vida más sano. Durante la última década, se ha percibido un descenso del tabaquismo, sobre todo entre los jóvenes. En lugar de aspirar basura, han optado por hábitos mucho más sanos: correr por diversión, levantar cosas que pesan mucho o ceder ante un plato de verdura hervida.
Pese a que un buen número de jóvenes cae en el vicio durante la adolescencia, los miembros de las actuales veintena y treintena lo han acabado sustituyendo por el running y las cafeterías con brunches y sin humos. Evitando así el mal olor, la suciedad pulmonar o el peligro de muerte, entre otras cosas sin importancia. Y es que, aunque todavía es pronto para vislumbrar el fin definitivo del tabaquismo, lo cierto es que podríamos estar ya ante los primeros indicios esperanzadores. Que llegan un pelín tarde para los indios precolombinos, claro.
Créditos de la imagen: Jonathan Moyal, Jonathan Moyal y Jonathan Moyal.