Artículo de opinión
El recién estrenado Monarca Felipe VI y la Reina Letizia empezaron ayer su visita oficial a Marruecos para reforzar vínculos diplomáticos y relaciones. Y, por ello, su homólogo en el país africano, Mohamed VI, les recibirá con un regalo un tanto curioso: una valla nueva para Melilla. Así es, todo un gesto por su parte que demuestra la intención de proteger esta ciudad con más alambres y concertinas.Melilla ya tiene dos vallas que la rodean, pero no debe parecer suficiente para frenar la inmigración ilegal de todas aquellas personas que la saltan en busca de nuevas oportunidades. Todo lo que hay tampoco debe ser un refuerzo sobrado, si a eso le añadimos que el territorio fronterizo de Melilla ya cuenta con la inestimable ayuda del Ejército y de los antidisturbios marroquíes.
Hace un tiempo, algunos activistas ya advirtieron de la construcción de una nueva valla, y ahora ya es una realidad. Contará con unos 3 metros de altura y una vigilancia más reforzada. Los alambres y las concertinas adicionales que se instalen serán un hándicap más para traspasar unos límites territoriales y políticos que haya delimitado una bandera.
Aún se desconoce quién está detrás de esta idea o cuánto dinero se ha invertido en esta protección territorial, pero diversas fuentes apuntan a que el dinero procede de Rabat y que la suma total asciende a cifras millonarias. Todo ejemplo sobre cómo invertir en lo que realmente necesita un pueblo... el derroche nunca es demasiado.
Después de tanto sarcasmo e ironía, que el artículo ya ha venido bastante cargado, todo sea dicho, hay que centrarse y pararse a pensar seriamente lo que esto significa. Las leyes de inmigración restrictivas de la Unión Europea hacen que un guiño de tales características se convierta en un presente digno de admiración. Un intento para forzar y estrechar relaciones políticas y diplomáticas sin importar lo que conlleve: los desgarros en la piel de los saltadores, la sangre que queda como recuerdo de lo sucedido, el miedo acrecentado ante un obstáculo más...
Es cierto que una política de regulación es necesaria para gestionar un Estado, pero las trabas que se ponen y la pasividad con la que se permiten deberían tener un freno. Un regalo así, por parte de un país a otro, debería rechazarse abiertamente. No es un presente digno para la Humanidad y, gestos de tal envergadura, no hacen más que alentar los que vendrán más adelante.
Crédito de la imagen: telecinco.es