Anoche llegaron los Reyes Magos a miles de hogares de toda España. Otra cosa es lo que pasará en el supuesto paraíso del socialismo manejado por un señor con un gran bigote, que habla con los pajaritos y viste una chaqueta de chándal tricolor, Nicolás Maduro. En Venezuela los 'aristócratas' no son bienvenidos, ni se les espera. Menos aún si se piensa que el recién nombrado vicepresidente, Tareck El Aissami, es uno de los políticos más radicales del chavismo.
Hace unos días un exconcejal socialista del pueblo barcelonés de Viladecavalls, Manel Martínez, narró a través de las páginas de un diario, en las antípodas de las tesis chavistas por cierto, la miseria que encontró en su sexto viaje al país que paradójicamente cuenta con las mayores reservas petrolíferas del planeta: 297 millones de barriles. Un lugar privilegiado conocido por sus exuberantes paisajes, las mujeres que más certámenes de Miss Universo han ganado en la historia y por albergar la ciudad más violenta del mundo. Un dato lo dice todo: en la morgue de Bello Monte Caracas se acumularon el año pasado 5.235 muertos.
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“Aquí no hay cabalgatas ni nada parecido. Un evento de este tipo sería un ‘Disney World’ para los atracadores”, explica en una precaria conversación por Whatsapp. Incluso comunicarse con alguien en ese rincón del Caribe es un drama: los continuos cortes de luz y la raquítica estructura de las telecomunicaciones convierten una simple llamada en una odisea. Una rutina para los más de dos millones de venezolanos que, en los últimos 17 años de 'Revolución', abandonaron el país rumbo a Miami, Madrid o Bogotá en busca de refugio.
Con dificultades, Manel consigue explicar cómo ha pasado las dos últimas semanas encerrado en un edificio fortificado, o ‘condominio’, del barrio caraqueño de La Urbina en América Latina es común que las clases medias vivan en fincas totalmente cerradas para evitar robos o secuestros junto a sus suegros, su mujer y su hija de 4 años.
Así quedaron la mayoría de los establecimientos comerciales de alimentos en Bolívar. #vl1
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Con solo tres horas de agua corriente al día, la comida justa para celebrar estas fechas y cualquier otras y, sobre todo, la sensación de ser un rehén improvisado en un país en el que salir a la calle con cara de extranjero y euros en el bolsillo es jugar a la ruleta rusa. Y mucho más cuando Petare, el barrio más peligroso de Venezuela, está nada más cruzar la carretera. Basta con pensar que cada uno de los euros que Manel podría llevar en su cartera se pagaría a 10,55 bolívares en los bancos del país, que siguen el surrealista tipo de cambio dictado por el gobierno de Maduro, aunque en el mercado negro - al que recurre la mayoría - se llegan a pagar a 3.400 bolívares.
Una inflación real del 2.980% anual que ha provocado que el salario mínimo de los venezolanos, unos 28.000 bolívares, apenas nos supongan 9 euros a los españoles. Para decirlo más claro: los ‘gringos’ en Venezuela somos dinero con patas. “Aquí todo el mundo ha sufrido o tiene un familiar directo que ha sufrido asaltos en la calle a plena luz del día a punta de pistola”, explica Manel, consciente del riesgo que supone su sexto viaje al país acompañado de su familia.
“Procuro no exponerme y hablar lo menos posible. Viajo con mi hija, que ayer mismo cumplió 4 años, y tengo mucho respeto a lo que pueda pasar”, añade. La cosa está tan chunga que los ‘malandros’, como se conoce a los delincuentes en el país, ni siquiera están interesados en robar el dinero de sus víctimas. “El dinero no vale nada. Los malandros buscan anillos, teléfonos, collares, cualquier cosa que luego puedan vender. Yo nunca salgo con cartera o teléfono móvil”, resume con resignación, aunque reconoce con una mezcla de orgullo e indignación: “el anillo me niego a quitármelo”.
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Pero a Manel, que todavía milita en la izquierda española, no ha sido el miedo, la falta total de productos básicos, las filas de más de 200 personas o ver a familias enteras comiendo directamente de la basura, lo que más le ha indignado. Lo que de verdad le enerva es observar como todo esto se hace en nombre de una supuesta revolución y de un socialismo representado por Maduro y el Partido Socialista Unificado de Venezuela PSUV.
“Creo que no podemos hablar de socialismo cuando no hay libertad de expresión, de manifestación, medicinas, educación ni transporte público de calidad. Algo que la gente no sabe es que el PSUV ni siquiera está dentro de la internacional socialista”, dice. Como muchos, no puede evitar recordar que a algunos de nuestros políticos más ‘progres’, no hace tanto, se les llenaba la boca, y en algunos casos los bolsillos, al hablar de los triunfos del régimen bolivariano. “En España hay quien ha asesorado a Maduro y su populismo pero todavía se atreve a darnos lecciones de moralidad", reflexiona.
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El encierro de Manel y los suyos acaba hoy. Aprovechando los últimos días en el país, abandonarán Caracas y visitarán la turística ciudad de Colonia Tovar, un pintoresco poblado alemán a 42 kilómetros de la capital. Solamente en estos pequeños reductos turísticos es posible sentir un poco de tranquilidad y encontrar los productos que en Caracas se han convertido en un verdadero lujo, como pudiera ser un simple regalo de cumpleaños para su hija; “Las estanterías de las tiendas están prácticamente vacías y eso que se esfuerzan en colocar todo el género a la vista para que no lo parezca. Solo se encuentran puzzles y las pocas muñecas que hay son carísimas”, explica.
Hace apenas un mes, justo antes de la Navidad, Maduro se puso todas las medallas del mundo al anunciar la incautación de 4 millones de juguetes a la distribuidora Kreisel por “acaparamiento criminal”. Aprovechando su programa en televisión, bautizado ’Contacto con Maduro’, el presidente venezolano anunció que, estas Navidades, “todos los niños del país tendrán su juguete asegurado”. “¿Que si han llegado los juguetes o no? Eso no lo se. Me atrevería a decir que seguramente no todos. Aquí eso de quien parte y reparte se lleva la mejor parte es bastante habitual”, comenta un más que escéptico Manel. Ya sabe de sobra cómo funcionan las cosas en esta parte del mundo.
En unos días regresará a España y tendrá que lidiar con los comentarios de personas que jamás pondrán un pie en este “híbrido entre el comunismo y el fascismo”, como él lo define. A modo de reflexión, casi una advertencia, Manel concluye: “Espero que Venezuela nos sirva de ejemplo de donde podríamos llegar si hacemos las cosas al revés”.
Fotos: @venezuelalucha