"¿Cómo que no te tomas la píldora?", te pregunta con cierta indignación tu amante que, después de x encuentros sexuales con preservativo, se plantea la posibilidad de liberarse de él. "Pues, es largo de explicar", le dices, pero "nunca la he tomado y tampoco tengo intención de hacerlo", sentencias dándole a entender que tiene la puerta abierta para ir a buscar a ese 66% de mujeres que sí utilizan este método anticonceptivo hormonal en los países desarrollados. Porque la respuesta larga incluiría hablarle de los trágicos efectos secundarios en la salud de millones de mujeres en el mundo, del origen racista y sexista con el que se creó este método anticonceptivo, de lo tremendamente misógina que resulta la píldora una vez que conoces exactamente lo que le produce a tu cuerpo y de la absoluta desinformación que la rodea.
Pero claro, esa conversación postcoital no es momento ni lugar para hablar de todo eso. Este artículo, tal vez sí. Lo primero que debe quedar claro es que esto no es un alegato en contra de la píldora en sí, sino del desconocimiento. Tanto el de las mujeres que la toman y los hombres que la exigen sin cuestionar sus efectos, como de las que no lo hacen porque han escuchado que no es buena. De hecho, los expertos intuyen que esta podría ser la causa de que en España solo la tomenlos expertos intuyen que esta podría ser la causa de que en España respecto a otros países, como Estados Unidos o Francia, donde lo hacen el 56% y el 41% respectivamente. Es más, nuestro país vecino tiene una historia tumultuosa con la píldora ya que durante muchos años ha sido considerada como un símbolo incuestionable de liberación femenina.
Como muestra de esta relación amor/odio con la píldora en Francia, en 2012, el caso de la joven, Marion Larat, a la que un infarto cerebral provocado por la píldora dejó con una invalidez del 65% sacudió a la opinión pública del país. Esto hizo que al menos un centenar de mujeres que habían sufrido embolias, trombosis y accidentes cerebrovasculares demandaran, al igual que Marion, a las autoridades sanitarias francesas y a las farmacéuticas que fabricaban sus píldoras provocando, además, un fuerte aumento en el número de francesas que se replantearon el uso de este método anticonceptivo.
Una de ellas es la periodista Sabrina Debusquat, autora del libro J'arrête la pilule en castellano Dejo la píldora que se publicó en Francia en septiembre de 2017 y es el completísimo resultado de "un año dedicando 10 horas al día a investigar sobre la píldora". Para Sabrina lo más importante también es la información. "A muchas adolescentes se les receta la píldora y solo se dan cuenta de los efectos secundarios 10 o 15 años después cuando la interrumpen porque se quieren quedar embarazadas. Simplemente no conocían cómo era su cuerpo antes de tomarla", nos cuenta la autora por teléfono. La mayoría de ginecólogos la prescriben diciendo que regula la regla, que elimina los dolores de la menstruación o el acné, pero no explican cuál es el mecanismo a través del que se consiguen estos beneficios ni las posibles contraindicaciones para que sus pacientes puedan decidir si les vale la pena o no.
Qué hace la píldora en tu cuerpo
Dentro de los anticonceptivos que utilizan hormonas sintéticas, el más habitual es la conocida como píldora combinada que tiene una mezcla de estrógenos y progesterona, las hormonas sexuales femeninas. Estas se encargan, entre otras cosas, del ciclo menstrual formado por la ovulación —a través de la que el cuerpo se prepara mensualmente para un posible embarazo— y la menstruación —en la que elimina lo que había construído para comenzar de nuevo. Lo que hace la píldora es interrumpir este proceso y 'engañar' al cuerpo para que 'se crea' que está en el primer trimestre del embarazo. Entonces, ¿por qué las mujeres que la toman siguen teniendo la regla cada mes? Pues esa es la cuestión, que al no existir ovulación, no hay regla sino un sangrado residual, como lo definen los expertos. Por eso no hay dolores y es puntual, porque no se produce el ciclo menstrual.
Ahora puedes decir: 'ah bueno, ¿y?'. Pues que "el sistema endocrino del cuerpo humano [que es el que se encarga de las hormonas] es como un reloj suizo y las cantidades de estrógenos y progesterona están calculadas al milímetro, en cambio las píldoras tienen formulas genéricas con las mismas cantidades para todas las mujeres, de ahí que aparezcan efectos secundarios", explica Raúl Espert, profesor del departamento de psicobiología de la Universidad de Valencia. Además de que la calidad de las hormonas sintética es inferior a que produce el cuerpo humano, lo más probable es que a una mujer le sobre estrógeno y le falte progesterona o viceversa, provocando efectos tanto físicos como psicológicos.
Lo máximo que puede hacer el ginecólogo si una paciente se queja de alguno de estos síntomas es ir probando con otras marcas a ver si la fórmula que tienen les va mejor y les dicen que vuelvan al cabo de tres meses a ver cómo se sienten. Sin embargo, el profesor Raúl Espert cita un estudio publicado en 2016 en la revista Human Reproductive Update de la Universidad de Siena, en Italia, en el que se dice que para minimizar los efectos adversos la píldora se debería hacer a medida para cada mujer en función de su edad, su estatura, su masa corporal y su genética.
La ovulación no es prescindible
Eso si queremos pensar que la única función de la ovulación, y de las hormonas que participan en ella, es reproductiva y que, por lo tanto, se puede encender y apagar en función de si queremos tener hijos, o no. Pero resulta que no es el caso ni de lejos, como explica Sabrina Debusquat: "Los estrógenos y la progesterona influyen en muchas cosas como el crecimiento, la regulación de la temperatura, en el tejido mamario, en los huesos, etc. Lo que sucede cuando son sustituidas por hormonas sintéticas es que provocan carencias crónicas de vitaminas y minerales esenciales que explica los efectos secundarios típicos como la depresión o la disminución de la libido".
Uno de los puntos más polémicos que la autora francesa recoge en su libro es la comparación de la drástica bajada de deseo sexual que la píldora provoca en las mujeres con la castración química que se aplica a violadores y pederastas. "No lo digo yo, simplemente recojo la castración química que no tienen ningún tipo de interés ni a favor ni en contra de la píldora", se justifica Debusquat ante una idea que, obviamente, resulta chocante, pero lo es más todavía comprobar que los mecanismos son idénticos. Uno de los efectos secundarios de la píldora es la bajada de la libido porque hace que descienda la testosterona que es la encargada del deseo sexual. Mientras que los tratamientos de castración química, la castración química, reducen también la testosterona para bajar la libido.
El feminismo y la píldora
Aquí salimos poco a poco del terreno físico para adentrarnos en el de la moral y los principios que también tiene un papel primordial en la historia de los anticonceptivos con hormonas. El contexto de su aparición en los años 50 era el miedo de las clases altas norteamericanas a la explosión demográfica entre los más pobres y las autoridades sanitarias los aprobaron con unos baremos mucho más laxos que los actuales. Al mismo tiempo, se consideraba 'normal' que todo el peso de la anticoncepción recayera en las mujeres, de hecho algunas lo preferían ya que igualmente serían ellas las que pagarían las consecuencias.
Para el feminismo de los años 60-70 se consideraba la píldora como una victoria. "Nos dicen cómo cambió la lucha por la liberación de las mujeres, o como cambió su posición en la sociedad, pero no cómo cambió a las mujeres", escribe la norteamericana Holly Grigg-Spall en su libro, publicado en 2013, Sweetening the pill en castellano 'Endulzando la píldora donde cuenta cómo después de una década tomándola descubrió que no era una persona depresiva ni neurótica sino que eran los efectos de la pastilla. Esta historia repitiéndose una y otra vez ha dado lugar a una nueva corriente de feminismo que cuestiona que el método anticonceptivo por excelencia sea uno tan dañino para la mujer y que la ciencia no investigue para encontrar alguno mejor.
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También se cuestiona que se interprete el cuerpo de la mujer, que no olvidemos que es fértil tan solo durante los 5-6 días al mes mientras que el hombre lo es siempre, desde un punto de vista exclusivamente reproductivista. "A los hombres no se les da la opción de encender y apagar porque se entiende que su cuerpo es completo en sí y sus hormonas son completas per se. A los niños cuando tienen su primera polución nocturna, tampoco se les dice: 'Qué bien, ahora vas a poder ser papá', como nos dicen a nosotras cuando tenemos la regla", nos explica Erika Irusta, pedagoga especializada en ciclo menstrual y ovulación. Ella considera que esta visión cosifica el cuerpo de la mujer al prescindir químicamente de una parte de su sistema endocrino.
A pesar de todos estos argumentos, hay muchas mujeres que puede que estén encantadas con su píldora y que no hayan notado ningún efecto adverso, lo cual es estupendo y ninguna de las fuentes consultadas para este reportaje tiene intención de arrancársela o pedir que se prohíba. Pero sí que insisten en que ellas sean más conscientes de lo que están tomando y que ellos sepan lo que están pidiendo que se tomen a sus parejas. Tal vez esta concienciación haga que las farmacéuticas y la ciencia inviertan más recursos en desarrollar un método anticonceptivo menos agresivo con el cuerpo de la mujer. Sin duda, sería un avance muy necesario.